Profundizando en la Poesía de Miguel Hernández: Temas, Símbolos y Análisis de sus Versos

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El poema que nos compete es de la autoría del célebre poeta Miguel Hernández, perteneciente a su obra *El rayo que no cesa*/*Viento del pueblo*.

  • [Si pertenece a *El rayo que no cesa*] Ésta es una colección de 30 poemas de temática mayoritariamente amorosa conformado por: sonetos probablemente dedicados a la pintora surrealista Maruja Mallo, un poema en redondillas, una “silva” y su famosa “Elegía a Ramón Sijé”.
  • [Si pertenece a *Viento del pueblo*] Ésta es una colección de 25 poemas encajada en su segunda época poética de “poesía bélica y de urgencia”. La obra se encuentra enraizada en la lucha ideológica de la Guerra Civil al ser publicada en 1937.

Este poeta es considerado el máximo exponente de la Generación del 36, coetánea a la Guerra Civil Española. Su formación inicia con el conocimiento del Siglo de Oro y, en su adolescencia, de la Generación del 27. En su breve carrera literaria integra elementos de todos estos movimientos: desde el gongorismo hasta el surrealismo. Posteriormente, en su camino hacia la madurez, impulsado por Neruda y Aleixandre, se descubrirá como un gran sonetista en *El rayo que no cesa*. Más tarde, la guerra y su compromiso político lo llevarían a escribir una lírica de carácter más social culminada en *Viento del pueblo*. Tras su encarcelamiento, nos encontramos al Miguel Hernández más original e íntimo y su poesía más popular, humanística y depurada.

Análisis de Poemas Específicos

No cesará este rayo que me habita

Características formales

La poesía de Miguel Hernández, y por ende este poema, está llena de símbolos que rondan en torno a los grandes motivos de su obra: el amor, la vida y la muerte. Su mundo poético se concentra en la unión armónica de estos tres elementos. *El rayo que no cesa* (1936) tiene como tema fundamental el amor insatisfecho y trágico y en torno a él giran todos los símbolos. Así, el rayo que es fuego y quemazón (“hoguera”, “fragua”) representa el deseo amoroso, algo muy usado y sonado a lo largo de nuestra tradición literaria, y añadiendo también el concepto de “herida”: el rayo es la representación hiriente y cortante del deseo, así como la “estalactita”. Además de estos símbolos y metáforas el poeta utiliza otras figuras retóricas como el epíteto (“rígida hoguera”), la personificación (“corazón que muere y grita”) y la interrogación retórica para expresar un dolor interminable y perpetuo. Por otro lado, el ritmo del poema se acrecenta por el uso de anáforas y paralelismos (“No cesará / no cesará”). En cuanto a su forma métrica se trata de un soneto clásico conformado por versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, estructura que comparte con la mayoría del resto de poemas de *El rayo que no cesa*. Posee rima consonante que sigue el esquema métrico ABBA ABBA CDE CDE.

Argumentos, temas y personajes

Miguel Hernández realiza en su poesía una codificación literaria por medio de símbolos de un sentimiento real, con nombre y apellidos; su amor por Josefina Manresa, novia y esposa; y por las artistas y sus amigas María Cegarra y Maruja Mallo, destacando esta última pues este poema parece estar inspirado en sus amoríos con ella. Sus relaciones con estas mujeres derivan en amores platónicos y diversas formas de concebir este sentimiento. Esta conjunción perfecta entre literatura y vida se apoya, además, sobre un tópico de gran tradición y poder expresivo: el amor cortés, entendido como vasallaje, sumisión total y absoluta al imperio de la amada, al estilo platónico. A su vez, la visión alejada del objeto amoroso, la imposibilidad de gozar la carne, resulta ser un vehículo formal perfecto para elevar a categoría de arte sublime un contenido vital sencillo y verdadero en la vida del poeta oriolano. Venera a una amada que sólo le corresponde con su amistad y, al percibir el interés amoroso del poeta, con la indiferencia. El amor en Miguel Hernández pasa por distintos momentos a lo largo de su obra. En efecto, en *El rayo que no cesa* es para él una fuerza irresistible de la que no puede librarse, que le causa un enorme dolor con el que tiene que convivir a cada momento. El amor sólo se impondrá como desencuentro, como imposibilidad pasando a ser así desamor.

