El Quijote en Francia: Traducciones, Influencia y Legado Literario
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La Influencia de Don Quijote en Francia: Un Legado Duradero
Aunque en Francia no se realizaron estudios de Don Quijote tan exhaustivos como en Alemania, ni su influencia fue tan amplia como en Inglaterra o Rusia, su huella resultó significativa en obras y autores destacados del siglo XIX. Además, muchas naciones accedieron a la obra a través de traducciones francesas o versiones basadas en el texto francés. La primera traducción, realizada por César Oudin en 1614, apareció apenas un año después de la inglesa de Shelton. En 1618, François de Rosset tradujo la segunda parte, y a partir de 1639 ambas partes se publicaron juntas. Esta fue la primera traducción al francés, a la que seguirían muchas otras, destacando las de Filleau de Saint-Martin (1677-1678) y la del caballero Jean-Pierre Claris de Florian (1777), un hispanista que pasó su infancia en España y era sobrino de Voltaire. La versión de Florian tuvo una gran difusión en Europa.
Las Primeras Traducciones y Continuaciones Apócrifas
La traducción de Filleau de Saint-Martin se tituló Historia del admirable don Quijote de la Mancha e incluyó una continuación escrita por el propio traductor. Para ello, modificó el final de la obra original, manteniendo a Don Quijote vivo y listo para nuevas aventuras. Esta continuación fue, a su vez, ampliada por otro escritor francés, Robert Challe. La serie de continuaciones no termina ahí: un autor anónimo extendió la obra de Cervantes con otra parte titulada Continuación nueva y verdadera de la historia y las aventuras del incomparable don Quijote de la Mancha.
El Quijote y el Romanticismo Francés
Simonde de Sismondi sentó las bases de la interpretación romántica del personaje. Louis Viardot realizó una traducción muy fiel de la obra entre 1836 y 1837. Chateaubriand se identificaba con Cervantes y Don Quijote, y en su Itinerario de París hasta Jerusalén (1811) elogia al Caballero de la Triste Figura, quien también aparece en El genio del Cristianismo como el más noble, valiente, amable y menos loco de los mortales. Alfred de Vigny, un militar romántico frustrado, muestra influencias cervantinas. Los viajeros Prosper Merimée y Théophile Gautier incluyeron numerosas alusiones a Cervantes en sus diarios de viaje. Para el crítico Sainte-Beuve, Don Quijote es una obra que comienza como una sátira de los libros de caballerías y termina convirtiéndose en un reflejo de la vida humana.
Cervantes en la Obra de Grandes Autores Franceses
Victor Hugo, quien pasó parte de su infancia en España, consideraba a Cervantes el poeta del contraste entre lo sublime y lo cómico, lo ideal y lo grotesco. Además, percibió la influencia de La gitanilla en su novela Nuestra Señora de París. Henri Beyle, más conocido como Stendhal, leyó Don Quijote por primera vez a los diez años y escribió que "el descubrimiento de ese libro fue quizá la más grande época de mi vida".
El Quijotismo en Flaubert, Balzac y Otros
Honoré de Balzac encarnó a Don Quijote más en su vida que en sus obras, mientras que Gustave Flaubert adoptó este espíritu en sus novelas Bouvard y Pecuchet (póstuma e inacabada), cuyos protagonistas enloquecen leyendo libros que no comprenden, y Madame Bovary, cuya protagonista es una figura quijotesca que pierde la razón leyendo novelas sentimentales, como señaló José Ortega y Gasset: ("es un Quijote con faldas y un mínimo de tragedia sobre su alma"). Gustave Doré ilustró una edición de Don Quijote con grabados en 1863. Otros personajes quijotescos son el Tartarín de Tarascón de Alphonse Daudet y el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand. En 1932, Maurice Ravel y Jacques Ibert compusieron canciones basadas en los poemas de Paul Morand titulados Don Quichotte à Dulcinée (se infiere que el texto original tiene una errata, y en lugar de "Don Quijote á" debería ser "Don Quichotte à Dulcinée").