La poesía de Miguel Hernández: una mirada a su evolución

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Dentro de la amplia variedad de una obra no muy extensa, la poesía de Miguel Hernández encuentra su sentido integrador en el arraigo popular.

Perito en lunas: la influencia de los poetas

De su primera etapa, la de poesía pura, destaca su primera obra “Perito en lunas”, conjunto de cuarenta y dos octavas reales que refleja una variada influencia, los poetas románticos, los modernistas, los regionales, los de la generación del 27 y, sobre todo, Góngora. En esta obra se aleja de las estructuras sencillas y el léxico familiar, pero los temas son patrimonio popular y los poemas son una transmutación de la realidad circundante. La complejidad metafórica va conteniéndose poco a poco en sus versos y en el periodo de composición destaca la cosmovisión de signo neocatólico que demuestra la profunda influencia que Ramón Sijé tiene en Miguel Hernández.

El rayo que no cesa: la transformación de la poesía neorromántica

“El rayo que no cesa” es el resultado de la reelaboración de dos libros y está integrado por veintisiete sonetos y tres composiciones largas, la última de ellas la “Elegía a Ramón Sijé”, el poeta comienza la transformación de su poesía neorromántica en la poesía impura. En la obra, de estilo más accesible y directo, se aprecian los cambios que tuvieron lugar en la vida y obra del autor y muestra la vuelta a su mundo natural liberada del ideario conservador y la influencia de Neruda y Aleixandre, tanto escritural como ideológica. Los poemas traslucen una visión neorromántica de la realidad poética.

Viento del pueblo: la poesía de urgencia

“Viento del pueblo” constituye la primera muestra de poesía de urgencia motivada por la Guerra Civil, la poesía es la esencia misma del pueblo, tiene su raíz en la tierra y el poeta la devuelve a su destinatario. Este contenido poético implica una estética y una moral ya que los poemas están destinados a la recitación pública. El contenido se mueve en cuatro direcciones: la elegía, la exaltación heroica, el sarcasmo combativo y lo social. Se trata de una poesía de sentido telúrico y que defiende la palabra como arma de combate contra la injusticia.

El hombre acecha: la cruda realidad de la guerra

Esos sentimientos optimistas ceden terreno a la cruda realidad de la guerra y se plasman en “El hombre acecha”. En esta etapa de exploración interior emplea una métrica más sencilla, depurando el romance hasta privarlo de artificios y rescatando otras formas medievales que de tan viejas se han hecho patrimonio del pueblo. Se aleja del verbo declamatorio y se acerca a la voz popular, es aquí donde Miguel Hernández cantará con su voz más auténtica, popular y solitaria.

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