Me tiraste un limón y tan amargo

Argumentos, temas y personajes

Este poema parece capturar el momento real en el que Miguel le robó un beso a Josefina en un descuido en el huerto, y la mujer, ofendida, le tiró un limón hasta causarle una pequeña herida que le provocó diversión. El amor y el deseo están presentes como dos elementos que no pueden ser materializados y causan siempre dolor e insatisfacción al poeta. El “beso robado”, tema frecuente en la lírica española, recobra aquí un nuevo y renovado sentido; fijémonos en que el término “beso” se repite hasta 9 veces. Pero “el limonazo” le produce agravio, concretamente como el dolor del sentimiento amoroso mostrado a lo largo de *El rayo que no cesa*: a través de elementos punzantes e hirientes (“mordedura”, “picuda pena”, “punta de seno”). El dolor físico que le provoca el golpe del limón se mantiene en consonancia con el dolor sentimental de la insatisfacción amorosa y se manifiesta en la amargura (repetida dos veces con distinta forma léxica) y también en la sentida pena.

Características formales

La poesía de Miguel Hernández, y por ende este poema, está llena de símbolos que rondan en torno a los grandes motivos de su obra: el amor, la vida y la muerte. Su mundo poético se concentra en la unión armónica de estos tres elementos. En el poema que nos ocupa la sangre se refiere al deseo sexual, la camisa al sexo masculino y el limón al pecho de la amada. A su vez, la frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada se simboliza en la pena, reflejada en los elementos cortantes e hirientes mencionados en la anterior pregunta. Además de la simbología y las metáforas puras, destacan el polisíndeton para ralentizar el ritmo en los primeros versos, el encabalgamiento entre los versos 5 y 6 para destacar la negatividad del término “letargo” y la utilización de “neologismos” o epítetos de creación propia para expresar el arma punzante con el que se agrede al poeta (“limonado”). Otros epítetos repartidos por la totalidad de los versos muestran la proliferación de la adjetivación y los términos que significan dolor y pena. En cuanto a su forma métrica se trata de un soneto clásico conformado por versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, estructura que comparte con la mayoría del resto de poemas de *El rayo que no cesa*. Posee rima consonante que sigue el esquema métrico ABBA ABBA CDE CDE.

Umbrío por la pena, casi bruno

Características formales

Como se ha mencionado anteriormente, los cardos y el leopardo son elementos punzantes y amenazantes en el entorno natural y amoroso del poeta, bestiario que quedaría completado con el “perro” fiel e insistente que será comentado más adelante. También destaca indudablemente la pena como elemento central, repitiéndose en 11 ocasiones de forma distribuida a lo largo del soneto, conformando el ritmo del texto mediante diferentes anáforas y paralelismos (“Cardos y penas / cardos y penas”). Además, una poderosa antítesis quiere significar la totalidad de ese dolor que todo lo empapa (“pena es mi paz y pena mi batalla”) y que se expresa también a través de la exageración de una marcada hipérbole (“donde yo me hallo no se halla / hombre más apenado que ninguno”). De forma paralela, la pena es también un “perro” que a través de la fidelidad propia del animal expresa su presencia constante (“ni me deja / ni se calla”). En cuanto a su forma métrica se trata de un soneto clásico conformado por versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, estructura que comparte con la mayoría del resto de poemas de *El rayo que no cesa*. Posee rima consonante que sigue el esquema métrico ABBA ABBA CDE CDE.

