Relatos del Amazonas: Vida y Tradiciones en El Idilio

Clasificado en Lengua y literatura

Escrito el en español con un tamaño de 4,34 KB

Capítulo Primero: Un Vistazo a El Idilio

Todo comienza en El Idilio, un pequeño pueblo perdido en el Amazonas. El dentista Rubicundo Loachamín tiene su consulta al lado del muelle; allí mismo, en una silla portátil, atiende a sus pacientes. Mientras, el Sucre, un viejo barco, espera a que termine de arreglar bocas para zarpar. El barco visitaba El Idilio dos veces al año, y muchos de sus habitantes esperaban con ansias la llegada del dentista. Los únicos que no iban a su consulta eran los jíbaros, indígenas rechazados por su propio pueblo y por los Shuar por estar embelesados con las costumbres del hombre blanco. Los Shuar, al considerarlos degenerados por adoptar las costumbres de los blancos, vestían harapos y afilaban sus dientes para comer monos. Había una gran diferencia, porque los Shuar eran orgullosos y conocían a la perfección la región amazónica. En esta zona, eran muy bárbaros, hasta tal punto de jugarse todos sus dientes en una apuesta.

Al acabar, el doctor vio pasar la canoa de un Shuar que traía a un gringo muerto. Enseguida fueron a buscar al alcalde. El doctor Loachamín se dirigió a un extremo del muelle al ver a un viejo amigo, Antonio José Bolívar Proaño, y empezaron a charlar sobre tiempos mejores.

Capítulo Segundo: La Autoridad del Pueblo

El alcalde era la máxima autoridad, obeso, sudaba sin descansar y daba temor; le pusieron de apodo “La Babosa”. Sus únicas misiones eran sudar y estirar la cerveza para que no se le terminara. Cuando la suerte estaba de su parte y había buena cosecha, alguien le traía whisky. El anterior alcalde era querido en el pueblo, con el lema de "vivir y dejar vivir". Pero, igualmente, era la máxima autoridad del pueblo, y lo que él decía se tenía que hacer. En cuanto llegó al muelle, y después de echarle un vistazo al muerto, les echó la culpa a los dos Shuar que lo habían traído, y ellos lo negaron. En ese momento intervino Antonio José Bolívar, diciéndole al alcalde que se equivocaba. Antonio José siguió mirando el cadáver y dedujo que lo había matado una tigrilla. El alcalde acusó a los Shuar de nuevo, de que el crimen lo habían cometido ellos para robarle. Pero el cadáver tenía todas sus pertenencias. Antonio José les habló en su idioma, y los Shuar se marcharon rápidamente río arriba en la canoa.

Al verse humillado, el alcalde se marchó, y el dentista y el viejo Antonio José se quedaron hablando, fumando y bebiendo mientras miraban el río. El dentista le había traído novelas de amor, al gusto del viejo, de esas que le hacían llorar pero que acababan con un final feliz. El viejo tenía una mujer como dama de compañía. José Bolívar ya contaba con sesenta o setenta años, tenía ganas de vivir, incluso de casarse.

Capítulo Tercero: Entre Dos Mundos

Antonio José sabía leer, pero no escribir; solo sabía escribir su nombre. Vivía en una choza que medía unos diez metros cuadrados, con techo de paja trenzada, una cama, una mesa muy alta para comer de pie por sus dolores de espalda, una hamaca y el retrato de su boda. Su casa estaba situada frente al río. De joven había estado casado con Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento. Los dos se mudaron a vivir a El Idilio muy jóvenes, pero la mujer murió a los dos años por culpa de la malaria. Al verse solo, Antonio José aprendió el idioma Shuar y participó con ellos en cacerías. Aprendió muchas cosas de ellos; los Shuar eran como su familia, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos. Aun así, con los Shuar se sentía cómodo, en su mundo, e iba casi desnudo por las calles.

Solía cazar junto a su compadre Nushiño, un Shuar llegado de tierras lejanas. Al llegar nuevos colonos y buscadores de oro a sus tierras, aparecieron los problemas. Un día, habían ido los dos a cazar y, de repente, mataron a Nushiño de un disparo. Antonio José persiguió al asesino hasta darle muerte. Debía darle fin con un dardo envenenado; así, reduciría su cabeza con la expresión de un guerrero, esa era una tradición Shuar. Pero se equivocó y acabó matándolo con un disparo. A causa de esto, la tradición de los Shuar había quedado rota, y Antonio José no podría volver a estar con ellos; debía marcharse y dejar esa vida.

Entradas relacionadas: