El realismo social en la novela española de los años 50

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En los años cincuenta hubo un fracaso de la autarquía y se inicia una ligera apertura hacia el exterior. La novela abandona la visión existencial y recoge las nuevas preocupaciones sociales. Aunque la censura política, religiosa y sexual siguen vigentes, los autores plantean un compromiso ético ante la realidad; consideran que la literatura debe ser útil para cambiar el mundo, según dice el francés Sartre.

Nace el realismo social, que transmite una intención social y reproduce la realidad que quiere retratar, denunciando la desigualdad, la miseria, el atraso o la falta de libertades. 1954, año inaugural. Novelas de Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Jesús Fernández Santos (Los bravos) El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio y Entre visillos de Carmen Martín Gaite.

Los novelistas sociales comparten las influencias de otros escritores y preocupaciones temáticas y formales. Sienten admiración por Galdós, Clarín, Baroja y Sender. Reciben influencia teórica de los pensadores marxistas y los escritores existencialistas. La novela social puede dividirse en dos corrientes distintas: el objetivismo y el realismo crítico.

El objetivismo

El objetivismo tiene inspiraciones francesas y estadounidenses. En las técnicas narrativas, destaca la desaparición de la figura del narrador y la preferencia por un personaje colectivo que interactúe con un personaje representativo, haciendo que el lector se involucre en la novela para extraer sus propias conclusiones; el predominio del diálogo; condensación espacio-temporal; linealidad narrativa o la narración en tiempos simultáneos. Los temas se basan en la sociedad española contemporánea, en el mundo obrero rural y urbano, en la vida burguesa o en la Guerra Civil.

En este género destaca La colmena de Cela; La noria, de Luis Romero (sobre Madrid y Barcelona); El camino, de Delibes (la vida en el campo) y El Jarama, de Sánchez Ferlosio (sobre la abulia).

El realismo crítico

El realismo crítico es similar al objetivismo, pero la crítica social es más explícita con interpretaciones y valoraciones del autor, y una atención especial al proletariado.

Títulos emblemáticos del realismo social

La colmena (1951) de Cela

Novela de protagonista colectivo; más de trescientos personajes. Los personajes se mueven por dos motivos: el sexo y el hambre. Las acciones transcurren en dos días y el espacio está limitado a una zona de Madrid y a los espacios de relación social de la época. Tiene un panorama colectivo del Madrid de la posguerra. Plasma la realidad de forma objetiva, aunque adopta un tono entre la resignación y la desesperanza. La técnica narrativa predominante es el diálogo y la mínima intervención del narrador permite hablar del punto de vista de la cámara cinematográfica, transmitiendo la sensación de simultaneidad y colectividad.

El Jarama (1956) de Sánchez Ferlosio

Es de técnica objetivista; el narrador se limita a registrar los hechos como si de una cámara cinematográfica se tratara, sin valorarlos ni comentarlos en ningún momento. La obra narra la excursión de unos jóvenes al río Jarama a través de las conversaciones que mantienen dos grupos de personas: los jóvenes excursionistas, que proceden de un barrio obrero de Madrid, y los adultos, que se reúnen en un merendero próximo al río. El tiempo está limitado a unas 16 horas del mismo día. La trivialidad de los diálogos y lo insustancial de los hechos narrados hacen aflorar ante el lector la falta de sueños, de aspiraciones y de ilusión de ambas generaciones. El tedio vital se ve roto con la inesperada muerte de una joven ahogada en el río, que da cierta trascendencia existencial a la novela. Se ofrece una visión fatalista de la vida: los personajes aceptan lo que ocurre como algo inevitable.

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