San Agustín: Fe, Historia y las Dos Ciudades
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La concepción cristiana del ser humano posee las siguientes características:
- El hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios.
- El alma es inmortal.
- Los cuerpos resucitarán al final de los tiempos.
La concepción cristiana de la vida humana trajo también una importante novedad en el ámbito de la doctrina moral. La filosofía griega es básicamente intelectualista respecto de la moral; en cambio, la moral cristiana no es intelectualista. En el intelectualismo, el mal moral no es sino ignorancia. En el cristianismo, el mal moral no es ignorancia, sino pecado, y el pecado es el resultado de dos factores: la maldad humana que inclina a pecar y la libertad humana que cede a tal inclinación.
La Ciudad de Dios
La Ciudad de Dios, obra de Agustín de Hipona escrita entre los años 413 y 427, tuvo su origen en las acusaciones que hacían los paganos contra los cristianos con motivo del saqueo de Roma por Alarico en el año 410. Los paganos reprochaban la falta de protección de un dios omnipotente y bueno como el cristiano.
De cualquier modo, la obra contiene una concepción de la sociedad y la historia, que para el cristianismo es el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y tiene lugar el drama de la salvación. Los cristianos rechazaban la sociedad imperial como civitas diaboli, civitas terrena, civitas impiorum, frente a ella la civitas dei, espiritual e invisible para los no creyentes.
Las dos sociedades corresponden a Satanás y a Dios, dos comunidades espirituales (orden/caos, ideal/instinto, etc.) y en medio el hombre. Desde la caída siempre ha habido dos ciudades: es la tensión entre Caín y Abel. La ciudad terrena se rige por una ley que no es la eterna: es una ciudad imperfecta donde la salvación hay que buscarla individualmente.
En la Ciudad de Dios todo es perfección, ya que es una comunión de todos los hombres que están en gracia y son los elegidos por la voluntad de Dios. San Agustín caracteriza la ciudad terrena como la habitada por unos hombres que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios. De ahí que La Ciudad de Dios más que una filosofía de la historia sea una teología de la historia, pues lo temporal es juzgado desde la eternidad divina.
Nace así, con la obra agustina, la teoría de los dos poderes: temporal y espiritual, las protestas del rey y la autoridad del pontífice. El gobernante perfecto para Agustín de Hipona es el gobernante cristiano.