La Revolución Agrícola en Europa
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La Revolución Agrícola en Europa
Durante generaciones, los campesinos europeos habían practicado una agricultura de escasos rendimientos. Esta agricultura se basaba en el uso del arado romano, poco pesado, que apenas profundizaba en el suelo y era arrastrado por bueyes utilizando un yugo; y en la práctica de la rotación bienal, que permitía mantener la fertilidad de la tierra dejando en barbecho la mitad de la superficie.
Innovaciones Técnicas
Entre los siglos XI y XII las actividades agrarias europeas experimentaron un fuerte crecimiento, debido a la progresiva difusión de innovaciones técnicas. Las más importantes fueron el arado con vertedera y la rotación trienal.
Arado con Vertedera
El arado con vertedera de hierro, o arado normando, permitía remover y airear mejor la tierra. Era más pesado que el arado romano, de ahí que necesitara ruedas y que, para arrastrarlo, comenzaran a utilizarse caballos en lugar de bueyes.
Rotación Trienal
La rotación trienal consistía en dividir el terreno en tres partes. En cada una rotaban cada año cereales, avena o leguminosas y barbecho. Así solo quedaba sin cultivar un tercio de la tierra.
Otras Innovaciones
Otras innovaciones técnicas aplicadas a la agricultura en esta época fueron el uso de la collera, un collar de cuero relleno de paja utilizado para unir los animales de tiro al arado y mejorar su fuerza; y la adopción de la herradura metálica, que protegía los cascos de los animales.
Además, el uso del metal, más resistente que la madera, mejoró los instrumentos agrarios, como la guadaña, lo que facilitó la siega de los cereales. Y el molino de agua se perfeccionó, pues era más eficiente que el de viento utilizado hasta entonces.
Impacto
La producción agrícola aumentó. Gracias a ello mejoró la alimentación de la población, y Europa experimentó un fuerte crecimiento demográfico, pasando de 36 a 80 millones entre los siglos XI y XIV.
La superficie cultivada se extendió, ya que el incremento demográfico obligó a ampliarla. Así, se talaron los bosques, se desecaron marismas y zonas pantanosas, se ganaron tierras al mar, como los pólderes holandeses, y se colonizaron nuevos espacios en el oriente.
Las ciudades se revitalizaron, su población creció con rapidez y se convirtieron en centros de intercambio comercial y artesanal. El comercio local y a larga distancia se reactivó.