La Era de Rosas: Ascenso, Gobierno y Caída del Restaurador de las Leyes

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Consecuencias de la renuncia de Rivadavia en Buenos Aires

La renuncia de Bernardino Rivadavia en 1827 sumió a Buenos Aires en una profunda inestabilidad política. Con su salida, el Congreso se disolvió y las provincias recuperaron su autonomía, creando un vacío de poder que exacerbó las tensiones entre unitarios y federales. Este conflicto, lejos de resolverse mediante acuerdos, derivó en violencia y enfrentamientos armados. La falta de un gobierno central estable permitió que los federales, apoyados por caudillos provinciales, tomaran el control de Buenos Aires. Manuel Dorrego, líder federal, fue elegido gobernador con el apoyo de los sectores rurales y federales, consolidando temporalmente el federalismo en la provincia.

El fusilamiento de Dorrego

Manuel Dorrego asumió la gobernación de Buenos Aires en 1827, respaldado por los federales. Su mandato fue controversial, especialmente por el acuerdo de paz con Brasil, mal visto por los unitarios. En diciembre de 1828, el general Juan Lavalle, aprovechando el descontento unitario, lideró un levantamiento militar contra Dorrego. Lavalle, con el apoyo de los unitarios, buscaba imponer su visión centralista. En un golpe de estado, Lavalle capturó a Dorrego, quien intentaba huir. Lavalle decidió fusilarlo sin juicio, creyendo que esta medida extrema acabaría con la influencia federal y pacificar la provincia.

El fusilamiento de Dorrego (13 de diciembre de 1828) generó conmoción y aumentó las tensiones. Lejos de pacificar, provocó una reacción violenta de los federales, quienes se levantaron en armas contra Lavalle. Caudillos como Juan Manuel de Rosas y Estanislao López se unieron para derrotar a Lavalle y vengar a Dorrego, marcando el inicio de una prolongada guerra civil.

El ascenso de Rosas a la gobernación

Tras el fusilamiento de Dorrego, Buenos Aires quedó en caos. Sectores populares, terratenientes y comerciantes apoyaron la candidatura de Juan Manuel de Rosas como figura capaz de restaurar el orden. En 1829, Rosas fue elegido gobernador, respaldado por la élite rural y los sectores populares. Su liderazgo se percibió como necesario para consolidar el poder federal y asegurar la estabilidad.

Primer gobierno de Rosas y las facultades extraordinarias

En su primer gobierno, Rosas se enfocó en fortalecer el orden y los privilegios de los sectores rurales y comerciales. La Legislatura de Buenos Aires le otorgó facultades extraordinarias y lo declaró "Restaurador de las Leyes". Esto le dio un poder casi absoluto para tomar decisiones y sancionar leyes, consolidando el federalismo y su posición como líder.

La Liga Unitaria y la Liga Federal

La Liga Unitaria, impulsada por José María Paz, buscaba extender el control unitario en las provincias. Paz, tras vencer a Juan Bautista Bustos en Córdoba, asumió como gobernador. La oposición federal, liderada por caudillos como Facundo Quiroga, fue intensa. Las provincias del interior, rechazando el centralismo porteño, se unieron en la Liga Federal.

La Liga Federal, inicialmente formada en mayo de 1830 por Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, se consolidó con el Pacto Federal de 1831, uniendo varias provincias en una federación que garantizaba la autonomía provincial.

El surgimiento de la Confederación Argentina

La Confederación Argentina surgió en 1831 tras el Pacto Federal. Inicialmente, los unitarios dominaban militarmente bajo Paz. Sin embargo, la captura de Paz en la batalla de Río Tala debilitó a la Liga Unitaria y permitió a los federales recuperar el control. Rosas, como gobernador de Buenos Aires, jugó un papel fundamental, manejando las relaciones exteriores e imponiendo su influencia sobre las demás provincias, aunque manteniendo su autonomía.

Entre los dos gobiernos de Rosas

Durante su primer gobierno, Rosas mantuvo influencia política a través de sus partidarios. Su esposa, Encarnación Ezcurra, tuvo un rol clave en movilizar apoyo popular. En su segundo gobierno, recibió la "suma del poder público", concentrando el control total sobre los poderes del Estado, gracias al apoyo de la Legislatura para evitar una guerra civil.

El segundo gobierno de Rosas

El segundo gobierno de Rosas, iniciado con la promesa de orden y paz, se caracterizó por un control rígido y represivo. Utilizó la Mazorca, una organización paramilitar, para reprimir a los opositores ("salvajes unitarios" o "traidores"). Promovió un culto a su figura, imponiendo la divisa punzó (cinta roja) como símbolo de apoyo. La propaganda, con consignas como "Viva la Confederación Argentina. Mueran los salvajes unitarios", fue clave. Muchos opositores se exiliaron o fueron asesinados. A pesar de la represión, Rosas mantuvo apoyo popular y control sobre las relaciones exteriores, imponiendo gobernadores leales.

La Rebelión de Lavalle y la Coalición del Norte

La rebelión de Lavalle (1839) y la Coalición del Norte (alianza de Tucumán, Salta, Catamarca y Jujuy) buscaron debilitar el poder de Rosas. Lavalle, con apoyo de líderes provinciales descontentos, intentó derrocar el autoritarismo rosista. Sin embargo, tras varias derrotas, el levantamiento fue sofocado, representando un duro golpe para la oposición a Rosas.

Los Bloqueos Francés y Anglo-Francés

El bloqueo francés de 1838, en respuesta a la Ley de Aduanas de Rosas, paralizó el comercio de Buenos Aires. A pesar de la presión, Rosas mantuvo su postura y Francia levantó el bloqueo en 1840. El bloqueo anglo-francés de 1845, por la libre navegación de los ríos y la intervención de Rosas en Uruguay, fue más complejo. La batalla de la Vuelta de Obligado mostró la resistencia de Rosas, y el bloqueo fue finalmente levantado.

El Levantamiento de Urquiza y la Caída de Rosas

El levantamiento de Justo José de Urquiza (1851) fue decisivo. Urquiza, gobernador de Entre Ríos, aliado de Rosas, rompió su alianza con el "Pronunciamiento" de 1851, llamando a las provincias a unirse contra Rosas. Con apoyo de sectores descontentos y potencias extranjeras (Brasil), Urquiza derrotó a Rosas en la Batalla de Caseros (3 de febrero de 1852). Rosas renunció y se exilió en Inglaterra, marcando el fin de su dominio y abriendo paso a una nueva etapa en la historia argentina, con Urquiza convocando a la organización de una constitución nacional.

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