El Retorno al Absolutismo: Fernando VII y el Sexenio (1814-1820)
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El Sexenio Absolutista (1814-1820): La Restauración Monárquica en España
El Tratado de Valençay, firmado el 11 de diciembre de 1813, marcó un punto de inflexión al devolver el trono de España a Fernando VII y poner fin a la guerra franco-española. Fernando VII regresó a España el 22 de marzo de 1814, siendo recibido con un entusiasmo popular que reflejaba el deseo de estabilidad tras años de conflicto.
El Regreso de Fernando VII y la Restauración Absolutista
A su llegada, especialmente en Valencia, el monarca encontró un fuerte apoyo para la restauración del poder absoluto. El general absolutista Elio le propuso recuperar la autoridad que la Constitución de 1812 le había limitado. En este contexto, Fernando VII también recibió el Manifiesto de los Persas, un documento crucial firmado por 69 diputados realistas que clamaban por la restauración del absolutismo y la anulación de toda la legislación liberal promulgada durante las Cortes de Cádiz.
En mayo de 1814, Fernando VII, respaldado por estos sectores, declaró nula la Constitución de Cádiz y toda la obra legislativa liberal. Este acto marcó el inicio de una dura represión contra los diputados y simpatizantes liberales, quienes se vieron forzados a la clandestinidad o al exilio. El Decreto de Valencia de mayo de 1814 consolidó este movimiento reaccionario, liderado por el propio monarca, que desmanteló por completo la estructura constitucional de Cádiz.
Características del Régimen Absolutista
Rodeado de consejeros absolutistas, Fernando VII instauró una política que evocaba el despotismo ilustrado del siglo XVIII, restaurando plenamente el Antiguo Régimen. Las medidas adoptadas incluyeron:
- La eliminación de las libertades individuales.
- La prohibición de la libertad de prensa.
- La anulación de las desamortizaciones.
La Iglesia y la aristocracia recuperaron sus antiguos privilegios y propiedades, lo que, si bien satisfizo a estos estamentos, provocó un considerable déficit económico. Esta situación se vio gravemente agravada por la insurrección y posterior independencia de las colonias americanas, que privaron a España de importantes recursos.
La Crisis Económica y la Oposición
La situación económica del país se volvió crítica. La agricultura estaba devastada, la incipiente industria en ruinas, y la falta de metal acuñable, debido a la pérdida de las colonias, paralizó el comercio y la Hacienda Pública. Este panorama de crisis, sumado a la represión política, alimentó una creciente oposición al absolutismo.
La disidencia fue particularmente notable en el ejército, donde muchos oficiales y soldados estaban descontentos con las continuas guerras en América y los bajos salarios. Las logias masónicas y sociedades secretas también jugaron un papel crucial en la organización de la resistencia liberal.
El Pronunciamiento de Riego y el Fin del Absolutismo
En enero de 1820, el teniente coronel Rafael del Riego lideró un pronunciamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) con las tropas que estaban a punto de embarcar para sofocar la rebelión en América. Junto con otros militares liberales, Riego exigió que Fernando VII jurase la Constitución de 1812.
La sublevación, inicialmente localizada, se extendió rápidamente por Andalucía y otras regiones de España, con pronunciamientos liberales en ciudades clave como Galicia, Zaragoza, Barcelona y Pamplona. La presión popular y militar se hizo insostenible, obligando a Fernando VII a ceder y firmar un manifiesto en el que apoyaba la Constitución.
Las primeras medidas de las nuevas autoridades liberales fueron la reimplantación inmediata de la Constitución de 1812 y la puesta en vigor de sus principios. Este periodo, conocido como el Trienio Liberal, se inició en un contexto de profundas revueltas campesinas, exacerbadas por la crisis económica y las secuelas de la restauración absolutista.