Renovación de la Iglesia en la Edad Media: Reformas, Movimientos y Herejías
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La Renovación de la Iglesia
El Cesaropapismo
Tras la época carolingia, la Iglesia se integró plenamente en las estructuras feudales. Esto permitió la intervención de los poderes laicos en la esfera eclesiástica. Los grandes señores controlaban el nombramiento de altos cargos religiosos, y en Roma, unas pocas familias controlaban la elección de papas y miembros de la curia.
Esta situación dio lugar a una marcada tendencia cesaropapista de los emperadores alemanes. Al considerar su autoridad de origen sagrado, buscaban dominar el papado. Este fenómeno alcanzó su punto máximo con el emperador Enrique III, quien controlaba la Iglesia alemana e intervenía en la política romana, imponiendo su voluntad en la elección de papas.
La Reforma Gregoriana
Tras la muerte de Enrique III, los papas buscaron una reforma interna de la Iglesia para contrarrestar el cesaropapismo, inspirada en la reforma cluniacense. Los reformadores, agrupados en torno al papa León IX (1049-1054), pretendían combatir los males derivados de la feudalización de la Iglesia:
- Nicolaísmo: Concubinato de los clérigos.
- Simonía: Compraventa de cargos eclesiásticos.
- Investidura laica.
Otras ideas reformadoras incluían:
- Fortalecimiento de la autoridad papal.
- Unificación de la liturgia.
El objetivo final era la “libertad eclesiástica”, que comprendía:
- La inmunidad judicial del clero.
- La inviolabilidad de los bienes de la Iglesia.
- La independencia del papa frente al emperador.
Estas aspiraciones implicaban una concepción teocrática de la sociedad y el poder: la Iglesia poseía la autoridad moral suprema y el control de los actos del gobierno temporal.
Los planteamientos de la reforma se plasmaron en obras de Humberto de Silva y Pedro Damián. El monje Hildebrando fue nombrado papa Gregorio VII (1073-1085), quien promulgó el Dictatus Papae (1075). Sus 27 disposiciones definían la plenitudo potestatis papal:
- Sólo el papa merecía ser llamado universal.
- Sólo el papa podía nombrar y deponer obispos.
- Sólo el papa tenía capacidad legislativa en la Iglesia.
- Sólo el papa podía liberar a los súbditos de un rey indigno con la excomunión.
Este contexto condujo al conflicto con el poder laico: la Querella de las Investiduras.
A lo largo del siglo XII, la reforma gregoriana también abordó cuestiones organizativas y hábitos sociales del clero:
- Se delimitaron diócesis y parroquias (en una época de gran crecimiento demográfico).
- Se generalizó y reguló el cobro del diezmo eclesiástico.
- Se constituyeron los cabildos catedralicios.
- Se fijó el número de sacramentos y las obligaciones mínimas de los fieles (comunión pascual y confesión anual).
- Se sacralizaron rituales como la ceremonia de ser armado caballero.
- Se generalizaron las peregrinaciones y el culto a las reliquias.
En resumen, se produjo un intenso proceso de sacralización de la sociedad feudal.
Nuevas Formas de Monasticismo y Piedad Popular
La renovación también se manifestó en nuevos estilos de vida monástica. El siglo XI marcó el esplendor de la reforma cluniacense (1400 fundaciones, 11.000 monjes), que discurrió en paralelo a la reforma gregoriana, contribuyendo a la difusión de sus planteamientos (Gregorio VII era cluniacense) y al restablecimiento de la disciplina eclesiástica.
El Císter
El movimiento monástico más destacado fue el Císter, fundado en 1109 por Roberto de Molesme en Citeaux, para restaurar la pureza de la regla benedictina. Su tercer abad, Esteban Harding, redactó la Carta de Caridad (1120), que regiría la comunidad:
- Rechazo a la riqueza y al lujo.
- Simplicidad de ritos litúrgicos.
- Exaltación del trabajo manual en el campo.
- Rechazo a aceptar rentas o trabajo directo de campesinos en los monasterios.
