El realismo político de Maquiavelo
Clasificado en Filosofía y ética
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TEMA
Si somos realistas, hemos de reconocer que el gobernante que quiere mantenerse en el poder debe adaptar sus actuaciones a las circunstancias en que vive, no a la bondad moral.
IDEAS PRINCIPALES
• El objetivo de su libro es aportar ideas útiles y, por tanto, va a ocuparse de la realidad, no de situaciones imaginarias, como han hecho otros que han escrito sobre repúblicas inexistentes.
• Los seres humanos no son como deberían ser, no actúan siempre como deberían, de ahí que si una persona intenta ser buena siempre, solo logrará su ruina.
• Un príncipe que quiera mantenerse en el poder tendrá que aprender a ser bueno o malo en función de las necesidades.
RELACIÓN DE LAS IDEAS
El texto comienza con una declaración de principios del realismo político: para que la filosofía política sea útil, ha de ser realista. A continuación, una crítica a quienes han descrito utopías políticas: como los hombres no son como deberían, esas utopías son inalcanzables y no sirven para la práctica política. Concluye con un consejo para los príncipes que se preocupan por mantenerse en el poder: deben adaptar su comportamiento a las circunstancias, no a la moral.
EXPLICACIÓN DE LAS IDEAS
El fragmento comienza con la crítica a quienes describen sociedades ideales e inexistentes. Maquiavelo se refiere a Platón y su República. Subraya que la sociedad real está muy alejada de esas comunidades perfectas, pues el ser humano tiende al egoísmo y a la ingratitud. El mal es una realidad en la naturaleza humana y que el gobernante que lo ignore está condenado a equivocarse. Por ello, quien intente comportarse bien en todo momento buscará su propia ruina. Según él, la política es la ciencia y la técnica de organizar del modo más racional posible la convivencia. El gobernante, para alcanzar el fin público, que es el bien común, a veces tiene que cometer actos inmorales o contrarios a la moralidad vigente. De igual forma, si quiere mantenerse en el poder, en ocasiones habrá de actuar en contra de la moral. Así pues, la contradicción entre ética y política se hace inevitable, pero el gobernante ha de saber anteponer los intereses de la comunidad a sus propios principios éticos, pues la máxima que dirija su acción ha de ser, en primer lugar, la eficacia de su actuación, no los valores morales.