La revolución científica copernicana y sus consecuencias

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La sustitución del modelo astronómico hasta entonces vigente (conocido como modelo aristotélico-ptolemaico) fue posible gracias a la obra de Nicolás Copérnico (1473-1542). El modelo ptolemaico explicaba el universo con arreglo a las limitadas observaciones visuales de su tiempo, pero presentaba dos grandes defectos: su enorme complejidad geométrica y la inclusión de elementos extraños al propio modelo para explicar los movimientos irregulares de los astros.

  • Sustitución del modelo geocéntrico por la hipótesis heliocéntrica: la Tierra deja de ocupar el centro del universo, que pasa a ser ocupado por el Sol.
  • Abandono del modelo geoestático: la Tierra tiene un doble movimiento de rotación, alrededor de su eje, y de traslación, alrededor del Sol.

Mantenimiento del principio de circularidad y uniformidad del movimiento de los astros, de acuerdo con las presunciones neoplatónicas (el movimiento circular es el perfecto).

  • Establecimiento de un sistema armónico y simple, en el que persiste la hipótesis de las esferas (que sostienen a los planetas en sus órbitas), hasta su refutación por las observaciones astronómicas de Tycho Brahe (1546-1601)

La revolución científica copernicana afectó al ámbito general de la cultura y de las creencias religiosas. En este sentido, se habla de un cambio de paradigma: pues no se trata simplemente de sustituir un modelo científico por otro, sino de las consecuencias, extrapolables a otros muchos ámbitos de la cultura, que conlleva dicha “revolución”.

En efecto, el puesto del hombre en el cosmos se contempla desde una perspectiva radicalmente distinta. La teoría heliocéntrica no estaba sólo en contra de la autoridad de Aristóteles (escolástica medieval), sino también de la Biblia: la Tierra, ocupando el centro de la Creación; el Hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, habitando ese centro inmóvil… No es de extrañar el tremendo recelo de la Iglesia hacia las nuevas ideas. Situación que culminará con el proceso a Galileo instruido por el Santo Oficio.

La definitiva sustitución del paradigma aristotélico-ptolemaico culminará con la obra de Kepler (1571-1630), quien concebirá la causalidad física como armonía matemática. Y, sobre todo, con la obra y las invenciones de Galileo (1564-1642), creador del telescopio, cuyos supuestos teóricos pueden resumirse en los siguientes puntos:

  • Principio de la adecuación físico-matemática: la naturaleza “nos habla” con caracteres matemáticos.
  • Búsqueda de las relaciones objetivas y cuantificables que explican los fenómenos naturales, en contra de los conceptos metafísicos; anticipo del hypotheses non fingo (“no finjo hipótesis” metafísicas) de Isaac Newton (1642-1727).
  • Investigación de las cualidades primarias de los cuerpos (objetivas, medibles y, por tanto, cuantificables en lenguaje matemático).

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