Su crecimiento fue espectacular. San Bernardo acomodó los ideales iniciales a esta expansión acelerada y fundó los monasterios de Claraval, La Ferté, Pontigny y Morimond. La orden era gobernada por un abad general y un capítulo general, formado por todos los abades, que se reunían anualmente. El Císter desempeñó un papel importante en la expansión agraria y la ganadería lanar.
Las clases populares también buscaron la espiritualidad:
- Unos se asociaron a la vida monástica como “legos” o “conversos”, ampliando la capacidad laboral de los monasterios.
- Otros se agruparon en vida comunitaria: beguinas (mujeres) y begardos (hombres), pronto desacreditados por sospechas de herejía.
- En las ciudades proliferaron cofradías religiosas de laicos para actividades en común y apoyo mutuo. Algunas corporaciones de oficios tienen su origen en estas cofradías.
También destaca el nacimiento del misticismo femenino: Hildegarda de Bingen, Isabel de Schönau, las benedictinas de Helfta.
Los Movimientos Heréticos
Surgieron a finales del siglo XII como un resultado inesperado de la renovación espiritual impulsada por la Iglesia. Cuando estos movimientos contradijeron la autoridad papal para fijar dogmas y cuestionaron la disciplina y organización eclesial, se adoptaron medidas represivas. Hubo movimientos iniciales como los patarinos de Milán o la revuelta comunal de Arnaldo de Brescia en Roma.
Herejía Valdense o los Pobres de Lyon
Fundada por Pedro Valdo, comerciante de Lyon, quien abandonó sus bienes para dedicarse a la predicación itinerante y la mendicidad. Inicialmente tolerados por su pobreza voluntaria dentro de la ortodoxia, los excesos en las predicaciones y los ataques al clero provocaron la excomunión de sus integrantes por el papa Lucio III. Algunas ramas de la herejía (francesa y española) se reintegraron a la Iglesia, mientras que otras (pauperes lombardi italianos) se mantuvieron en la heterodoxia y fueron perseguidos por Inocencio III.
Catarismo
Fue más allá de la heterodoxia, convirtiéndose en una religión distinta, con su propia organización y enfrentada al cristianismo. Se basaba en el maniqueísmo, la creencia de que el universo se compone de dos mundos en conflicto: uno espiritual, creado por Dios, y otro material, forjado por Satán. Se organizaban en una minoría de “perfectos” y los “fieles”. Esta división no implicaba diferencias de clase, ya que integraba a nobles, ciudadanos, clérigos y campesinos. Rechazaron los sacramentos tradicionales e instituyeron el consolamentum, el acto litúrgico de renuncia al mundo, administrado a los perfectos (que debían vivir en castidad, abstinencia y pobreza) y a los fieles antes de la muerte. La herejía fue derrotada en 1229, beneficiando políticamente a los reyes franceses, que incorporaron la región a sus dominios.
Las Órdenes Mendicantes
Surgieron a principios del siglo XIII como respuesta a las necesidades de una nueva espiritualidad, derivada de la expansión urbana. Fueron protegidas por el papado.
Orden de Predicadores o Dominicos
Nació en Toulouse (1215) bajo la regla de San Agustín. Su objetivo era la predicación y el estudio, basados en la pobreza evangélica y la movilidad de sus miembros. Su estructura organizativa era jerarquizada y centralizada, dirigida por un maestre general vitalicio (el primero fue Santo Domingo) y el capítulo general, que se reunía anualmente. Por debajo estaban las “provincias”, regidas por un prior provincial elegido cada cuatro años, y los conventos, cuyos capítulos elegían un prior cada tres años. Tuvo una expansión espectacular. Además de su función religiosa y su actividad en la Inquisición, destacó por su desarrollo del pensamiento y la vida intelectual.
Orden Franciscana
Gestada en torno a San Francisco de Asís, se constituyó en orden (1233) cuando el papa Honorio III aprobó su regla definitiva, que también rigió a las clarisas (fundadas por Santa Clara) y la Orden Tercera (seglares que vivían bajo el espíritu franciscano). Su estructura era similar a la de los dominicos, y se distinguían por su vocación misionera y su ideal de pobreza.