El Renacimiento: Orígenes, Evolución y Legado Artístico en Italia y España
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El Renacimiento: Contexto Histórico y Cultural
El Renacimiento es un amplio movimiento cultural que se desarrolló en Europa occidental, caracterizado por el antropocentrismo (el hombre como centro).
La belleza no va a ser ya el reflejo de la divinidad, como en el arte medieval, sino que se basa sobre todo en la armonía y en la proporción, siguiendo cánones de belleza semejantes a los del mundo clásico.
Como es lógico, es en Italia donde cristaliza antes esta visión del mundo y del arte, ya que a lo largo de toda la Edad Media perduraron los elementos clásicos. Italia siempre estuvo en contacto con los abundantísimos restos del mundo romano presentes en su territorio (estas obras de arte resultaron inspiradoras para los artistas italianos).
Otro factor decisivo que hizo posible que el Renacimiento surgiese en Italia era su prosperidad económica. Situada en el centro del Mediterráneo, Italia se convirtió en un lugar estratégico para las rutas comerciales entre Europa y Asia. Las ciudades mercantiles italianas se enriquecieron gracias al comercio de seda y de especias. Independientes y orgullosas, esta riqueza las llevó a competir entre sí en el ámbito de la cultura, las artes y las ciencias. Cada príncipe estaba dispuesto a gastar fortunas para rodearse de los mejores artistas con el fin de poder tener las obras y los monumentos más bellos, surgiendo así la figura del mecenas.
La ciudad en la que primero se originó el movimiento artístico del Renacimiento fue Florencia. Los Medici, hábiles comerciantes y negociadores, fueron los principales mecenas. A principios del siglo XVI, la importancia artística de Roma crece hasta casi desbancar por entero a Florencia.
En Roma, en torno a la corte pontificia (primero con Julio II y después con León X), se agrupan artistas de las más diversas procedencias. Estos artistas se identifican con los ideales de grandeza del papado humanista y, estudiando los restos de la antigüedad clásica, formulan un nuevo arte solemne y monumental.
Síntesis del Renacimiento Italiano
El Renacimiento italiano se desarrolla en 3 etapas:
- Quattrocento (siglo XV)
- Cinquecento (primera mitad del siglo XVI)
- Manierismo (segunda mitad del siglo XVI)
En el Quattrocento, Florencia es el centro. La familia Medici son los principales mecenas.
En el Cinquecento, Roma es el centro. Los papas Julio II y León X son los principales mecenas.
En el Manierismo, Italia no tiene una ciudad que prevalezca como centro.
El Renacimiento en Italia: Arquitectura
La arquitectura renacentista en Italia se caracteriza por el regreso a los principios clásicos de la antigüedad grecorromana, buscando la armonía, la proporción y la simetría. Este movimiento se desarrolla en 3 etapas: Quattrocento (siglo XV), Cinquecento (primera mitad del siglo XVI) y Manierismo (segunda mitad del siglo XVI).
Durante el Quattrocento, el centro principal del Renacimiento será Florencia, donde la figura del mecenas, en este caso los Medici, tendrá un papel importante. En la arquitectura del Quattrocento renace el empleo de los elementos constructivos clásicos: el arco de medio punto, las columnas y pilastras con los órdenes clásicos (dórico, jónico, corintio y compuesto), la bóveda de cañón, la cúpula, etc.
En la estructura y en las plantas se buscan efectos de calculada y matemática perfección y se persigue la diafanidad de los espacios en contraposición a la coloreada atmósfera de las catedrales góticas.
El primer gran arquitecto del Quattrocento italiano es Filippo Brunelleschi, conocido por la cúpula de la Catedral de Florencia, una obra que combina la estética clásica con la innovación técnica que supuso el empleo de una estructura en forma de espina de pez. Suya es también la iglesia de San Lorenzo, de elegantísimas proporciones y con la particularidad de incorporar un trozo de entablamento interpuesto entre el capitel de las columnas y el arranque del arco.
