La Política Platónica: De la Polis Empírica al Estado Ideal
Clasificado en Filosofía y ética
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Los ámbitos de la realidad – physis, pólis– que se habían presentado al pensamiento –los presocráticos, los sofistas, los trágicos– con toda su densidad ontológica y preñados de movimiento, diferencias y contradicciones, ya no dan cuenta de sí y tienen que ser sostenidos desde otro lugar.
Platón sabe perfectamente que no hay otro lugar para la política que la polis empírica, pero le niega toda creatividad genuina. Su espontaneidad se convierte en el crecimiento de la multiplicidad y la apariencia. Ésta es la pesada herencia del platonismo (esto es, de la metafísica), que descalifica de entrada cualquier posibilidad de que lo dado pueda jugar desde sí, y le impone ser moldeado desde otro lado. La verdad tiene que ser encontrada en un lugar –más arriba– y desde allí debe ser organizado lo inmediato. No importa la propuesta política concreta, el verdadero contenido es el establecimiento de estos planos. Con ellos se establece un horizonte –autoritario o totalitario– que pretende disolver toda particularidad y toda finitud positiva colectiva o individual. Dentro de ese horizonte no puede haber juegos de amor y lucha, ni crecimiento orgánico, ni deliberación y elección de fines finitos y múltiples, ni atención a la oportunidad (al kairós, clave de la política sofística). El dios, y no el hombre, es la medida de todas las cosas (Leyes 716c). Por supuesto, lo dado, lo sensible, lo empírico, el cuerpo, la ciudad de los hombres, es un dato primario e imposible de suprimir, y Platón lo sabe.
Política platónica: el hombre es un ser social que solo alcanza su perfección en la ciudad, de modo comunitario. El Estado es el único capaz de armonizar y dar consistencia a las virtudes individuales. Platón diseña la estructura de su República ideal compuesta de tres clases sociales: los filósofos, los guerreros y los artesanos. Los primeros tienen el mando y gobierno general, pues su virtud es la sabiduría, los guerreros velan por el orden y la defensa (su virtud es la fortaleza), y los artesanos, pueblo llano, son dirigidos por la templanza, virtud que ha de ser común a todos.