Relatos Clásicos: Tragedias y Odiseas
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Muerte de Laocoonte y sus Hijos
Laocoonte, sorteado para realizar un sacrificio a Neptuno cerca de la playa, fue víctima de la ira divina. Apolo, desde Ténedos, envió dos serpientes a través de las olas del mar para matar a sus hijos. Laocoonte intentó socorrerlos, pero las serpientes también lo mataron. Los troyanos creyeron que esto sucedió porque Laocoonte había lanzado una lanza contra el caballo de Troya.
Eneas Huye de Troya y Comienza su Periplo
Eneas, hijo de Venus y Anquises, durante la destrucción de Troya, rescató del incendio a los dioses Penates, a su padre y a su hijo Ascanio. Con ellos llegó al monte Ida y, tras construir veinte naves, advertido por las profecías de los dioses, se hizo a la mar. Llegó a Tracia y fundó la ciudad de Enos, nombrada en honor a él.
Aníbal Avanza en Italia
La Estrategia de Quinto Fabio Máximo
Tras la batalla, Aníbal se dirigió a Roma sin encontrar resistencia. Se detuvo en los montes cercanos a la ciudad. Después de algunos días, regresó a Capua. Quinto Fabio Máximo, dictador romano, le salió al paso en el territorio de Falerno. Aníbal, cercado por los desfiladeros, logró escapar de noche con su ejército sin sufrir bajas.
Lamentos en el Desierto
Las Quejas de los Israelitas
Toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto. Los hijos de Israel les dijeron: "¡Ojalá hubiéramos muerto en tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos! ¿Por qué nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud?" (Éxodo 16, 2-3)
Nota
Israel es una palabra indeclinable y funciona como complemento del nombre en ambos casos. Moisés y Aarón son nombres propios de declinación griega.
La Caída de Constantinopla
Lamento de Eneas Silvio Piccolomini
¿Qué decir de los innumerables libros que allí había, aún desconocidos por los latinos? ¡Ay! ¡Cuántos nombres de grandes hombres se perderán ahora! Esta es la segunda muerte para Homero, el segundo óbito para Platón. ¿Dónde buscaremos ahora los talentos de los poetas o filósofos? La fuente de las musas se ha extinguido. (Eneas Silvio Piccolomini, Obras, p. 715)