Argumentos, temas y personajes

Miguel Hernández realiza en su poesía una codificación literaria por medio de símbolos de un sentimiento real, con nombre y apellidos; su amor por Josefina Manresa, novia y esposa; y por las artistas y sus amigas María Cegarra y Maruja Mallo, destacando esta última pues este poema parece estar inspirado en sus amoríos con ella. Sus relaciones con estas mujeres derivan en amores platónicos y diversas formas de concebir este sentimiento. Esta conjunción perfecta entre literatura y vida se apoya, además, sobre un tópico de gran tradición y poder expresivo: el amor cortés, entendido como vasallaje, sumisión total y absoluta al imperio de la amada, al estilo platónico. A su vez, la visión alejada del objeto amoroso, la imposibilidad de gozar la carne, resulta ser un vehículo formal perfecto para elevar a categoría de arte sublime un contenido vital sencillo y verdadero en la vida del poeta oriolano. Venera a aquellas mujeres que sólo le corresponden con su amistad y, al percibir el interés amoroso del poeta, con la indiferencia. El amor en Miguel Hernández pasa por distintos momentos a lo largo de su obra. En efecto, en *El rayo que no cesa* es para él una fuerza irresistible de la que no puede librarse, que le causa un enorme dolor con el que tiene que convivir a cada momento. De aquí se deriva esa oscuridad provocada por la ausencia de luz, de un amor que adquirirá la función del Sol en la Naturaleza (“umbrío”, “tizna”) y esa pena que, a través de sus distintas formas gramaticales (“apenado”) se repite en 11 de los 14 versos. La muerte se corona como elemento inevitable, conformando el tercero de los grandes núcleos temáticos de la poesía de Miguel Hernández (como se expondrá más adelante); aparece, como trágica conclusión, al término del poema, en el último verso. Al ser nuestro irremediable fin último la muerte, el sufrimiento se ve simbolizado en el punzante e hiriente “cardo”. Este cardo, al disponerse a modo de corona, vuelve a teñir el poema de connotaciones dolorosas inspiradas en el imaginario católico: la pasión de Cristo, cuyo dolor tampoco parece tener fin.

Te me mueres de casta y de sencilla

Características

El recurso pragmático con el que se construye es el apóstrofe, al estar dirigido directamente a la amada, personificada en el “tú” al que el poeta habla. Las alternancias entre el “yo” y el “tú” líricos en las dos primeras estrofas forman una especie de juego de espejos. En ellas se desarrolla la metáfora central de la “mejilla como flor”, unida al “beso como libación”. Más tarde el beso, en una metáfora surrealista, se convierte en fantasma que acosa a la amada (“el fantasma del beso delincuente”) y que preludia, en una gradación ascendente (“cada vez más potente, negro, grande”), el desenlace trágico al que el amor conduce. *continua 5*

Es destacable la connotación del léxico del poema, que destaca las ideas de pureza de la amada (“casta”, “sencilla”) y de osadía del amante (“convicto”, “confeso”, “raptor”, “delincuente”) formando un claro contraste en un impecable juego de antítesis. En cuanto a su forma métrica se trata de un soneto clásico conformado por versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, estructura que comparte con la mayoría del resto de poemas de *El rayo que no cesa*. Posee rima consonante que sigue el esquema métrico ABBA ABBA CDE CDE. Finalmente, el ritmo extraordinario del poema se consigue gracias a la utilización impecable del paralelismo y repetición del verso cuarto y quinto para ligar las estrofas en los que están contenidos, así como el asíndeton logrado por la gradación ascendente mencionada.

Argumentos, temas y personajes

Miguel Hernández realiza en su poesía una codificación literaria por medio de símbolos de un sentimiento real, con nombre y apellidos; su amor por Josefina Manresa, novia y esposa; y por las artistas y sus amigas María Cegarra y Maruja Mallo. Sus relaciones con estas mujeres derivan en amores platónicos y diversas formas de concebir este sentimiento. Esta conjunción perfecta entre literatura y vida se apoya, además, sobre un tópico de gran tradición y poder expresivo: el amor cortés, entendido como vasallaje, sumisión total y absoluta al imperio de la amada, al estilo platónico. En el ejemplo que nos ocupa, a diferencia del resto de poemas del libro, el amor NO aparece como presagio oscuro del dolor y la muerte, sino en sí mismo como tema: devoción y experiencia vívida de la amada en todo su esplendor. El beso, tema muy frecuente a lo largo de la historia de la literatura española, toma en la obra hernandiana nuevos matices. El amante goza del recuerdo de la experiencia del beso, del erotismo y del amor correspondido. El poeta se confiesa como ladrón de un beso y por el cual es delincuente; entiende los sentimientos de vergüenza de la amada, y su deseo de mantener su castidad. Pero esto no provoca frustración sino una insatisfacción indolora ante los límites impuestos por ella. El tema, por tanto, es el impulso amoroso y sexual frenado por la determinación de la amada de mantenerse casta, a través de dos partes muy diferenciadas: en los cuartetos el poeta se vanagloria de su acción, y en los tercetos se presenta el carácter recatado de la amada.

