Richard Tawney: Sociedad Funcional vs. Adquisitiva y los Desafíos de la Modernidad
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I. Idea de la Modernidad
Richard Tawney (Tradicionalista)
Historiador y economista inglés. En 1921 publica La sociedad adquisitiva, donde realiza una comparación entre una sociedad funcional y una sociedad adquisitiva. Para este autor, el capitalismo representa su gran temor, porque supone el enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros, etc. Sostiene que la Edad Media era una sociedad funcional, es decir, que no estaba construida alrededor del mercado ni del capitalismo; no existían el individualismo ni el consumismo y, por ende, la riqueza no era un fin en sí misma.
La Sociedad Funcional en la Edad Media
En la Edad Media, nos encontramos con un esquema de organización social donde cada persona tenía un lugar asignado, con una función y un servicio social específicos, que formaban parte de los grandes fines de dicha sociedad.
La sociedad se concebía como un todo orgánico, un organismo compuesto por distintos puestos. Por ende, Tawney argumenta que la Edad Media era una sociedad de deberes, complementada con algunos derechos. La lógica era: cumpliendo tus deberes, satisfaces los derechos de otros, y viceversa. Un ejemplo era el derecho a enriquecerse, pero siempre con la condición de que fuera para el beneficio de la sociedad. Los derechos no eran absolutos, sino derivados.
La Sociedad Adquisitiva: Antítesis de la Funcionalidad
En contraposición, la sociedad adquisitiva representa la desorganización social. Se identifica con la sociedad capitalista, industrial y moderna. Según Tawney, en este modelo las cosas no funcionan adecuadamente porque carece de un fin superior o un proyecto social común. La búsqueda de la felicidad, tal como se plantea en esta sociedad, no sirve como objetivo social cohesionador, puesto que:
- Fomenta la disgregación.
- No afecta a todos por igual.
- Cada individuo posee su propio criterio sobre qué constituye la felicidad.
En este paradigma, no existen funciones predefinidas, sino que priman los derechos individuales, los intereses particulares y la búsqueda personal de la felicidad.
Estos derechos e intereses, al no estar condicionados ni derivar de deberes previos, generan una especie de "guerra privada", donde los más poderosos imponen sus voluntades a los menos favorecidos. Se legitima moralmente que se pise a los demás para triunfar en la vida: esta es la esencia de una sociedad que Tawney describe como darwinista. Ya no es orgánica, sino que se transforma en un mecanismo que opera según la ley de la oferta y la demanda. En este contexto, todo se convierte en producto, en mercancía; todo es susceptible de producción y consumo, todo puede comprarse. Ante este panorama, surge la pregunta: ¿Dónde queda la moral? Según esta visión, solo resta la economía, operando de manera autónoma, sin ninguna instancia superior que la oriente o la limite.