Renovación del Teatro Español: Teatro Renovador y Teatro del 27

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Teatro renovador

Frente a la popularidad del teatro burgués, en España se produjeron diversos intentos para renovar la escena, aunque aquellos empeños se quedaron en meros intentos que apenas vieron alguna realidad escénica, perdiendo así la oportunidad única de ajustar el teatro español con las renovaciones e innovaciones que se estaban produciendo en Europa. Tales ejemplos fueron Fedra (1910), de Unamuno, un drama que intentaba la desnudez conceptista. También el teatro de Ramón Gómez de la Serna, con La Utopía o Beatriz, obras con un marcado carácter rupturista y vanguardista, que puso de manifiesto precisamente la crisis de la representación mimética de la realidad, como lo fue también el teatro de Azorín a la altura de la década de los años 20 con la trilogía Lo invisible (1928), representaciones de acciones irreales y simbólicas que giraban en torno al sentimiento de angustia ante la muerte. Pero la más innovadora renovación teatral la escenificó Valle-Inclán a través del esperpento. El esperpento representa una teoría dramática que consiste en que la realidad se ha de analizar a través de una deformación sistemática para producir otra nueva que es grotesca, tragicómica y absurda, como puso de manifiesto en sus dos obras más representativas en este sentido: Divinas palabras y Luces de Bohemia, ambas de 1920. En la primera de ellas, Divinas palabras, Valle pone en escena a un niño hidrocéfalo que se disputan su hermana y su cuñada para exhibirlo en la feria para conseguir dinero. De esta manera grotesca, el autor representa la irracionalidad y la avaricia de la condición humana, que acaba con la escena trágica del cadáver del niño con la cara y las manos devorados por los cerdos. En su obra más conocida, Luces de bohemia, Valle escoge como representación de un mundo cruel y grotesco, el Madrid bohemio por donde deambula su protagonista, Max Estrella, que responde a esa doble dimensión de héroe bufo y payaso cómico. En su trayecto nocturno, Max Estrella se va encontrando a personajes de muy diversa índole y de la peor calaña, como si se tratase de un coro trágico que va anticipando su destino fatal contra el que no podrá luchar. Más aún, se le despoja incluso de la dignidad de su propia muerte: muere solo y abandonado.

El teatro del 27

Si bien fue en el género lírico donde llevaron las mayores innovaciones, también renovaron el drama con la depuración del teatro poético, la incorporación de fórmulas de vanguardia y el propósito de acercar el teatro al pueblo. En ese sentido, destacan las figuras de Pedro Salinas con El Dictador y Judith y el tirano; Rafael Alberti, con El hombre deshabitado, de carácter surrealista. Pero sin duda alguna, quien llevó cabo con magistral maestría la innovación escénica sin alejar al gran público de la escena fue Federico García Lorca. Un autor que fundamentó toda su obra dramática en esencia al enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad. Bajo estas premisas, Lorca intentó la búsqueda de un lenguaje escénico propio para concebir la obra dramática en el vehículo idóneo para trasmitir sentimientos universales, que siempre hunden sus raíces en el pueblo y en la tradición. En esta línea vamos a destacar tres obras fundamentales: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba; esta última escrita pocas semanas antes de su dramática muerte, representa el final y la cima de una trayectoria dramática y la apertura de un modo más desnudo y más hondo de hacer teatro. En esta obra, Lorca pone en escena la tensión y el conflicto entre Bernarda, símbolo del poder matriarcal, autoritario y opresivo, y el deseo de libertad representado por sus cinco hijas, especialmente Adela. Sin embargo, este deseo de libertad es ilusorio, porque al final Adela se suicida al comprobar que nunca podrá alcanzar ese deseo, y con ella se cierra también la libertad de las demás hermanas, que aceptan con resignación vivir siempre encerradas sin la más mínima esperanza.

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