La Prudencia y su Relación con la Virtud y la Felicidad en Aristóteles
Clasificado en Filosofía y ética
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Fragmento 3º
El tema es la esencia de la prudencia como virtud intelectual práctica. Se pregunta: ¿qué es la prudencia?
1. ¿A quiénes llamamos “prudentes”?
Prudente es aquel que es «capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo y el que, para alcanzar algún bien, razona adecuadamente.
2. ¿Sobre qué delibera quien es prudente y por qué la prudencia no es ciencia?
No delibera sobre lo que no puede ser de otra manera, sino sobre lo variable. Por eso, la prudencia no es ciencia; su objeto no es lo necesario.
3. ¿Por qué la prudencia no es arte?
Porque la prudencia se refiere a la acción y la acción es distinta de la producción.
4. ¿Qué es la prudencia y por qué es una virtud práctica?
La conclusión es que la prudencia “es un modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre”. La virtud (ética) de la templanza o moderación está asociada a la prudencia: aquélla salvaguarda a ésta.
Tema: Virtud y felicidad.
Virtud y felicidad forman parte de la ética de Aristóteles y se basan en su concepción del ser humano, es decir, en su antropología. Por eso, para entender bien la relación entre virtud y felicidad, es necesario hacer referencia a su antropología.
Aunque Aristóteles fue discípulo de Platón, desarrolló sus propias teorías filosóficas, de manera que su concepción del ser humano es monista. Para Aristóteles, el cuerpo y el alma están unidos por naturaleza, constituyen una sola sustancia natural, aunque esté formada por dos principios: cuerpo y alma. Según su teoría hilemórfica, toda sustancia natural está constituida por dos principios: la materia y la forma; en el ser humano, el cuerpo es la materia y el alma la forma de una misma sustancia en la que materia y forma son inseparables. De hecho, para él, en todos los seres vivos, el alma es “lo que da vida al cuerpo”.
Aristóteles distingue tres tipos de alma: vegetativa, sensitiva y racional o intelectiva, que hacen que el alma humana tenga cuatro facultades: la vegetativa, la sensitiva, la apetitiva o desiderativa, y la intelectiva. Lo que nos distingue de los animales, lo más propio y específico del ser humano, son los deseos racionales y el ejercicio de la facultad intelectiva. Por eso, las actividades humanas son racionales y pueden dividirse en tres clases: teóricas, prácticas y productivas.