Leon Battista Alberti, importante tratadista con obras como De re aedificatoria, destaca como arquitecto con construcciones de una extraordinaria monumentalidad como la fachada de la iglesia de San Andrés en Mantua, inspirada en los arcos de triunfo romanos, y la fachada de la iglesia de Santa Maria Novella, en la que aplica principios clásicos como la proporción áurea. En la arquitectura civil destaca el palacio Rucellai; su fachada, con órdenes superpuestos de influencia romana, servirá de modelo para otras obras similares.
El Cinquecento traslada el centro artístico a Roma. En este periodo la arquitectura renacentista alcanza su apogeo.
Donato Bramante, con el templete de San Pietro in Montorio, su obra más famosa, introduce el uso de la planta central y la simetría.
Miguel Ángel, aunque más conocido como escultor y pintor, también destaca en arquitectura con obras como la Cúpula de la Basílica de San Pedro, convirtiéndola, al suprimir las torres del proyecto inicial de Bramante, en el elemento más expresivo de la construcción.
Hacia la segunda mitad del siglo XVI surge el Manierismo, periodo en el que se siguen empleando los elementos del vocabulario clásico, pero buscando mayor complejidad y mayor expresividad. En el Manierismo se empieza a sustituir la serenidad por la tensión y la medida por los efectos de sorpresa, anticipando, en cierta medida, el Barroco. Los arquitectos empiezan a experimentar con la escala y la proporción, alejándose de la rigidez clásica. En este período destaca Andrea Vignola, arquitecto que en el interior de la iglesia de Il Gesù anticipa los principios de la estética de la Contrarreforma del Barroco.
Destaca también en esta etapa Andrea Palladio; conocido por la Villa Rotonda, en la que resulta claramente visible la herencia de los templos romanos en las cuatro fachadas porticadas.
El Renacimiento en Italia: Pintura
El Renacimiento es un amplio movimiento cultural que se desarrolló en Europa occidental durante los siglos XV y XVI.
El Renacimiento supone la recuperación de la antigüedad clásica y la desaparición del mundo medieval. En esta evolución tuvo una importancia decisiva el humanismo, una corriente cultural que se impuso entre los intelectuales y que se caracterizó por conceder un gran valor al arte de la antigua Grecia y Roma, así los artistas toman las obras clásicas como modelos de perfección a imitar.
En este momento surge la figura del mecenas, que además de fomentar el arte se sirve de él para sus propios fines (políticos, económicos o de prestigio social).
Desde el punto de vista formal y técnico se produce un avance en los sistemas de representación:
- Los artistas exploran los efectos de claroscuro (los juegos de luz y sombra) creando obras que dan sensación de tridimensionalidad.
- Aplican la perspectiva lineal y la perspectiva aérea para conseguir sensación de profundidad.
- Los artistas hacen estudios anatómicos para dotar de naturalidad y realismo a las figuras.
En cuanto a la temática, en un principio los artistas se centraron en los temas religiosos, pero con el paso del tiempo incorporaron el retrato y las escenas mitológicas.
Desde la perspectiva social, se puede afirmar que se pasó del artista artesano a la figura del artista creador.
Uno de los pioneros de este movimiento fue Giotto, quien a principios del siglo XIV (Trecento), rompe con las convenciones bizantinas. Su interés por la representación realista de las emociones y de la tridimensionalidad, en obras como la famosa serie de frescos de la Capilla Scrovegni, sentó las bases para el desarrollo de la pintura renacentista.
En el siglo XV, Quattrocento, gracias al mecenazgo de familias como los Medici, el centro de interés será la ciudad de Florencia. Allí destacarán pintores como Masaccio, Piero della Francesca y Botticelli.
Acaballado entre finales del siglo XV y comienzos del XVI encontramos a Leonardo da Vinci, una de las figuras emblemáticas del Renacimiento. Obras como La Última Cena, La Virgen de las Rocas o La Gioconda son ejemplos magistrales de su técnica del sfumato, con la que consigue transiciones suaves entre las formas eliminando los contornos nítidos (lo que produce la impresión de inmersión total en la atmósfera). También fue un innovador en el estudio de la anatomía y de la perspectiva lineal y aérea, lo que le permitió crear composiciones más dinámicas y realistas.
