La Quinta Vía de Santo Tomás: Evidencia del Diseño Divino y la Solución al Problema del Mal
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La Quinta Vía de Santo Tomás de Aquino: El Argumento Teleológico
La Quinta Vía de Santo Tomás de Aquino, también conocida como el Argumento Teleológico o Argumento del Diseño, se fundamenta en la observación de que los objetos inorgánicos, como los astros o los ríos, aunque carecen de conocimiento intrínseco, actúan de manera ordenada y tienden hacia fines específicos. Por ejemplo, los ríos fluyen hacia el mar y los planetas siguen órbitas constantes. Este comportamiento no puede explicarse por el mero azar, dado que ocurre con notable regularidad y precisión.
Santo Tomás concluye que, al igual que una flecha necesita de un arquero para alcanzar su objetivo, estos objetos inanimados requieren de un ser inteligente que los dirija hacia su propósito. Este director inteligente, según su postulado, es lo que denominamos Dios.
En su obra Summa contra Gentiles, Santo Tomás refuerza esta idea señalando cómo los elementos del universo, incluso aquellos con características aparentemente opuestas, cooperan para mantener un orden armónico. Un ejemplo claro es la interacción entre el sol y la lluvia, que posibilita la vida en la Tierra. Esta coordinación no puede ser fruto del azar, sino el resultado de una causa inteligente y final.
En última instancia, la Quinta Vía concluye que el universo posee un propósito inherente que apunta a la existencia de un Proyectista o Arquitecto supremo que organiza y dirige todo. Aunque este razonamiento identifica un Gobernador del universo, es crucial profundizar para demostrar que este Gobernador es el Creador omnipotente y providente del cristianismo. Así, la armonía y finalidad intrínseca del universo sirven como evidencia de una inteligencia superior que dirige todo hacia un fin último.
La Respuesta de Santo Tomás al Problema del Mal
En la primera objeción planteada contra la existencia de Dios, Tomás de Aquino responde a la idea de que la existencia del mal es incompatible con la de un Dios bueno e infinito. Para ello, recurre a la visión de San Agustín, quien define el mal no como una sustancia, sino como la ausencia o privación del bien.
Según esta perspectiva, el mal no posee existencia propia y, por ende, no es creado por Dios, quien es el Bien absoluto y la fuente de toda perfección. Aunque Dios no es la causa eficiente del mal, permite su existencia, ya que su omnipotencia y bondad infinitas pueden convertirlo en un bien mayor. Un ejemplo paradigmático es la muerte de Jesucristo que, si bien es un mal en sí misma, resulta en la salvación de la humanidad.
En sus respuestas a las objeciones, Tomás de Aquino explica que Dios, siendo el Bien Sumo, permite el mal solo si de él puede derivarse un bien superior. Además, las acciones humanas, al ser contingentes y cambiantes, deben reducirse a una Causa Primera e Inmutable, que es Dios, el Principio necesario de todo lo que existe y la razón última de la realidad.