El Reformismo Borbónico en el Siglo XVIII: Centralización y Unificación en la Monarquía Hispánica

Clasificado en Historia

Escrito el en español con un tamaño de 2,79 KB

El Reformismo Borbónico

1. Consideraciones Generales

En el siglo XVIII, la monarquía española alcanzó la plenitud de su poder, acercándose más al poderío real absoluto. El aumento del poder real se manifestó en el modo de creación del Derecho, que ya no procedía de diversas instancias de poder, sino que emanaba únicamente del rey y de las instituciones dependientes de él. Las principales manifestaciones fueron el absolutismo y el regalismo.

No se operó de modo excesivo contra el poder de la Iglesia, sino contra otras instancias de poder, tales como la señorial, la municipal, la universitaria o la de los reinos. La monarquía combatió las autonomías municipales, procurando la reducción de su facultad normativa, favoreciendo el control del gobierno municipal desde el Consejo Real y absorbiendo la administración de las haciendas municipales. El Estado intervenía de manera constante en materias que años anteriores habían permanecido ajenas a su control. Hubo una mayor intervención en el comercio.

Para que su creciente intervención fuese eficaz, la monarquía de los primeros Borbones procedió a la racionalización institucional de su aparato de poder. La racionalización organizativa fue entendida por los ilustrados como sinónima de centralización y unificación. Un ejemplo de centralización fue el fortalecimiento del Consejo Real.

La tendencia unificadora tuvo su más importante manifestación en los decretos de Felipe V contra Valencia, Aragón, Mallorca y Cataluña. Otro campo en el que también se manifestó la política regalista fue el del gobierno temporal de la Iglesia.

2. La Unificación Impuesta: Decretos de Nueva Planta

Antecedentes

Desde la unión de las coronas de Aragón y Castilla se mantuvo el difícil equilibrio entre la unidad de la monarquía y la diversidad de reinos. Ni siquiera se rompió cuando Felipe IV conquistó militarmente a la rebelde Cataluña, y tras él su hijo Carlos II, respetaron el derecho de Cataluña a pesar de su voluntad separatista. Desde el Tratado de los Pirineos en 1659, Cataluña mostró voluntad de participar en los asuntos de España.

La crisis sucesoria abierta a la muerte de Carlos II provocó nuevas situaciones tensas. Cataluña no aceptó a Felipe V, y en 1705 manifestó sus preferencias por el archiduque Carlos de Austria, ya que no querían que el poder del rey lo tuviese un heredero de la tradición centralista y unificadora de la monarquía francesa y de la dinastía borbónica. Los restantes territorios de la Corona de Aragón secundaron la actitud de Cataluña. La guerra la ganó Felipe V, que contó siempre con el apoyo de los territorios de la Corona de Castilla. Como represalia contra la oposición bélica de los territorios de Aragón, procedió a la...

Entradas relacionadas: