La Revolución Industrial Más Allá de la Fábrica: Persistencia y Fragmentación en el Siglo XIX
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La Revolución Industrial: Más Allá del Modelo Fabril Concentrado
La noción de «Revoluciones Silenciosas» o «Revoluciones Industriosas» propone una perspectiva alternativa a la visión tradicional de la Revolución Industrial. Esta aproximación se centra en la industria doméstica y en los talleres artesanales, caracterizados por una mano de obra barata y la mejora de tecnologías manuales intensivas. Estos sistemas se integraron con los segmentos donde se localizaron las alteraciones más potentes del periodo.
La Persistencia de la Industria Doméstica y Artesanal
Contrario a la creencia popular, la mayoría de los obreros industriales en 1851 no trabajaban en fábricas o en centros que emplearan un gran número de operarios en un mismo punto. Los talleres artesanales y otros obradores de producción descentralizada conservaron su rentabilidad y admitieron importantes avances tecnológicos. El sistema a domicilio tuvo, entre otras ventajas, la de exigir menos capital y ofertar una fuerza de trabajo elástica y reemplazable. Asimismo, la introducción de secciones mecanizadas forzó a los productores independientes a admitir una retribución baja y una intensificación del trabajo para ser competitivos.
Coexistencia con el Sistema Fabril
El triunfo del sistema fabril, caracterizado por el control directo de la producción y una rigurosa disciplina impuesta a los trabajadores, no deparó, por lo común, la total extinción del sistema doméstico. Lo que denominamos fábrica no solía ser una única unidad concentrada, sino un grupo de talleres separados donde también se empleaba una porción de especialistas artesanales contratados a destajo, con una tecnología artesanal y unas condiciones laborales muy próximas a las conocidas en 1750. Incluso en grandes unidades fabriles donde imperaba la energía de vapor, llegaron a arrendarse máquinas en naves separadas a determinados artesanos a título individual. Antes de reemplazar por completo a los trabajadores a domicilio, en varios casos la fábrica los acrecentó; tal ocurrió con los tejedores manuales, quienes recurrían al hilo producido por las nuevas máquinas de hilar.
Baja Capitalización y Fragmentación Industrial del Siglo XIX
Esta moderna empresa industrial no precisó grandes capitales para iniciar su andadura, y se mantuvieron las fuentes de financiación tradicionales, desde el ahorro familiar hasta el crédito localista. Junto a esta exigua capitalización, la fragmentación singularizó igualmente el tejido industrial del Ochocientos. Las grandes fábricas que superaran los 500 obreros eran muy raras. El establecimiento fabril apenas tuvo mayores dimensiones, salvo en puntos aislados.
En la estructura fragmentada de la industria decimonónica convivieron empresas medianas y otras diminutas a su alrededor, que actuaban como satélites, mediante una dualidad que combinó operaciones enlazadas y dispersas, así como labores mecánicas y manuales. Las redes empresariales hicieron que cada rama se especializara en un producto dentro de un mismo sector industrial, buscando monopolizarlo frente a la competencia.
Reconsiderando la "Revolución Industrial"
Algunos especialistas han propuesto hablar de «revoluciones silenciosas» o «industriosas» en lugar de asumir la ruptura implícita que conlleva el rótulo de «revolución industrial».