Pueblos prerromanos en la Península Ibérica: fenicios, griegos, celtas e iberos
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3. Pueblos prerromanos: los colonizadores fenicios y griegos.
Antes de la llegada de los romanos en el siglo III a.C en la segunda guerra Púnica, fenicios y griegos arribaron a las costas mediterráneas, conviviendo con los pueblos autóctonos y con los indoeuropeos que se asentaron en el norte peninsular. Los fenicios o púnicos llegaron desde el Mediterráneo oriental en torno al siglo XI a.C. y fundaron ciudades con un claro fin comercial. No tuvieron ninguna intención de conquista territorial, sino que aspiraban a comerciar con productos de la minería peninsular. Introdujeron cultivos como la vid y el olivo, técnicas como la metalurgia del hierro y el uso del arado en la agricultura y el torno cerámico. Crearon importantes ciudades como Cádiz, Málaga e Ibiza. Actuaban como ciudades estado, independientes las unas de las otras y estando en contacto con los pueblos aborígenes. Desde un punto de vista cultural, introdujeron el alfabeto y formas artísticas. Los griegos llegaron a la península en el siglo VIII a.C durante la llamada Época Arcaica. Los pueblos que se asientan procedían de las polis griegas. En este caso actuaban como colonias dependientes de las metrópolis.
1. Economía y sociedad en el Paleolítico peninsular:
El Paleolítico es el período que comprende desde la aparición de los primeros homínidos hasta el descubrimiento de la agricultura unos 7000 a.C. En la península Ibérica, los primeros homínidos en poblarla fueron el Homo antecesor, cuyos restos han aparecido en el yacimiento de Atapuerca (datan de hace 1 millón de años). Eran altos y fuertes, con rasgos similares a los del hombre actual pero su cerebro era más pequeño. Eran nómadas, vivían de la caza. Eran grupos de unos 30 o 40 individuos, sin duda una estructura social clara. No practicaban el canibalismo. Les sucedieron el Homo neanderthalensis y el Homo sapiens. De los primeros sabemos que formaban grupos organizados en torno a un líder y que ya tenían un lenguaje articulado. No se sabe el porqué de su extinción, sus restos aparecen en un gran número de yacimientos de la península.
El Homo sapiens apareció hace unos 40000 años y sus rasgos físicos eran muy similares a los nuestros. Se organizaban en tribus, presentaban rituales de entierro, usaban ropa y se adornaban. Sus habilidades técnicas les permitían trabajar la piedra, madera y el hueso, así como pinturas rupestres. En cuanto a sus formas de vida, eran depredadores y vivían de la caza y la recolección. Cazaban en grupo. Fabricaban objetos de madera, piedra y hueso que les permitían cazar. Dominaban el fuego. Eran omnívoros, comían vegetales y animales, también pescaban y comían moluscos. Habitaban en abrigos al aire libre o en cuevas. Vivían en tribus de unos 30 o 40 individuos, pudiendo llegar a vivir unos veinte años como mucho. Morirían de enfermedades comunes o por consecuencia de la caza y las mujeres muchas por los sobrepartos. En las cuevas aparecen las pinturas rupestres. En el Paleolítico superior están datadas las pinturas de estilo cantábrico. Sobresalen las de Altamira. En ellas aparecen animales de forma individual policromados y remarcados en negro. Utilizaban los salientes para darles mayor realismo. Los animales aparecen muertos lo que lleva a pensar que es algún tipo de ritual de caza. En época posterior, se datan las pinturas de estilo levantino. Aparecen en el área del sur de Tarragona, Castellón, Valencia... se tratan de pinturas monocromas que representan escenas de danzas, caza...
- Celtas e iberos en vísperas de la conquista romana. La Península Ibérica estaba ocupada por un heterogéneo conjunto de pueblos. Nuestro conocimiento de estos pueblos es limitado.
