Reforma Gregoriana: Renovación y Fortalecimiento de la Iglesia en el Siglo XI

Clasificado en Historia

Escrito el en español con un tamaño de 2,63 KB

La Reforma Gregoriana: Renovación y Fortalecimiento de la Iglesia en el Siglo XI

La Reforma Gregoriana fue un movimiento de renovación interna y fortalecimiento jurídico y organizativo de la institución eclesiástica. Su puesta en marcha se hizo bajo la proclama de “la defensa de la libertad de la Iglesia”.

Objetivos de la Reforma

Por un lado, pretendía la consolidación del Papado, que tenía como antecedentes a las doctrinas de primacía del Obispo de Roma elaboradas por los Papas León I y Gelasio I. Este último desarrollaría la tesis de las dos espadas, que sería continuada por Gregorio el Magno y otros personajes como Jonás de Orleans. Ahora se trataba de fijar con más precisión dos principios:

  • La separación entre lo sacro y lo profano, con la fijación de las obligaciones de los laicos.
  • La mejora de la calidad del clero.

Separación entre lo Sacro y lo Profano

La Iglesia planteó la separación entre lo sacro y lo profano, y decidió la superioridad del primero sobre el segundo en cuanto que aquel era el que entendía en el principal asunto del hombre: su salvación eterna.

Mejora de la Calidad del Clero

Respecto a la mejora de la calidad del clero, la Iglesia se empeñó en que los clérigos no debían hacer vida marital y mucho menos aspirar a transmitir a sus hijos los beneficios eclesiásticos. Si los dos primeros aspectos no planteaban problemas de interpretación, no pasaba lo mismo en el tema de la simonía (compra-venta de cargos eclesiásticos). Ella incidía en la práctica de la investidura de cargos eclesiásticos por mano seglar, cuestión que no era de fácil solución.

Primeros Pasos hacia la Reforma

Los primeros pasos para resolver esta contradicción empezaron a cuajar hacia los años 1040 de la mano del emperador Enrique III, quien apoyó decididamente la reforma de la Iglesia. Empezando por la cabeza, sustrajo al Papado de manos de la aristocracia romana, imponiendo tres papas sucesivos, de los cuales el último, León IX, pudo considerarse el primer pontífice reformador. A su círculo pertenecían los hombres que protagonizaron los cambios, siendo el más importante de ellos Hildebrando, el futuro Gregorio VII. Cuando León IX murió, la semilla de su voluntad reformista había prendido y poco después el Papado dio un paso histórico en su proceso de independización respecto a los laicos: desde entonces el Papa sería elegido por los cardenales.

Entradas relacionadas: