Rousseau: Crítica Social, Propiedad y la Voluntad General

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La Crítica Social de Rousseau: De la Desigualdad a la Voluntad General

El pensamiento de Jean-Jacques Rousseau parte de una profunda crítica a la sociedad de su época. Para él, la ciencia y la técnica, lejos de liberar al ser humano, ocultan la realidad e impiden que los individuos tomen conciencia de su situación de sumisión política. Rousseau lo expresa con la célebre metáfora: «guirnaldas de flores sobre cadenas de hierro».

El Origen de la Desigualdad y la Propiedad

Rousseau identifica la propiedad como la causa fundamental de la desigualdad. Esta no solo origina la aparición de las instituciones políticas y económicas, sino también el sometimiento de unos hombres a otros, el despotismo y la temida guerra de todos contra todos. Cuando la población humana se multiplica y ya no puede subsistir únicamente de la recolección, surgen la agricultura y la minería. Con ellas, aparece la propiedad de la tierra y la necesidad de asociarse para sobrevivir. Este es un paso que Rousseau considera desgraciado, pero inevitable en la evolución humana.

Del Estado de Naturaleza al Estado Social

El desarrollo del estado de naturaleza, en su visión, ha conducido al estado social, una condición que no es conforme a la naturaleza original del hombre. En su obra cumbre, El contrato social, Rousseau busca establecer las condiciones bajo las cuales la comunidad puede retornar a una forma de "naturaleza", es decir, a una norma de justicia fundamental.

El Contrato Social y la Voluntad General

Rousseau describe una comunidad ético-política donde cada individuo obedece no a una voluntad externa, sino a una voluntad general que reconoce como propia. De esta manera, al obedecerse a sí mismo, el individuo permanece tan libre como antes. Aunque el orden social no es natural, responde a una necesidad inherente a la supervivencia humana.

La cláusula fundamental del pacto que da origen a la sociedad es la enajenación total de los derechos de cada asociado a favor de la comunidad. A cambio, cada individuo recibe la condición de miembro o parte indivisible del todo, lo que conforma un nuevo cuerpo moral y colectivo. En este nuevo orden, el hombre sustituye el instinto por la justicia y actúa conforme a la razón.

La voluntad general, propia del cuerpo social, no es simplemente la suma de las voluntades particulares, sino la voluntad que persigue el bien común. De esta voluntad general emanan las leyes. El individuo debe estar totalmente subordinado a ella, ya que fuera de esta no existen más que intereses particulares, y por lo tanto, injustos. Para Rousseau, esta subordinación no es sometimiento, sino la verdadera libertad, pues en la voluntad general se expresa la propia voluntad del hombre como ser social.

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