La principal fuente de información es de carácter arqueológico, que en algunos casos se puede complementar con los pocos datos que aportan los autores antiguos griegos y romanos y las inscripciones en las lenguas locales. Los distintos pueblos autóctonos compartían rasgos culturales y/o lingüísticos, pero en ningún caso constituían entidades políticas homogéneas. A grandes rasgos, podemos distinguir dos grandes grupos: los pueblos iberos y los celtas. Los iberos ocupaban (ss. VI a II a.C) un amplio territorio que iba del sur de Francia hasta el alto Guadalquivir, que corresponde aproximadamente a la actual Cataluña, la parte oriental de Aragón, la Comunidad Valenciana, Murcia, Albacete, Jaén, Almería y Granada, así como los Pirineos Orientales franceses. Desarrollaron una rica y compleja cultura de tipo mediterráneo organizada en torno a ciudades-estado aristocráticas semejantes a sus homólogas italianas y griegas coetáneas, algunas de las cuales alcanzaron una notable importancia como Castulo (Linares), Ilerda (Lérida) o Arse-Saguntum (Sagunto). La sociedad era tribal y estaba muy jerarquizada en función del poder económico y militar. Su base económica era la agricultura y la ganadería. Trabajaban la minería, artesanía (tejidos, cerámica, joyas...) y metalurgia (hierro). Comerciaron con los pueblos colonizadores, lo que propició la acuñación de moneda propia y el urbanismo y el arte funerario o religioso (Dama de Elche). Uno de sus rasgos culturales más distintivos fue el amplio desarrollo de la cultura escrita. De hecho, conservamos numerosas inscripciones ibéricas, aunque su lengua continúa, por el momento, intraducible.
Los pueblos celtas ocuparon el interior de la Península Ibérica (La Meseta), la cornisa cantábrica y la fachada atlántica en la parte central del actual Portugal entre los siglos V y I a.C. Su grado de desarrollo económico, político y cultural era muy inferior al de los pueblos iberos de la costa mediterránea. Fueron un pueblo ganadero, aunque también practicaban la agricultura. Trabajaban el bronce y el hierro para fabricar herramientas y armas. La explotación minera de estaño y oro fue muy importante para los pueblos del norte, lo que favoreció el comercio con fenicios y cartagineses. Los mejor conocidos de los pueblos celtas del interior peninsular son los celtíberos, que ocupaban el territorio correspondiente a las actuales provincias de Soria, Guadalajara, Zaragoza y Teruel. Su violenta oposición a la dominación romana en el siglo II a.C. (las llamadas 'Guerras Celtibéricas') hizo que los autores antiguos les prestaran mucha atención, convirtiendo en famosas algunas de sus ciudades como Segeda (Mara-Belmonte de Gracián) y, especialmente, Numantia (Numancia). También conservamos un importante número de inscripciones en lengua celtibérica, las más importantes de las cuales proceden de Contrebia Belaisca (Botorrita) y La Caridad (Caminreal) y se conservan respectivamente en los Museos de Zaragoza y Teruel.
Neolítico
El Neolítico es el período que comprende desde el descubrimiento de la agricultura y ganadería hasta la aparición de la escritura. En la Península Ibérica, este período comienza en torno al 5000 a.C., tanto por la llegada de las técnicas desde el Mediterráneo oriental como por la evolución de los pueblos indígenas. Los pueblos pasan a ser sedentarios, creándose los primeros poblados. Son productores con el cultivo de cereales principalmente y cría de animales (ovejas y cabras). Asimismo, empiezan a dominar la cerámica y la elaboración de tejidos. En el Neolítico inicial todavía viven en cuevas, fabricando utensilios agrícolas de piedra y cerámica cardial. En el Neolítico pleno (5000-3000 a.C.) aparecen restos por toda la península, ya hay poblados con necrópolis organizadas y primeros indicios de minería y comercio por trueque. Estos pueblos están organizados jerárquicamente y con una división del trabajo. Aparecen construcciones megalíticas de dólmenes y menhires. En la Edad de los Metales, aparece el megalitismo con poblados rodeados de murallas construidas con grandes piedras y grandes enterramientos colectivos. Así encontramos las grandes tumbas de Menga y los Millares.
En ellos, además de utensilios de piedra y hueso, aparece el vaso campaniforme. En la Edad del Bronce, el vaso campaniforme aparece de una forma generalizada, lo que nos lleva a pensar en un comercio más desarrollado. Su utilidad venía marcada para guardar las cosechas y las cenizas de los difuntos. De este período destaca el yacimiento de El Argar en Almería. Aquí aparece el primer urbanismo del que hay constancia en la península, con calles estrechas y viviendas rectangulares. Figuras como el Indalo son de este período, así como pequeñas estatuillas con forma animal (toros, ovejas). En las islas Baleares destaca la cultura talayótica, son grandes construcciones ciclópeas de marcado carácter defensivo y funerario. Aparecen taulas, navetas (construcción con forma de nave invertida para defenderse y enterramiento) y talayots. Estos pueblos estuvieron en contacto con fenicios, por su influencia artística en la escultura (diosa Tanit).