La poesía del Grupo del 98

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Aunque la Generación del 98 empleó la prosa como vehículo expresivo predilecto, algunos de sus representantes cultivaron también la poesía, que se ve influida por las ideas regeneracionistas y su preocupación por la identidad del ser humano intrahistórico, que se observa en el deseo de que recuperara su dignidad como individuo social.

Entre los autores destacados como poetas se encuentran: Machado y Unamuno. Machado es el gran poeta de la Generación del 98, que recoge en un primer momento la herencia simbolista francesa del Modernismo. Unamuno, por su parte, recoge la herencia ideológica alemana. El estilo de cada uno es muy personal. Aun así, podemos citar algunas características coincidentes: reaccionan contra la retórica, el prosaísmo y la grandilocuencia de la literatura anterior; su estilo es sobrio y directo: importa el contenido e intentan que llegue al lector de la manera más clara posible. Muestran una visión subjetiva. Al igual que los autores románticos (Bécquer), asocian el paisaje al estado de ánimo, de ahí que el símbolo de la decadencia española sea la yerma meseta castellana.

Los autores de esta generación valoran la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, dos románticos que se esforzaron por expresar el auténtico yo poético. Admiran también la literatura tradicional castellana y la del Siglo de Oro, revalorizando a poetas como Gonzalo de Berceo y Luis de Góngora, de quien reivindican su faceta más popular representada por los romances y las letrillas.

Los temas giran en torno a dos preocupaciones: España y el sentido de la vida. De la primera deriva el interés por el paisaje castellano y la actitud crítica al atraso de la nación española, en la segunda podemos incluir el paso del tiempo, la muerte, los sentimientos y los recuerdos, y la búsqueda de Dios. Su estilo está marcado por la voluntad antirretórica. Esto significa que rehúyen la grandilocuencia y se decantan por la sobriedad y la sencillez.

Miguel de Unamuno expresa con un estilo austero su desasosiego interior por los problemas existenciales y su visión estética de Castilla en El Cristo de Velázquez (1920) y Romancero del destierro (1928). Antonio Machado en Campos de Castilla (1912) ofrece una visión lírica y crítica de Castilla, meditaciones filosóficas sobre el paso del tiempo, la búsqueda infructuosa de Dios, el misterio de la muerte.

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