La Retórica Romana: Arte, Evolución y Figuras Clave
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La Retórica en la Antigua Roma
El arte de hablar ante un auditorio exigía un manejo del lenguaje que permitiera al orador convencer, agradar y, si la ocasión lo requería, conmover. Aprender ese lenguaje exigía el conocimiento y la práctica de unas reglas, la retórica, cuyo saber constituyó una de las siete artes liberales vigentes en los distintos “planes de estudio” hasta la Edad Media.
En la cultura latina, la retórica pasó por tres etapas: la primera, genuinamente romana, buscaba fundamentalmente la fuerza de la argumentación; la segunda recibió la influencia de los retóricos griegos, constituyó un sistema muy organizado y se centró en la formación de los ciudadanos en el arte de la palabra. La tercera etapa coincide con la decadencia de la oratoria. Se diferencian tres escuelas: aticista, asianista y rodia. La primera, sobria, contenida, sin grandes adornos, directa, tiene como mejor ejemplo a César; la segunda, grandilocuente y excesiva, tiene como ejemplo a Hortensio. La tercera equilibra y tiene como exponente a Cicerón.
El Discurso
Tipos de discurso:
- Genus iudiciale: género judicial muy centrado en la argumentación.
- Genus deliberativum: fundamentalmente político, destinado a la asamblea o al Senado.
- Genus demonstrativum: pronunciado para alabar ante una asamblea, se centra en el ornatus y la amplificatio.
Fases del discurso: El procedimiento para elaborar un discurso tenía que pasar obligatoriamente por una serie de fases o pasos: inventio, dispositio, elocutio, memoria, actio.
La primera parte debía buscar la complicidad y simpatía del público; la segunda debía exponer los hechos atendiendo a una serie de tópicos o lugares comunes. La tercera debía reforzar con argumentos la exposición y, por último, en la peroratio, se recapitulaban los hechos y se buscaba conmover al auditorio.
Figuras Clave de la Retórica Romana
Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.)
Además de una serie de tratados teóricos sobre las partes de la oratoria, el mejor tipo de oradores, la inventio o los tópicos, destacan: De oratore, Brutus y Orator. Para Cicerón, la técnica no basta; debe haber una alianza entre retórica y filosofía. El orador debe poseer una sólida formación que le permita docere. Si ha de conmover, si debe delectare, tendrá que manejar los recursos literarios. Insistiendo en lo dicho por Catón cuando definía al orador como un vir bonus, Cicerón añadía la humanitas, así el orador se convertía en la imagen del hombre ideal.
Tácito (55-120 d.C.)
En su Dialogus de oratoribus, plantea las diferencias entre la época republicana y el imperio en el terreno de la oratoria. Percibe su decadencia y la achaca, en parte, a la pérdida de libertad de expresión.
Quintiliano (30-95 d.C.)
De origen hispano, destacó en Roma como abogado y fundó una escuela de retórica. Los doce libros de su Institutio oratoria tratan sobre la formación del orador y, además de un manual de retórica, lo es de pedagogía y crítica literaria. En la línea de Cicerón, propugna una formación integral de los jóvenes desde la infancia con una base moral y teniendo como ejes retórica y filosofía.