Principios Fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia: Dignidad, Bien Común y Solidaridad

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Conocer y Justificar los Principios Básicos de la Doctrina Social de la Iglesia

La dignidad de la persona: “La dignidad de la persona humana se basa en el hecho de que es creada a imagen y semejanza de Dios y elevada a un fin sobrenatural trascendente de la vida eterna”. El bien común consiste en la búsqueda constante de la creación de las mejores condiciones sociales posibles en cada momento, para que cada persona y todas las personas puedan realizarse como tales. Así, la búsqueda del bien común supone fundamentalmente:

  1. El respeto a la dignidad de la persona y la búsqueda de su reconocimiento práctico.
  2. El desarrollo social justo.
  3. El bien común tiene un fundamento que trasciende.
  4. El bien común es responsabilidad de todos.

La Solidaridad como Exigencia del Bien Común

La solidaridad es la primera consecuencia y exigencia del bien común. Expresa, al mismo tiempo, la vinculación recíproca entre los seres humanos y la responsabilidad de los individuos y de los grupos sociales para con la sociedad, y también, a la inversa, de la sociedad para con los individuos y los grupos.

El Principio de Subsidiariedad

Según la DSI, el principio de la solidaridad necesita, para hacerse realidad como principio regulador de la vida social, un camino concreto que lo haga posible. Para ello, se precisan dos elementos:

  1. Que en la vida social se den las condiciones reales de libertad, iniciativa y autonomía para todos.
  2. Que exista la responsabilidad de cada uno y de todas las instituciones y grupos sociales. La solidaridad que construye el bien común se busca en cada nivel de la realidad social.

El Destino Universal de los Bienes

La DSI considera que el destino universal de los bienes es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social. Se fundamenta en la propia naturaleza y dignidad humana. Dios pone la creación, con todos sus bienes, en manos de la humanidad para que, guiados por el amor y la voluntad de comunión de toda la familia humana, hagamos fructificar esos bienes para el uso y disfrute de todos. Por eso, la tradición cristiana ha insistido siempre en que no somos dueños absolutos y exclusivos de los bienes, sino administradores de los bienes que Dios ha puesto en nuestras manos para el uso de todos. Es por ello que un derecho básico de toda persona es el derecho a poseer los bienes necesarios para vivir como personas.

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