La Represión y la Oposición al Régimen Franquista

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La Represión Franquista

El régimen franquista mostró desde el comienzo una de sus características principales que no abandonó nunca: la represión contra los movimientos democráticos y de izquierda. Esta represión se oponía a todos los valores que representó la República, a cualquier manifestación nacionalista y no dejaba ninguna esperanza a la reconciliación.

La represión contra los movimientos democráticos y de izquierdas se articuló mediante varias leyes:

  • Ley de Responsabilidades Políticas (1939)
  • Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940)
  • Ley contra el Bandidaje y el Terrorismo (1958)
  • Ley de Orden Público (1959)

Según estas leyes, los presuntos delitos quedaban sometidos a la jurisdicción militar. Aunque los principales dirigentes políticos, sindicales y culturales partieron al exilio, miles de personas de diversas condiciones fueron encarceladas por sus ideas políticas. Poco a poco la población reclusa se redujo, en unos casos por las ejecuciones (alrededor de 40.000), en otros por las muertes causadas por el hambre, las enfermedades, las condiciones infrahumanas y los malos tratos; finalmente, por quienes quedaban en libertad provisional o redimían sus penas en batallones disciplinarios y de trabajo. El franquismo continuó aplicando la pena de muerte a sus opositores políticos hasta el final.

Además, la represión se cebó en el mundo administrativo, docente y cultural mediante las depuraciones de todo sospechoso de republicanismo, especialmente profesorado de escuelas, institutos y universidades. El mecanismo más utilizado fue la delación, a menudo forzada por las autoridades. Decenas de miles de funcionarios fueron separados de sus puestos. Se mantuvo la división social entre vencedores y vencidos.

El Exilio Republicano

El exilio empezó con la guerra, pero, al acabar ésta, alrededor de unas 500.000 personas entre civiles y militares que habían servido a la República abandonaron España para evitar las represalias del bando vencedor. Huyeron principalmente a Francia donde una mayoría fue internada en los improvisados campos de concentración de Argelès, Saint-Cyprien, Albi y Le Vernet, en condiciones inhumanas. Algunos millares se dirigieron al norte de África. Al exilio marcharon la mayor parte de los intelectuales, investigadores y especialistas en diversas disciplinas, que encontraron acogida en países europeos, latinoamericanos y en Estados Unidos donde destacaron en las distintas ramas del saber: poesía, historia, novela, teatro, medicina, matemáticas…

En México desarrollaron una importante actividad cultural y allí se establecieron las instituciones republicanas en el exilio que más tarde se trasladaron a París. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Franco indultó a quienes carecían de delitos de sangre y alrededor de la mitad regresó a España, pero la otra mitad esperó a la muerte del dictador. De los que permanecieron en el exilio hubo quienes se unieron a la resistencia francesa para luchar contra el nazismo; alrededor de 9.200 fueron hechos prisioneros y recluidos en los campos de exterminio de Dachau, Treblinka y Mauthausen-Gusen, donde murieron unos 5.260. Otros españoles formaron parte de La Nueve, conocida como División Leclerc y fueron protagonistas de la liberación de París en agosto de 1944.

La Oposición al Régimen Franquista

En lo concerniente a la oposición al Régimen cabe señalar que durante el primer Franquismo fue bastante escasa por dos motivos: la propia desunión de los distintos grupos opositores y el poderoso aparato represivo del franquismo, que recurrió a juicios, encarcelamientos y ejecuciones respaldados por todo el aparato legal. A pesar de ello, desde el exilio, los dirigentes republicanos huidos del país en 1939 intentaron reorganizarse y recomponer las instituciones de la República y mantuvieron un gobierno de la República en México desde 1945. Sus esperanzas estaban depositadas en que la derrota de Hitler supondría la intervención de las tropas aliadas y el fin de la dictadura de Franco. Todas estas esperanzas vinieron a su fin cuando España ingresó en la ONU en 1955.

Formas de Oposición

Desde el interior, comunistas y anarquistas organizaron una guerrilla rural, refugiada en los bosques de las montañas de Asturias, León, el Sistema Ibérico y Andalucía, que recibió el nombre de maquis y que no fue derrotada hasta 1952.

La oposición social al régimen se articuló a partir de diferentes y variados movimientos de protesta:

  • Movimiento estudiantil universitario: El malestar universitario culminó en los incidentes de la Universidad Complutense de Madrid en 1956 con enfrentamientos entre los estudiantes y los falangistas del SEU que provocaron la dimisión del ministro de Educación Ruiz-Giménez.
  • Movimiento obrero: El desarrollo industrial favoreció el aumento y la organización de la clase trabajadora que pretendía debilitar el orden laboral franquista; para eso nacieron las Comisiones Obreras (CC.OO.) surgidas en 1962.
  • Iglesia católica: El Concilio Vaticano II (1962-1965) favoreció la extensión de movimientos católicos de base críticos con el franquismo que colaboraban con los partidos de oposición y el movimiento obrero.
  • Oposición política tradicional: Liderada por el Partido Comunista, dirigido por Santiago Carrillo, hacia 1960 el único partido con una organización capaz de organizar la oposición, se convirtió en el centro de la lucha contra la dictadura franquista y también el que sufrió más detenciones, torturas y ejecuciones de sus miembros.

La oposición de los demócratas moderados se dejó oír en 1962, coincidiendo con la petición de España para ingresar en la CEE, un grupo de españoles publica en Munich un manifiesto donde se pide a las instituciones de la CEE la no admisión de España mientras se mantenga la Dictadura. La década terminó con el proceso de Burgos contra 16 miembros de ETA, 9 fueron condenados a muerte, las protestas y las presiones internacionales hicieron que Franco conmutara la pena por cadena perpetua.

El Papel de la Cultura

En la posguerra, la cultura sufrió el exilio de numerosos escritores, científicos y artistas, el aislamiento de Europa y una rigurosa censura. El final de la Guerra supone también el fin de la Edad de Plata de la cultura española. Desde el principio el régimen mostró una profunda desconfianza ante intelectuales y artistas e impuso una dura censura y todo lo que se publicaba necesitaba contar con autorización oficial. En la prensa todo fue controlado, se cerraron los periódicos de izquierda y muchos profesionales fueron apartados de sus oficios. La enseñanza fue controlada y muchos maestros fueron depurados. Desde el sistema educativo se difundieron los valores del Nuevo Estado: principios católicos, exaltación de la España imperial, culto a Franco… Pero este control de la enseñanza y de la universidad se fue diluyendo progresivamente desde finales de los 50 y durante los años 60 algunos intelectuales se manifestaron contra los planteamientos culturales de la dictadura; esta tendencia se acentúa en los 60.

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