Principales Corrientes Éticas: De la Razón al Sentimiento
Clasificado en Filosofía y ética
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Iusnaturalismo
Tomás de Aquino (1225-1274)
Según este filósofo, Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza y, por ello, a este le es posible hallar el fundamento del comportamiento moral en su misma naturaleza. Así, los seres humanos encuentran en su interior una ley natural que determina lo que está bien y lo que está mal, gracias a que esta participa de la ley eterna o divina.
Se puede calificar de iusnaturalista toda teoría ética que defienda la existencia de una ley moral, natural y universal que determina lo que está bien y lo que está mal. Esta ley es objetiva: el ser humano puede conocerla e interiorizarla, pero no es creación suya, la recibe de una instancia externa.
Emotivismo
David Hume (1711-1776)
Para David Hume, las normas y juicios morales surgen del sentimiento de aprobación o rechazo que suscitan en nosotros ciertas acciones. Para los emotivistas, todos los juicios morales tienen la única función de suscitar esos sentimientos no solo en mí, sino también en mi interlocutor, y promover así acciones conformes a estos. Por ello, la función que poseen juicios y normas morales es influir en los sentimientos y en la conducta del interlocutor.
Por emotivismo se entiende cualquier teoría que considere que los juicios morales surgen a partir de las emociones. Así, la moral no pertenece al ámbito racional, no puede ser objeto de discusión o argumentación y, por tanto, no existe propiamente lo que se ha llamado conocimiento ético. Es un estudio y análisis de las pasiones como elemento originario y propio de la naturaleza humana, independiente de la razón (impresiones de percepciones).
El sentimiento es el fundamento de la moral, puesto que nos impulsa a actuar por la perspectiva de placer o dolor: de tal modo la virtud provoca un placer de tipo particular, mientras que el vicio provoca un dolor de tipo particular.
Utilitarismo
John Stuart Mill (1806-1873)
John Stuart Mill considera que las acciones y normas deben ser juzgadas por el principio de utilidad o principio de máxima felicidad. Se trata de una ética teleológica, al valorar las acciones como medios para alcanzar un fin y según las consecuencias que se desprendan de ellas: una acción es buena cuando sus consecuencias son útiles.
El principio de la moral es entonces la mayor felicidad para el mayor número posible de seres vivos.
La principal diferencia entre el utilitarismo y el hedonismo clásico (Epicuro) es que el primero trasciende el ámbito meramente personal: no entiende por felicidad el interés o placer personal, sino el máximo provecho para el mayor número de personas.
Formalismo
Immanuel Kant (1724-1804)
Para Immanuel Kant, la ley o norma moral no puede venir impuesta desde fuera, sino que debe ser la razón humana la que debe darse la ley a sí misma. Si la razón legisla sobre ella misma, la ley será universal, pues será válida para todo ser racional. Esta ley que establece cómo debemos actuar correctamente debe expresarse mediante imperativos o mandatos.
Son formales aquellos sistemas que consideran que la moral no debe ofrecer normas concretas de conducta, sino limitarse a establecer cuál es la forma característica de toda norma moral. Según Kant, solo una ética de este tipo puede ser universal y garantizar la autonomía moral propia de un ser libre y racional como el ser humano.
Nuestra razón nos da leyes que mandan sin condiciones y que se expresan en mandatos, en imperativos que deben ser categóricos, incondicionados, y no meramente hipotéticos, condicionados a que alguien quiera ser feliz de algún modo.