Del Realismo Político al Contrato Social: Fundamentos del Estado Moderno
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El Pensamiento Político en el Renacimiento
El Realismo Político de Maquiavelo
Maquiavelo fundamentó el pensamiento político del Renacimiento aplicando los criterios de la ciencia naciente: describir hechos y buscar regularidades. A diferencia de la política anterior, con un fundamento ético-metafísico o ético-teológico, Maquiavelo describe cómo se comportan normalmente los hombres en sus actividades públicas y no cómo deberían hacerlo. Para él, la cuestión central de la política es el poder del estado, que tiene dos dimensiones: buenas leyes y buenos ejércitos. La acción política no se define por la bondad o la justicia, sino por su eficacia respecto al poder. El príncipe nuevo debe actuar según lo que mejor convenga en cada circunstancia, incluso si implica aplicar remedios crueles e inhumanos. Maquiavelo considera que la naturaleza humana tiende al mal, ya que los hombres buscan el provecho y el interés personal. La "virtud" del príncipe no está relacionada con las virtudes cristianas; debe manipular las situaciones y usar tanto la fuerza del león como la astucia del zorro.
El Idealismo: Las Utopías Renacentistas
Junto al realismo político de Maquiavelo, otro aspecto del pensamiento político del Renacimiento es el idealismo representado por las “utopías”. Destaca la Utopía de Tomás Moro, junto a La ciudad del Sol de Campanella y la Nueva Atlántida de Francis Bacon. Estas obras imaginan un mundo social diferente que supera la insatisfacción de la época. Inspiradas en el humanismo y el modelo platónico de La República, presentan una organización racional donde los habitantes buscan la felicidad. Sus características principales son:
- No hay propiedad privada.
- Todos los ciudadanos son iguales.
- Todos trabajan y disponen de tiempo de ocio para la cultura.
- Viven en un régimen democrático.
- Practican la tolerancia religiosa.
Teorías sobre la Legitimación del Poder (Siglos XVII-XVIII)
En los siglos XVII y XVIII surgieron diversas teorías legitimadoras del poder político. Destacan:
- La teoría del origen divino de la autoridad del monarca.
- La teoría patriarcal, que compara la obediencia al rey con la obediencia al padre.
- El contractualismo, que sostiene que el poder político no es natural, sino convencional, basado en un pacto o contrato entre los ciudadanos.
Según esta última teoría, las leyes deben obedecerse porque los ciudadanos se comprometen a cumplirlas para promover el bien de todos.
El Contractualismo: Tesis Comunes
Los autores contractualistas comparten varias tesis:
- Los seres humanos son individuos independientes, aislados, libres e iguales.
- Los individuos tienen derechos naturales, y la vida social y política puede ser un medio para alcanzarlos, lo que implica una secularización del derecho.
- La vida social y política no es natural, sino el producto de un acuerdo, pacto o contrato entre individuos para preservar los derechos naturales.
- En ausencia de este acuerdo, los hombres viven en un estado de naturaleza, una construcción ideal que describe cómo sería la vida sin leyes.
- La vida social es participación de todos los ciudadanos en el pacto.
Cada autor propone formas políticas diferentes: Hobbes defiende la monarquía absoluta, Locke la monarquía constitucional, Rousseau y Spinoza la democracia, y Kant la república.
Thomas Hobbes: El Leviatán y el Miedo
Thomas Hobbes (1588-1679), en su obra Leviatán (1651), argumenta que el estado de naturaleza es una situación de extremo conflicto donde los hombres compiten por su supervivencia y felicidad. En este estado, “el hombre es un lobo para el hombre” y no hay ley estatal, orden ni seguridad. Los seres humanos buscan constantemente la felicidad, entendida como el éxito continuado en la consecución de sus deseos, lo que los lleva a una búsqueda competitiva de poder que solo termina con la muerte. En el estado de naturaleza, los hombres poseen fuerza y habilidad similares, lo que hace que cualquiera pueda matar a cualquiera. Además, los bienes son escasos, lo que genera competencia y miedo. Para evitar esta situación de miseria, es necesario hacer un acuerdo en el que las personas renuncien a parte de su libertad a cambio de vivir con seguridad y orden. Este acuerdo da todo el poder a un gobernante (el estado), llamado Leviatán, que se encarga de mantener la paz. El contrato es entre los ciudadanos, que ceden parte de su libertad para seguir las leyes. El estado, creado por las personas, tiene un poder muy fuerte. Solo el gobernante es completamente libre y nadie puede rebelarse contra él.
John Locke: Liberalismo y Derechos Naturales
A diferencia de Hobbes, John Locke (1632-1704) afirma que existe un orden natural creado por Dios, con derechos naturales como la libertad, la igualdad y la propiedad privada, que es el resultado del esfuerzo del cuerpo y obra de las manos y puede transmitirse en herencia. El estado social perfecciona el orden natural porque permite convivir con bienestar, paz y seguridad y disfrutar de las propiedades. Locke inaugura el liberalismo, que exige tolerancia y límites al poder político, a diferencia del poder soberano absoluto de Hobbes. Según Locke, el poder se divide en tres ramas:
- El poder legislativo (dicta las leyes).
- El poder ejecutivo (incluye lo que hoy llamamos judicial).
- El poder federativo (declarar la guerra, hacer la paz, alianzas).
El poder legislativo es el poder supremo, pero no puede legislar por encima de los derechos naturales, destruir, esclavizar ni empobrecer a los ciudadanos, y las leyes deben ser públicas y fijas. A diferencia de Hobbes, Locke reconoce el derecho de rebelión si el gobierno no respeta los derechos naturales o si la mayoría retira su consentimiento.
Jean-Jacques Rousseau: El Buen Salvaje y la Voluntad General
Por otro lado, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) critica a Hobbes, afirmando que este ignoró la piedad y la compasión como motivaciones humanas y exageró el riesgo de conflicto en el estado de naturaleza. Para Rousseau, el "hombre salvaje" se mueve por autopreservación y piedad, y trata de evitar el daño a otros porque siente aversión al sufrimiento, incluso si no lo experimenta directamente. Los seres humanos tienen una simpatía natural por los demás y sufren al ver el dolor ajeno. Para Rousseau, el hombre salvaje es fuerte, veloz y autosuficiente, con deseos básicos como comer, dormir y satisfacer su apetito sexual, sin preocuparse por la opinión de los demás. A diferencia de las bestias, el ser humano tiene voluntad libre y la capacidad de mejorarse, lo que lleva al progreso pero también a desgracias. Con la invención de herramientas y la cooperación, surge el tiempo libre y se desarrollan bienes de comodidad y lujo. La agricultura y la metalurgia originan la propiedad privada, lo que genera desigualdad, dependencia, esclavización y guerra. Para proteger las propiedades, se crean reglas sociales de justicia, que benefician principalmente a los ricos, dando origen a las primeras sociedades civiles. Para Rousseau, el estado de naturaleza es un ideal donde el ser humano es libre y vive en armonía, pero la sociedad lo corrompe y lo aleja de su estado natural. Los gobiernos, al basarse en la desigualdad, terminan en despotismo. Por eso, propone un Contrato social donde el poder se cede a la voluntad general, que busca el bien común.
Crítica al Contractualismo
Hume criticó el contractualismo, negando la existencia real de un contrato original y de derechos naturales como entidades metafísicas.