Ya en el siglo XVI, Cinquecento, Roma será el centro de interés. Allí autores como Rafael y Miguel Ángel trabajarán en el Vaticano. Rafael, que pintará los frescos de las Estancias del Vaticano, es conocido por la perfección de su clasicismo. Obras como La Escuela de Atenas reflejan su dominio en la representación de la figura humana y su maestría en el uso de la perspectiva arquitectónica. Rafael también destacó pintando retratos en los que capta con gran delicadeza la esencia de sus modelos.
Miguel Ángel, aunque más conocido por su escultura, también dejó una huella imborrable en la pintura. Sus frescos en la Capilla Sixtina son una prueba de su genio artístico, destacando la escena que representa la Creación de Adán (en el techo) y el Juicio Final (en el testero). Miguel Ángel combinó un profundo conocimiento de la anatomía humana con una enérgica expresividad, creando figuras grandiosas que destacan por su volumen y su dinamismo. También sobresale por el dominio de los escorzos, representando muchas veces las figuras en actitudes difíciles.
Tras el saqueo de Roma en 1527 la ciudad entra en decadencia y el foco artístico deriva hacia Venecia, ciudad rica gracias al comercio marítimo y a la habilidad política de sus gobernantes.
Hacia mediados del siglo XVI surge el Manierismo, pero Venecia produce un arte sereno y sensual, que invita al goce inmediato de la realidad, frente al arte crispado del Manierismo del resto de Italia.
La pintura veneciana se caracteriza por conceder gran importancia al color y a la luz, con predominio de tonos cálidos y vibrantes aplicados con manchas sueltas.
En Venecia destacan artistas como Tintoretto, Veronese y Tiziano. Tiziano es el artista que llevó la técnica veneciana a las cotas más altas. La Venus de Urbino y el Retrato de Carlos V en la Batalla de Mühlberg son obras destacadas de Tiziano que influirán en artistas posteriores.
En resumen, durante el Renacimiento cada artista aportó su visión única, contribuyendo a un legado que sigue inspirando a artistas y amantes del arte.
El Renacimiento en Italia: Escultura
Entre los siglos XV (Quattrocento) y XVI (Cinquecento y Manierismo) se produjo una profunda transformación en la escultura renacentista italiana respecto a los antiguos modelos medievales.
Este período se caracteriza por un renovado interés por la antigüedad clásica, la exploración de la figura humana y la búsqueda de la perfección en las formas. Predominarán los temas religiosos, mitológicos y retratistas.
En la escultura del Quattrocento, igual que en la arquitectura y la pintura, el foco principal será Florencia gracias al mecenazgo de los Medici. Uno de los primeros grandes escultores de este periodo fue Lorenzo Ghiberti, célebre principalmente por sus Puertas del Baptisterio de Florencia, conocidas como las Puertas del Paraíso. Ghiberti combinó la técnica del relieve con una rica narrativa visual, utilizando la perspectiva para dar profundidad a sus obras (schiacciato). Su estilo se caracteriza por la elegancia y la delicadeza, además de centrarse en la representación naturalista de figuras.
Otro escultor destacado es Donatello, considerado uno de los padres de la escultura renacentista. Su obra más famosa, el David, constituye un hito en la escultura por ser la primera representación en bronce de un desnudo masculino desde la antigüedad, y su pose recuerda el contrapposto de las esculturas griegas clásicas. Donatello rompió con las convenciones de su época al infundir a sus figuras gran expresividad y dinamismo. Su habilidad para captar la emoción y el movimiento y plasmarlos en piedra y bronce marcaron un antes y un después en la escultura, llevando la representación del cuerpo humano a una perfección que no se había visto desde la Grecia y Roma clásicas. Con obras como el Condotiero Gattamelata recupera la antigua tradición romana del retrato ecuestre.
