Reformas Borbónicas: Centralización Económica y Reinado de Felipe V
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La Centralización Económica Borbónica
El otro lado de la centralización se llevó a cabo en la economía. La introducción de la Nueva Planta significó el fin de las exenciones fiscales de los reinos aragoneses y de la relativa situación ventajosa en la que se encontraban. Se introdujo un nuevo sistema impositivo, como el Catastro en Cataluña o la Talla en Mallorca, que gravaban las propiedades.
En Castilla se mantuvieron los impuestos tradicionales, alcabalas y millones, pero el marqués de la Ensenada emprendió la monumental empresa de registrar las propiedades agrarias de toda España. A pesar de la redacción del Catastro de Ensenada, no se pudo implantar una única contribución.
Dentro de este impulso centralizador se enmarca la creación de un banco “nacional”, respaldo de la Corona, especialmente de la enorme deuda pública que emitía (los “vales”), y que fueron incrementándose con cada guerra. Se creó así el Banco de San Carlos en 1782, antecedente del Banco de España.
Por otra parte, el impulso económico por parte de la Corona se dejó sentir a través de las Reales Fábricas, fundadas por la Corona, y en la creación de las Compañías de Comercio, que trataban de unir regiones españolas con colonias americanas, en un intento de revivir el comercio americano. El poder central se encargaba de estimular todos los aspectos de la economía y de tratar de eliminar las trabas ancestrales que impedían su desarrollo, como en el caso de la agricultura. El monumental “Informe sobre la Ley Agraria” del ministro Jovellanos, apuntaba la necesidad de eliminar el mayorazgo, las tierras amortizadas o el poder de la Mesta. En definitiva, un impulso reformista unificador y centralizador que abarcó todos los aspectos políticos y económicos que estuvieron a su alcance y que pondría las bases del futuro estado liberal del siglo XIX.
El Reinado de Felipe V (1714-1745)
Tras la muerte de Mª Luisa, su primera esposa, el rey se casa con Isabel de Farnesio (1714), lo que significa el distanciamiento de Francia. La nueva política internacional viene ahora determinada por los intereses de la Farnesio, que tenía como consejero al cardenal italiano Julio Alberoni. Los intereses de la Farnesio tendían a la anulación de las cláusulas de Utrecht en lo referente a Italia (Milán, Nápoles y Cerdeña a Austria y Sicilia a los Saboya), recuperando los estados perdidos para asignárselos a sus hijos Carlos y Felipe. Las potencias europeas se opusieron a estos proyectos y después de algunos fracasos militares, Felipe V pidió la paz y desterró a Alberoni.