La Elegía (a Ramón Sijé)

La Elegía (a Ramón Sijé) es un poema anómalo dentro de *El rayo que no cesa* ya que se aleja del contenido amoroso del libro debido a que surgió de una circunstancia no prevista por Miguel Hernández al concebir su poemario: la muerte de su mejor amigo Ramón Sijé a los 22 años el 24 de diciembre de 1935. Es un texto de gran intensidad y sinceridad, en donde se muestra el Miguel Hernández más personal, que se enfrenta cara a cara con la muerte de un ser querido; dándole así cierta conexión con el tema de la muerte, que trata en otros poemas aunque de forma radicalmente distinta. Se presenta la idea del hombre como materia que retorna a la tierra de la que procede, tomada de los dos autores que más admiraba el poeta: Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Pero los ecos de este tema se oyen de muy atrás, desde por lo menos el Arcipreste de Hita con un poema dedicado a la muerte de Trotaconventos. Temáticamente el poema se divide en tres partes. En la primera (estrofas 1-4) se rememoran tiempos pasados, expresando su deseo de ser el eterno cuidador de su tumba, y su tono refleja tristeza. En la segunda (estrofas 5-11) estalla el lamento por la pérdida, quiere rescatarlo de la muerte desenterrándolo y el tono se hace más intenso y doloroso. En la tercera (estrofas 12-15) se elogia al fallecido y se exponen sus virtudes como alabanza. Y finalmente la última estrofa cierra el poema con una cita del muerto, con el que el poeta seguirá conversando más allá de la muerte.

Características formales

La métrica de la elegía es conocida: 15 tercetos encadenados de versos endecasílabos, y un serventesio como estrofa final. Este tipo de métrica es característica en *El rayo que no cesa* y contrasta con el empleo de imágenes audaces e insólitas de corte surrealista. Todas se construyen en torno a varios ejes semánticos; la agricultura, que expresa ese retorno del fallecido a la tierra primigenia (“hortelano”, “tierra”, “huerto”); el de los elementos de la naturaleza no domesticada (“amapolas”, “flores”, “abejas”); y el del suplicio y el desconsuelo por la pérdida (“golpe”, “hachazo”, “herida”). En este último se encuentra la idea clave del poema, reiterada a través del políptoton: “dolor”, “duele”, “doler”. Y su expresión hiperbólica más característica: “por doler, me duele hasta el aliento”. También son notables las sinécdoques de la calavera desenterrada y del corazón descomponiéndose, las personificaciones (“la muerte enamorada”, “madrugó la madrugada”) y la metáfora del alma revoloteando (“pajareará tu alma colmenera”) que nos sitúa de nuevo en los neologismos hernandianos (“pajareará”). Además, su sintaxis está muy trabajada y contribuye a la intensidad del poema mediante la anáfora (“no perdono...”), el polisíndeton (“quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”) y la epanadiplosis en el último verso.

