De Roma a los Visigodos: La Transformación de la Península Ibérica (218 a.C. - 711 d.C.)
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La Hispania Romana
La Conquista
La anexión romana de la Península Ibérica (218 a. C. al 19 a. C.) fue un proceso largo, ya que no respondió a un plan específico de conquista. Se desarrolló en tres fases principales:
- Primera fase (218-197 a. C.): Conquista del Levante y el valle del Guadalquivir. Los romanos irrumpieron en la península con el objetivo inicial de privar a los cartagineses de sus bases de aprovisionamiento durante la Segunda Guerra Púnica.
- Segunda fase (157-133 a. C.): Conquista de la Meseta y Lusitania. En esta etapa, Roma buscaba activamente nuevas tierras y recursos naturales.
- Tercera fase (27-19 a. C.): Conquista de la Cordillera Cantábrica. El objetivo fue controlar la importante riqueza metalúrgica del norte peninsular y poner fin a las incursiones de cántabros y vascones en territorios ya romanizados.
Tras su conquista completa, la península quedó, por primera vez en su historia, unificada política y culturalmente bajo un mismo poder.
Romanización
Los romanos dieron a la península el nombre de Hispania. La romanización, entendida como la adopción voluntaria o impuesta de las formas de vida, cultura, lengua y leyes romanas por parte de la población indígena hispana, fue un proceso muy desigual. Resultó más intensa y rápida en las ciudades y en las áreas costeras mediterráneas, y menos profunda en las zonas rurales del interior.
Los romanos realizaron grandes aportaciones a la población peninsular:
- Económicas: Integración de Hispania en el vasto circuito comercial del Imperio Romano, destacando la exportación de productos clave como aceite de oliva, trigo, salazones y metales (oro, plata, cobre).
- Sociales y Jurídicas: Elaboración e implantación de un corpus de leyes escritas (Derecho Romano), que establecía un marco legal común, tendiendo hacia la igualdad ante la ley para los habitantes del imperio (con diferencias según estatus jurídico: ciudadanos, latinos, peregrinos).
- Culturales:
- Imposición y difusión del latín como lengua vehicular y de cultura, que eventualmente reemplazó a las lenguas prerromanas, con la notable excepción del euskera.
- La religión cristiana, que se difundió con fuerza por toda la península, especialmente a partir del siglo III d. C., convirtiéndose en la religión dominante.
- El desarrollo de un modelo de civilización urbana, caracterizado por la fundación y monumentalización de ciudades, dotadas de grandes obras de ingeniería: acueductos para el suministro de agua (como el de Segovia), murallas para la seguridad (como las de Lugo y León) o edificios para el ocio y la vida pública (como el teatro de Mérida).
Además, las ciudades estaban interconectadas mediante una extensa red de calzadas (como la Vía de la Plata) y puentes (como el de Alcántara), convirtiéndolas en activos focos económicos, administrativos y culturales.
La Monarquía Visigoda
Origen del Reino Visigodo: El Reino de Tolosa (415-507)
Los visigodos eran un pueblo germánico que se había asentado desde principios del siglo V en el sur de las Galias (actual Francia) como federados (aliados militares) del Imperio Romano. En el año 415, entraron en la Península Ibérica a petición de Roma para combatir y expulsar a otros pueblos germanos —suevos, vándalos y alanos— que habían irrumpido y saqueaban Hispania desde el 409. Desde mediados del siglo V, especialmente tras la caída del Imperio Romano de Occidente (476), los visigodos establecieron un reino con capital en Tolosa (Toulouse) que dominaba gran parte del sur de las Galias e Hispania, aunque los suevos lograron mantenerse independientes en Galicia.
El Reino de Toledo (507-711)
En el año 507, tras ser decisivamente derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, los visigodos perdieron la mayor parte de sus posesiones en las Galias y trasladaron el centro de su poder a la Península Ibérica, fijando su nueva capital en Toledo. Con este hecho, por primera vez, la península constituía un Estado unificado e independiente bajo un único monarca.
Tras fundar el reino de Toledo, los reyes visigodos persiguieron un triple objetivo fundamental:
- Unificación territorial: Impulsada decisivamente por el rey Leovigildo (569-586) y completada a principios del siglo VII. Este proceso incluyó la conquista del reino suevo de Galicia, la pacificación de los vascones y la expulsión de los bizantinos, que habían conquistado temporalmente parte de la costa mediterránea suroriental.
- Integración social y religiosa: Se buscó la fusión entre la minoría dirigente visigoda (arriana en origen) y la mayoría de población hispanorromana (católica). Esto se consiguió mediante:
- La unificación religiosa, lograda con la conversión oficial del rey Recaredo (hijo de Leovigildo) al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589).
- La unificación jurídica, culminada con la promulgación del Liber Iudiciorum (Libro de los Juicios) por el rey Recesvinto (hacia 654), un código legal único aplicable tanto a visigodos como a hispanorromanos.
- Estabilidad política: Leovigildo intentó reforzar la autoridad del rey frente a la poderosa nobleza, tratando de imponer la monarquía hereditaria en lugar de la tradicionalmente electiva. Sin embargo, este cambio no se consolidó debido a la fuerte resistencia de la aristocracia visigoda, lo que generó frecuentes luchas por el poder.
Organización Política
Para gobernar, los reyes visigodos se apoyaban en el Officium Palatinum (Oficio Palatino), una especie de consejo real compuesto por altos funcionarios y nobles. Dentro de este, destacaban dos instituciones principales:
- Aula Regia (Consejo Real): Órgano de asesoramiento político formado por miembros de la alta nobleza visigoda y altos funcionarios palatinos. Asistía al rey en tareas de gobierno y administración.
- Concilios de Toledo: Asambleas eclesiásticas convocadas y presididas por el rey, en las que participaban obispos y también altos cargos de la nobleza. Aunque de origen religioso, adquirieron una enorme importancia política, tomando decisiones cruciales sobre asuntos tanto religiosos como legislativos y políticos, incluyendo la elección del rey en los periodos de monarquía electiva y la ratificación de leyes importantes.