San Agustín y la Concepción Lineal de la Historia: El Conflicto entre la Ciudad Terrenal y la Ciudad Divina
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Filosofía de la Historia: La Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo (Teoría 9)
El Origen de la Filosofía de la Historia Occidental
Con Agustín de Hipona da comienzo la filosofía de la historia en la cultura occidental. El pensador de Hipona defiende el concepto de historia lineal. En esta interpretación, cada hecho tiene su razón en el proceso histórico.
Contexto y Propósito de La Ciudad de Dios
Agustín escribe La Ciudad de Dios (De Civitate Dei) para plasmar su filosofía de la historia, y trata de explicar las razones del debilitamiento y del declive de Roma. Los paganos romanos atribuían a los cristianos la responsabilidad de la caída del Imperio Romano, argumentando que el Dios cristiano era el culpable, mientras que con los dioses paganos Roma solo había conocido supremacía y progreso.
Agustín argumenta que en La Ciudad de Dios no debemos ver únicamente una filosofía de la historia, ni tampoco una teología de la historia; más bien se trataría de una eclesiología. La caída del Imperio Romano significa el desenlace de una etapa que llega a su fin. La única esperanza que le queda a la humanidad es el cristianismo.
La Lucha de las Dos Ciudades
La obra se presenta como una apología de los cristianos, basándose en los conceptos de providencia, libre albedrío y eternidad. En la filosofía agustiniana de la historia universal, la crónica de la humanidad se presenta como la lucha entre dos ciudades: la pugna perpetua entre las ciudades del bien y del mal, de Dios y del mundo, de la luz y de las tinieblas. Agustín divide a los seres humanos en dos grupos:
- El grupo de quienes, despreciando a Dios, se aman únicamente a sí mismos (los ciudadanos del mundo).
- El grupo de quienes sitúan a Dios sobre todas las cosas y le aman incluso hasta despreciarse a sí mismos (los ciudadanos del cielo o Ciudad de Dios).
El Destino Histórico y la Victoria Final
Las dos ciudades, la de Dios y la del mundo, se encuentran entremezcladas a lo largo de la historia, aunque al final de la misma se separarán. La lucha entre ambas perdurará hasta el final de los tiempos, momento en el que se producirá la victoria definitiva de la Ciudad de Dios.
La historia, en esencia, es una lucha entre dos amores: el amor a Dios y el amor a uno mismo. La comunidad de los buenos y los elegidos reside en la verdadera Ciudad de Dios.