Proteccionismo y Libre Cambismo en España

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Durante el siglo XIX la política española se dividió en dos: los que defendían la libertad comercial como forma de estímulo para la economía y los que consideraban necesario proteger la producción propia frente a los fuertes rivales extranjeros, especialmente los británicos.

Entre estos últimos destacaron los empresarios textiles catalanes. El partido progresista y mas tarde los liberales de Sagasta fueron partidarios de una mayor libertad comercial y de bajar los aranceles, porque de esta forma pretendían incentivar el consumo, aumentar la competitividad y favorecer el crecimiento económico.

Frente a ellos se formaron grupos de presión muy activos que coaligaron los intereses de industriales catalanes, así como de la siderurgia vasca, que defendían el proteccionismo corno única fórmula de estimular la industria nacional y no quedar subordinados a la competencia extranjera. El partido conservador de Cánovas implantó el arancel de 1891 y las leyes protectoras de la producción nacional de 1906 y 1907.

Aparición de la Banca Moderna

La falta de un sistema financiero estable se convirtió en un obstáculo en los inicios de la industrialización en España. La escasez de capital, indispensable para la puesta en funcionamiento de la industria, se debía a la baja rentabilidad agrícola, a las dificultades del transporte y a la falta de recursos energéticos.

En el reinado de Fernando VII se fundó el Banco de San Fernando, se promulgó un código de comercio y se estableció la Bolsa de Madrid. A partir de 1844 se agilizaron los trámites para la fundación de bancos para obtener mayor movilidad de capitales y facilidades de crédito.

Desde 1856 se autorizó a los bancos a emitir billetes y la construcción de sociedades de crédito con el propósito de financiar empresas industriales, mercantiles y contratas de obras públicas. Los bancos financiaron la construcción de la red ferroviaria y la deuda pública del Estado. Los más destacados fueron el Banco de Barcelona, el Banco de Santander y el Banco de Bilbao.

Desde 1874, en que el Banco de España consiguió el monopolio de la emisión de moneda, todas estas entidades pasaron a ser sociedades de crédito comercial y de financiación industrial. El Banco de España desempeñó un papel fundamental al atender las necesidades de financiación del Estado. En ella invirtió el capital nacional y extranjero en lugar de hacerlo en la industria o en la agricultura.

En 1868 se impuso la peseta como moneda nacional. El nuevo sistema monetario tenía un carácter bimetálico y decimal; la peseta se dividía en cien céntimos y una unidad de oro equivalía a 15 de plata. Las guerras y conflictos de inicios del siglo XIX quebraron la Hacienda española. El déficit se convirtió en crónico y el endeudamiento del Estado se fue incrementando.

Esto supuso que las inversiones en deuda del Estado quitaron recursos para la agricultura y la industria, ya que muchos capitales se volcaron en las numerosas rentas que producían. La inadecuada fiscalidad que apenas gravába a los sectores mas pudientes y hacia recaer su peso sobre las capas bajas y medias, tanto rurales como urbanas, obligó al Estado a recurrir constantemente al endeudamiento y al crédito exterior.

La época de la Restauración permitió un importante impulso económico y de reordenación de la deuda hasta el punto de que la Hacienda estatal experimentó un saneamiento notable a inicios del siglo XX que consiguió varios años de superávit.

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