En el Cinquecento la cima del clasicismo escultórico será Miguel Ángel. Su David es un símbolo del Renacimiento en sí mismo, no solo por su maestría técnica, sino también por la fuerza y tensión emocional que transmite. Miguel Ángel también es conocido por su monumental Piedad del Vaticano, donde su capacidad para captar la anatomía humana y la expresión emocional es asombrosa. Trabajará en la tumba del Papa Julio II, en la que resalta la figura de Moisés, modelo de expresividad gestual por su Terribilità. En la Basílica de San Lorenzo, en Florencia, destaca la tumba de los Medici con espléndidas estatuas de Julián y Lorenzo; en este conjunto escultórico, además de plasmar magistralmente las diferentes personalidades de los dos hermanos, desarrolla la técnica de lo no finito. Miguel Ángel representa la cúspide del mundo escultórico en la historia del arte, pues transformó la escultura en una forma de arte que comunicaba tanto la belleza como la profundidad del espíritu humano.
Finalmente, a partir de mediados del siglo XVI, aparece el Manierismo (estilo de transición entre el Renacimiento y el Barroco). La figura más representativa puede ser la de Benvenuto Cellini, escultor y orfebre, conocido por su estilo dramático y su técnica virtuosa. Su obra más famosa, Perseo con la cabeza de Medusa, es un ejemplo impresionante de su capacidad para combinar narrativa con técnica. Cellini no solo destacó en la escultura, sino que también escribió una autobiografía que proporciona una visión fascinante de la vida artística del Renacimiento.
El Renacimiento en España
El siglo XVI, que coincidirá con el final de los reinados de los Reyes Católicos, y los de Carlos I (1516-1556) y Felipe II (1556-1598), marcará la expansión del Renacimiento en España, facilitada por las constantes relaciones con Italia, por la presencia de artistas italianos en la Península Ibérica y por la formación italiana de arquitectos españoles. Pero la llegada del estilo e ideales renacentistas se vio obstaculizada, en un principio, por el auge extraordinario del gótico final y por el mecenazgo de la Iglesia, que impedía una visión más humanista.
Arquitectura Renacentista en España
En España durante el primer tercio del siglo XVI solo se aplicaron los nuevos modelos renacentistas en elementos decorativos sobre estructuras góticas. Este primer estilo renacentista de transición se conoce como Plateresco (primer tercio del siglo XVI), por la similitud de la ornamentación de las fachadas con el trabajo de los plateros. Se caracteriza por la profusión de elementos decorativos: medallones, emblemas heráldicos, columnas y grutescos. Ejemplos de estilo plateresco son la fachada de la Universidad de Salamanca y la del Hospital Real de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela.
A partir del segundo tercio del siglo XVI, durante el reinado de Carlos I (Carlos V de Alemania) el gusto por lo decorativo deja paso a un estilo más austero en el que se desarrollan plenamente las formas arquitectónicas renacentistas: el arco de medio punto, la bóveda de cañón (sustituyendo a los arcos apuntados y a las bóvedas de crucería góticos), la cúpula sobre pechinas, los frontones, los pilares y las columnas con los órdenes clásicos. Este estilo es conocido como Purismo. Un ejemplo destacado del estilo purista es el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro Machuca.
Con la llegada al trono de Felipe II, el clasicismo se implanta oficialmente como vehículo de propaganda imperial. La arquitectura olvida lo decorativo y triunfa lo arquitectónico y lo sobrio. Es de este período el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, iniciado por Juan Bautista de Toledo; tras su muerte las obras fueron continuadas por Juan de Herrera. La rigurosa sobriedad formal de El Escorial y la ausencia de decoración define un nuevo estilo arquitectónico que recibe el nombre de estilo herreriano o escurialense.
Escultura Renacentista en España
En el siglo XVI los escultores tomaron como modelos a Donatello y Miguel Ángel. Bartolomé Ordóñez fue el autor de la tumba de Felipe el Hermoso y Juana la Loca en la Capilla Real de Granada. La influencia de Miguel Ángel es evidente en Juan de Juni y Alonso Berruguete. Estos dos escultores son considerados los fundadores de la escuela escultórica de Valladolid. De Juan de Juni destaca por su expresividad la Virgen de las Angustias y de Alonso Berruguete tenemos que mencionar la sillería del coro de la catedral de Toledo.
Pintura Renacentista en España
El nuevo lenguaje renacentista se introduce a partir de los primeros años del siglo XVI y los artistas toman como modelos los estilos flamenco e italiano. Predomina la temática religiosa.