Soneto final

Argumentos

Esta conjunción perfecta entre literatura y vida se apoya, además, sobre un tópico de gran tradición y poder expresivo: el amor cortés, entendido como vasallaje, sumisión total y absoluta al imperio de la amada, al estilo platónico. Es destacable en este poema, situado al final del poemario, coronándolo de desamor y dolor. A su vez, la visión alejada del objeto amoroso, la imposibilidad de gozar la carne, resulta ser un vehículo formal perfecto para elevar a categoría de arte sublime un contenido vital sencillo y verdadero en la vida del poeta oriolano. En esa línea trovadoresca el poema se impregna de elementos naturales, que son parte de la creación divina. El poema puede interpretarse como un reproche que el poeta se hace a sí mismo por ser, en el fondo, único culpable de su dolor al caer una y otra vez en el desamor. El primer cuarteto expone de forma generalizada (en primera persona) la idealización excesiva del amor (“desplumar arcángeles glaciales”) como causa del sufrimiento posterior, mientras que el segundo cuarteto describe el infierno constante que produce el desamor. Los tercetos, finalmente, relatan el castigo irremediable y triple (el dolor, el desaliento y la muerte) aplicado al yo lírico (en primera persona), que se ve “arrojado” como los ángeles rebeldes del Cielo o Adán y Eva del Paraíso a la pesadilla del tormento amoroso.

Características

Semánticamente el poema se organiza alrededor de tres isotopías con las que se construyen las metáforas del desamor; el del frío y lo húmedo, falta de calor y lágrimas (“glaciales”, “nevada”, “manantiales”); el del fuego y la dureza (“metales”, “hierro”); y el del sufrimiento (“doloroso”, “muerte”, “ruina”). Cabe destacar la antítesis formada por los dos primeros. También se observan personificaciones (“llano de las fuentes”, “desconsuelo de los manantiales”, “yunques inclementes”), una gradación en la exposición del sufrimiento (“dolor”, “desaliento”, “muerte” en el primer terceto) e imágenes claramente surrealistas (“desplumar arcángeles glaciales”). Es también destacable el juego fonético de las aliteraciones con los sonidos en el primer cuarteto y r en el segundo que remiten, respectivamente, a lo elevado y a lo doloroso. En cuanto al ritmo, los paralelismos marcados por la preposición por marcan un tempo extraordinario al poema. En cuanto a su forma métrica se trata de un soneto clásico conformado por versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, estructura que comparte con la mayoría del resto de poemas de *El rayo que no cesa*. Posee rima consonante que sigue el esquema métrico ABBA ABBA CDE CDE.

Vientos del pueblo

Argumentos

El texto que nos ocupa, que parcialmente da título al poemario que lo contiene (*Viento del pueblo*), muestra todas las características que definen al libro. Es un poema de tono épico, casi arenga militar, de inspiración y compromiso patriótico y político y con un hondo interés social, escrito en los momentos iniciales de la Guerra Civil en los que Miguel Hernández aún tenía esperanzas en la victoria de la República. En todo el libro, y especialmente en este poema, aparece la idea del poeta como portavoz de una masa anónima, oprimida y levantada en armas, que lo mueve e impulsa con potencia eólica. Puede dividirse temáticamente en cuatro partes. En la primera (estrofas 1 y 2) se formula la idea mencionada del poeta como portavoz, y se retratan las dos actitudes que puede adoptar un pueblo oprimido: la sumisión (del “buey”) o la insumisión (del “león”, el “águila” y el “toro”). Se observa cómo prevalece la segunda pues el poeta no quiere ser “de un pueblo de bueyes”. En la segunda (estrofas 3 y 4) se afirma que el pueblo español no es sumiso, sino rebelde e indomable (en concordancia con lo ya dicho) en nombre de su dignidad y libertad. En la tercera parte (la extensa estrofa 5) se recorren las regiones de España y sus pobladores, destacando sus virtudes con distintos tópicos. Y en la cuarta, que incluye las estrofas restantes, se retoma la simbología animal aplicada al poeta: prefiere morir luchando como león que agachando la cabeza como buey.

