Principales Gases de Efecto Invernadero: Fuentes y Características
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Principales Gases de Efecto Invernadero
Dióxido de carbono (CO2)
Es el gas de mayor influencia, entre el 55% y el 80% del efecto invernadero (EI), aunque no se considera un contaminante, pues forma parte natural del aire. Como consecuencia de su ciclo natural, experimenta fluctuaciones diarias (por la relación luz/fotosíntesis) y estacionales (disminuye en las estaciones de mayor producción vegetal); también aumenta tras la lluvia al ser mayor la respiración de los organismos descomponedores del suelo. Otro factor natural que afecta a la concentración de CO2 es la capacidad de absorción de los océanos debido a la solubilidad del gas en el agua (se produce carbonato cálcico que queda atrapado en los fondos marinos, por ejemplo, en los caparazones de los corales). A mayor temperatura, disminuye la solubilidad del CO2.
Este ciclo natural se desequilibra por la inyección de CO2 procedente de las actividades humanas, en especial la quema de combustibles fósiles y de madera (70%), la transformación de caliza en cemento y la intensa deforestación (25%). Esta producción antrópica lleva un ritmo que no puede ser absorbido por la acción conjunta de la fotosíntesis vegetal y del almacenamiento subterráneo y marino. Los excedentes pasan a la atmósfera, aumentando su concentración.
Metano (CH4)
Es el segundo gas en importancia, alrededor del 20%, con una concentración de 1,7 ppm, que ha aumentado en los últimos años por fuentes antrópicas, en especial: las fermentaciones del aparato digestivo del ganado, los arrozales, las fugas de los oleoductos, los vertederos y la combustión de biomasa.
Clorofluorocarbonos (CFC)
Ocupan el tercer lugar, contribuyendo aproximadamente al 20% del efecto invernadero. Los CFC son sustancias químicas sintéticas, formadas por cloro, flúor y carbono. Las moléculas de CFC tienen una larga vida activa. El CFC-11 es activo durante unos 65 años y el CFC-12, durante unos 110 años. Cada molécula de CFC-11 y de CFC-12 contribuye 3.500 y 7.300 veces más, respectivamente, al efecto invernadero que cada molécula de CO2.
Los CFC también destruyen la capa de ozono en la estratosfera, causando que una mayor proporción de rayos ultravioleta alcance la superficie de la Tierra.