La pintura flamenca, más cercana a la pintura gótica, se introdujo con la llegada de artistas flamencos como Pedro de Campaña. Los modelos italianos se difunden por la llegada de artistas extranjeros o por la estancia de artistas españoles en Italia. El centro más importante será Valencia, con pintores que se apropian del estilo de Leonardo y Rafael, como Juan de Juanes, que se caracteriza por el sereno equilibrio; su Santa Cena destaca por la dulzura en los rostros de los personajes. En Castilla sobresalen Juan de Borgoña y sobre todo Pedro Berruguete, todavía deudor de la pintura del Quattrocento, y su hijo Alonso Berruguete, influido por Miguel Ángel.
En el periodo manierista uno de los pintores más interesantes es Luis de Morales. Su estilo, muy personal, funde el gusto por el pormenor y el detalle (de influencia flamenca) con el sfumato leonardesco. De sensibilidad piadosa y ascética crea obras que invitan a la devoción; en este sentido es destacable su Virgen con el Niño, que se puede contemplar en el Museo del Prado.
En el Manierismo destaca también la pintura hecha para El Escorial y la figura de El Greco merece un capítulo aparte.
El Greco y San Lorenzo de El Escorial
El Greco
Es el gran genio de la pintura renacentista en España. Su nombre era Doménikos Theotokópoulos (1541-1614), apodado El Greco por su origen griego. En sus inicios estuvo influenciado por la pintura bizantina. En su juventud viajó a Italia, donde aprendió de los maestros del Renacimiento, principalmente de Miguel Ángel y de los pintores coloristas venecianos. Durante el reinado de Felipe II llega a Castilla con la intención de trabajar en las obras del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Al rey no le gustó su estilo y abandona la corte. Se instaló en Toledo en 1577, donde creó obras maestras que definieron un estilo muy personal.
Su obra se caracteriza por:
- Cromatismo muy vivo con tendencia a un predominio de colores fríos (grises, verdes y azules) combinados con tonos cálidos (rojizos y amarillos).
- Contrastes de luz y oscuridad, con luces artificiales que no provienen de un foco bien definido.
- Complejidad en las composiciones, manieristas y muy dinámicas.
- Representaciones con figuras muy alargadas, con tendencia a impulsar los cuerpos hacia arriba, con movimientos helicoidales parecidos a una llama, y gestos que infunden espiritualidad al conjunto.
- En gran parte de su obra representa dos escenas a diferentes alturas: lo terrenal y lo celestial, otorgando a sus cuadros más de un centro de atención.
- Suprime progresivamente los paisajes de fondo por cielos tormentosos con nubes.
Entre sus obras destacan: el Martirio de San Mauricio, el Entierro del Señor de Orgaz, la Adoración de los Pastores, el Expolio, el Caballero de la Mano en el Pecho.
Monasterio de El Escorial
Obra dirigida primero por Juan Bautista de Toledo y posteriormente por Juan de Herrera. Fue un encargo de Felipe II para conmemorar la victoria en la Batalla de San Quintín contra los franceses en 1557, justo el día de San Lorenzo.
El edificio se compone de una residencia-palacio, una biblioteca, una iglesia, un monasterio, un panteón real y varios patios.
El Escorial adopta una forma que evoca la parrilla en clara alusión al martirio de San Lorenzo.
- Se caracteriza por la desnudez decorativa y el rigor geométrico; predominan las aristas vivas.
El conjunto ocupa un rectángulo de 207x161 metros, con cuatro torres en las esquinas coronadas por chapiteles o agujas recubiertas de pizarra y cubierta a dos aguas con ventanas y chimeneas.
A la sobriedad de la piedra de granito gris se suma el uso del orden toscano gigante en la mayor parte de su conjunto y del dórico en la iglesia. La iglesia es de planta de cruz griega con una gran cúpula.
El estilo de El Escorial se conoce como herreriano, por el nombre del arquitecto principal, y ejercerá una gran influencia en otras obras contemporáneas (Catedral de Valladolid) y posteriores en los inicios del Barroco (Plaza Mayor de Madrid).