Relativismo Epistemológico y la Naturaleza de la Ciencia
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Un cuarto grupo de filósofos, denominados de variadas maneras, y que por tener en común su relativismo epistemológico vamos a denominar relativistas, consideran que en última instancia la ciencia no es una actividad más racional que la magia, la religión o el mito. La ciencia sólo es una ideología que utilizando el barniz de la “racionalidad” intenta desacreditar otras alternativas explicativas como las mencionadas; sin embargo, la ciencia no tiene más legitimidad racional que la que puedan tener aquellas. Y así, el progreso científico, no se produce por el triunfo de las ideas más razonables, sino por una lucha de intereses, de poderes, de marketing, influencias y persuasiones que, ajenas a cualquier control racional, sólo tienen como fin imponer la propia concepción ideológica como la única válida. En realidad tan legítima es, por ejemplo, la concepción que se denomina “magia” como la denominada “ciencia”; ninguna es más racional que la otra.
Entre los argumentos en los que el relativismo se apoya destacan dos: el que señala la infradeterminación de las teorías, y el que afirma la inconmensurabilidad de los paradigmas.
La Infradeterminación de las Teorías
Lo que el argumento de la infradeterminación de las teorías indica es que una misma colección de hechos, por extensa que sea, puede explicarse con la misma eficacia desde múltiples y antagónicas teorías; por lo tanto no ocurre que los hechos sean los que determinan cuál es la teoría correcta. Los hechos, como mucho, sólo permitirían descartar entre posibles alternativas teóricas, pero sin llegar en ningún caso a determinar la teoría correcta. Y así el relativista concluye que si los hechos no descartan las teorías es que no lo hace un procedimiento racional, sino uno ideológico que enmascara intereses personales tras la aparente objetividad de la ciencia.
La Inconmensurabilidad de los Paradigmas
Los paradigmas, por su parte, son los principios de una rama científica en concreto. Como tales condicionan una serie de elementos epistemológicos de la rama científica en concreto, entre estos está el modo en que se orientará la percepción y comprensión de los hechos, permitiendo unos e imposibilitando otros. Y también son los responsables de qué cosas se constituyan como problemas a explicar por la teoría científica regida por el paradigma.
La actividad científica habitual es la que se desarrolla bajo la influencia de un paradigma dominante, se denomina ciencia normal y viene a consistir en intentar explicar las anomalías que puedan surgir. Una anomalía es un hecho que no encaja con lo que las leyes científicas establecidas a partir del propio paradigma predice que debería ocurrir.
Pues bien, en ocasiones ocurre que las anomalías se multiplican, y parece como si la investigación científica quedara suspendida, porque los científicos no son capaces de explicar, desde el paradigma que manejan, la mayoría de los problemas que se abren ante ellos. Es en esos momentos cuando se abre un periodo denominado ciencia revolucionaria en el que algunos investigadores se cuestionan la validez del propio paradigma y proponen paradigmas alternativos. El nuevo paradigma explicará todos los hechos —o la mayoría— desde una óptica distinta. A partir de que varios científicos orienten su actividad científica desde ese nuevo paradigma, se produce una alternativa al antiguo que, a la larga, puede triunfar e imponerse sobre el anterior.
El concepto de “paradigma” es el que clarifica la noción de progreso científico. Si se analiza la historia de la ciencia se observa que el progreso científico no consiste en la acumulación paulatina y continua de leyes científicas; más bien ocurre que la ciencia progresa a “saltos” de paradigma. Y en cada salto de paradigma se declara falso todo, o casi todo, el conocimiento que había acumulado el paradigma anterior. Una vez establecido el nuevo paradigma, el científico, realizando ciencia normal, va acumulando leyes bajo el supuesto de la validez de ese paradigma, hasta que un nuevo paradigma descarta al anterior.
Pues bien, es a partir del concepto de “paradigma” que los relativistas establecen su argumento de la inconmensurabilidad de los paradigmas. Lo que tal argumento señala es que si los paradigmas dicen cómo hay que ver y entender la realidad, entonces, dados dos paradigmas distintos, no dispondríamos de ningún procedimiento racional para poder compararlos entre sí, ya que se refieren a “realidades” distintas. Que no podamos compararlos entre sí para establecer cuál es mejor hace que sean inconmensurables y, si siendo inconmensurables, uno se impone sobre otro, no será por una decisión racional, sino ideológica.