Características

Se trata de un romance estrófico, con estrofas de distintas longitudes y rima asonante en los versos pares. En este poema, los diversos aspectos del poema (vocabulario, estilo y métrica) apuestan por la sencillez, en concordancia con el carácter popular de éstos: buscando acercar la poesía al pueblo, adoptando las formas propias de la poesía tradicional española. Aunque sigue existiendo una elaboración literaria manifestada en una serie de recursos literarios. El léxico del poema tiene dos grandes isotopías que son, además, antitéticas: sumisión (“bueyes”, “yugo”, “jaula”) y rebeldía (“leones”, “zarpa”, “águila”...). Los animales son comunes en ambas, y se utilizan como símbolos y emblemas de la mansedumbre (el buey) o de la bravura (el león, el águila y el toro). También aparece al final el ruiseñor, como emblema del propio poeta. Estos elementos se construyen imágenes surrealistas, combinación de lo geográfico y lo zoológico (“yacimientos de leones”, “desfiladeros de águilas”, “cordilleras de toros”). Cuando se recorre geográficamente España y sus habitantes, los gentilicios se asocian con la meteorología (“gallegos de lluvia”), el trabajo (“murcianos de dinamita / frutalmente propagada”), el carácter (“asturianos de braveza”) o el folclore (“andaluces de relámpagos / nacidos entre guitarras”). Y en la última parte se recurre a la hipérbole (“muerto y veinte veces muerto”), el políptoton de la muerte (“muero”, “me muera”, “muerto”) y el viento (“vientos”, “aventan”, neologismo hernandiano) y la anáfora (“vais de la vida [...] vais de la nada”

Aceituneros

Argumentos

A diferencia de otros poemas de *Viento del pueblo*, esta composición no es un poema de carácter bélico sino social. Su tema es la explotación laboral, y el siempre controvertido asunto de cuáles son los límites del enriquecimiento del empresario a costa de sus trabajadores. Miguel Hernández, desde su óptica ideológica, defiende que es el trabajador (en este caso el del campo, y concretamente el aceitunero jienense) el que debe ser dueño de la tierra que trabaja y aquello que produce, y no el propietario formal, que en el contexto de la época es presentado como un explotador. El autor aborda un problema muy concreto, ya que la reforma agraria fue uno de los objetivos principales de los gobiernos de izquierdas de la Segunda República, y durante la Guerra Civil en la zona republicana se llevaron a cabo intentos de colectivización del campo. Sin embargo, ninguna tuvo lugar en Jaén, la mayoría se produjeron en Levante. A pesar de que no se trata de un poema como otros propiamente orientados a la arenga militar, una de sus estrofas (“Jaén, levántate brava / sobre tus piedras lunares”) incita a la rebelión de los agricultores, conectando con esa esperanza mantenida por el poeta y que se respira en todo el poemaria *Viento del pueblo* de una victoria del bando republicano que pueda revertir las injusticias sociales.

Características

Formalmente el poema está formado por doce cuartetas, estrofas de cuatro versos octosílabos con rima consonante. En este poema y en el resto del libro los diversos aspectos del poema (vocabulario, estilo y métrica) apuestan por la sencillez, en concordancia con el carácter popular de éstos: buscando acercar la poesía al pueblo, adoptando las formas propias de la poesía tradicional española. Aunque sigue existiendo una elaboración literaria manifestada en una serie de recursos literarios. El recurso literario que lo sustenta es la metonimia (los aceituneros de Jaén representan a la totalidad de los trabajadores del campo españoles) y la antítesis entre el trabajo del aceitunero y el beneficio que a sus expensas obtiene el propietario. Esta antítesis se extiende a sus respectivas isotopías, claramente contrapuestas: “tierra”, “trabajo”, “sudor” frente a “señor”, “dinero”, “terrateniente”. Otras metonimias también aparecen en “eran principio de un pan / que sólo el otro comía” (el pan como expresión de la totalidad de la comida) o en “Jaén, levántate brava” (el lugar como expresión de su habitantes). Así, aparece también una sinécdoque (“sol a sol y luna a luna / pesan sobre vuestros huesos”), tomando la parte por el todo. La intensidad y expresividad del poema viene maximizada por la creación de metáforas (“herida generosa del sudor”), hipérboles (“que os pisoteó la gente / que os redujo la cabeza”) y personificaciones (“levántate, olivo cano”, “el olmo alzó una mano”). Y, finalmente, el uso de la anáfora al comienzo de las estrofas 1, 5 y 10, y de la anadiplosis de la palabra clave “libertad” en los dos últimos versos del poema.

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