El Reinado de Isabel II y las Transformaciones Políticas en España (1833-1868)

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Las Regencias y el Contexto Político en España (1833-1843)

Consecuencias de la Desamortización

Las consecuencias de la desamortización no fueron las esperadas. Las tierras pasaron de manos de la Iglesia a manos de las grandes familias que pudieron pagarlas, lo que dio origen a los grandes latifundios. Se tardó mucho tiempo en cobrar las tierras desamortizadas, lo que provocó que los recursos se devaluaran. Los campesinos que trabajaban para la Iglesia se quedaron en la miseria o pasaron a manos de nuevos propietarios que endurecieron sus condiciones de vida. A pesar de esto, la productividad de las tierras aumentó.

La Regencia de María Cristina y Espartero

Los intentos de María Cristina de atraer el apoyo de los liberales resultaron inútiles, puesto que la acusaban de ser demasiado moderada. Ante la falta de apoyo, esta decidió abdicar. Debido a la poca edad de su hija Isabel II, se inició la regencia del General Espartero, quien continuó con las medidas llevadas a cabo por María Cristina, como la Constitución de 1837 y la desamortización de Mendizábal. Sin embargo, si algo caracterizó este periodo fueron los continuos pronunciamientos para quitarlo del trono. Fue Narváez quien finalmente lo consiguió, iniciándose así el reinado efectivo de Isabel II.

El Papel del Ejército: Los "Espadones"

Antes de adentrarnos de lleno en el reinado efectivo de Isabel II, es importante mencionar que la vida política española del siglo XIX estuvo marcada por la constante presencia del ejército. Esto se debió a las continuas guerras (Independencia, Carlista, Americana), a la debilidad de las instituciones democráticas, a la incapacidad de la burguesía de llevar a cabo una revolución liberal y a la ambición de muchos militares. Estos militares, conocidos como "Espadones", se fueron convirtiendo poco a poco en líderes políticos (Espartero, Narváez, Serrano, Prim, etc.).

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

El reinado de Isabel II se divide en tres etapas principales:

La Década Moderada (1844-1854)

Fue una época conservadora marcada por la corrupción, en la que el principal problema fue la división de los partidos moderados. En este periodo se elaboró la Constitución de 1845, de carácter moderado, que reconocía:

  • La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • El sufragio censitario.
  • No se reconocía la división de poderes.

Además, en esta etapa se firmó el Concordato de 1851, por el que el Estado y la Iglesia se reconciliaron tras la ruptura provocada por la desamortización. Esta etapa finalizó con un pronunciamiento dirigido por O'Donnell, conocido como la Vicalvarada, que se apoyó en el Manifiesto de Manzanares, elaborado por Cánovas, donde se exponían los males del país.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Tres hechos clave marcaron esta etapa:

  • La elaboración de una Constitución en 1856, llamada Nonata porque nunca entró en vigor.
  • Una nueva desamortización llevada a cabo por Madoz.
  • La Ley del Ferrocarril, que favoreció el desarrollo económico.

La Última Etapa del Reinado (1856-1868)

Fue una etapa muy inestable, en la que se alternaron en el gobierno Narváez y O'Donnell sin que ninguno lograra resolver los problemas del país. Los pronunciamientos y sublevaciones militares eran continuos, como la del cuartel de San Gil, que pretendía terminar con la monarquía.

El Fin del Reinado: La Revolución Gloriosa

En 1866 se firmó el Pacto de Ostende (Bélgica) entre progresistas y demócratas para derrocar a Isabel II y garantizar unos derechos fundamentales. Este pacto desembocó en la Revolución Gloriosa de 1868, que comenzó en Cádiz con la sublevación de los militares Topete, Serrano, Dulce y Prim. Así terminó el reinado de Isabel II con su abdicación.

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