Poesía y Teatro en España: Evolución desde la Posguerra hasta los Años 60

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La Poesía Social de Posguerra

A principios de los años cincuenta, predomina en España la poesía social. Fue cultivada por escritores como Gabriel Celaya (Cantos iberos, 1955), Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955) y, en algunos poemas, José Hierro (Quinta del 42) o Gloria Fuertes (Poemas del suburbio).

Características de la Poesía Social

Las características de las composiciones sociales de los años cincuenta son las siguientes:

  • La literatura se concibe como instrumento de transformación política y social. Se trata, por lo tanto, de una poesía comprometida que da testimonio crítico de la realidad de la época para agitar las conciencias.
  • Pretende denunciar las injusticias sociales y la falta de libertad, y huye, en consecuencia, de la expresión autobiográfica de sentimientos.
  • La voluntad de escribir una poesía útil, que llegue «a la inmensa mayoría», se traduce en el empleo de un lenguaje claro, deliberadamente prosaico.

La Generación del Medio Siglo

A finales de los años cincuenta, irrumpe una nueva promoción de poetas nacidos inmediatamente antes de la Guerra Civil. Los poetas del medio siglo inician su andadura dentro de los principios de la poesía social. Sin embargo, en sus obras se afianzan desde muy pronto algunas características específicas:

Rasgos Distintivos de la Generación del Medio Siglo

  • Desaparece el compromiso ideológico explícito y, a cambio, vuelve a cobrar importancia el componente autobiográfico, en un intento de integrar la vivencia individual en la circunstancia histórica.
  • Los temas más frecuentes son el amor y el erotismo, el paso del tiempo, la evocación de la infancia o de la adolescencia y, por último, la realidad social de España, presentada como el fondo sobre el que se recortan las experiencias personales.
  • El lenguaje, conversacional e intimista, contrasta con el tono declamatorio de los poetas sociales.

En la lírica del medio siglo, se aprecia la influencia de Antonio Machado y de Luis Cernuda.

El Teatro Social: Antonio Buero Vallejo

Antonio Buero Vallejo (1916-2000) es el dramaturgo más destacado del teatro social. El teatro de Buero pretende —desde Historia de una escalera (1949)— que el espectador tome conciencia, sin autoengaños, de la trágica condición del ser humano, arrojado a una existencia presidida por el dolor y la incertidumbre.

El Teatro de Buero Vallejo como Crítica Social

Sus obras admiten también una lectura en clave social. En ellas se lleva a cabo un análisis crítico de la realidad española de la época, marcada por la miseria, la ignorancia, la corrupción moral y la falta de libertad. Algunas estrategias teatrales empleadas por el autor son las siguientes:

  • El uso de personajes históricos —que fracasan en su intento de lograr una sociedad más justa y libre— para reflexionar sobre el presente: Esquilache en Un soñador para un pueblo (1949); Goya en El sueño de la razón (1958); Velázquez en Las Meninas (1960), o Larra en La detonación (1977).
  • Los efectos de inmersión, que sitúan al espectador en la conciencia de los personajes. En En la ardiente oscuridad (1950) y El concierto de San Ovidio (1962), protagonizadas por ciegos, la escena queda, a veces, a oscuras; y en El sueño de la razón, el público y el protagonista (Goya perdió la audición) no oyen a los demás personajes.

El Teatro Experimental: Fernando Arrabal

Fernando Arrabal (Melilla, 1932) es el principal representante del teatro experimental, que en los años sesenta reacciona contra el teatro social. Los rasgos característicos de la producción dramática de Fernando Arrabal son los siguientes:

Características del Teatro de Arrabal

  • Sus obras no pretenden ofrecer un testimonio fiel de la realidad de la época, sino que constituyen parábolas o alegorías sobre la condición humana que es preciso interpretar. No es, por tanto, un teatro realista, sino simbólico.
  • En ellas, cobran especial importancia los signos no verbales: los gestos y movimientos de los personajes, el decorado, la música...
  • Los diálogos, poéticos o absurdos, se apartan de la lengua cotidiana.
  • Se trata de un teatro provocador, en el que están presentes el sexo, la violencia o la locura.

Algunos de los títulos más destacados de Fernando Arrabal son Pic-Nic (1952), El triciclo (1953), El cementerio de automóviles (1958) y El Arquitecto y el Emperador de Asiria (1966).

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