San Agustín: Filosofía de la Historia, Ética y las Dos Ciudades
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La Filosofía de San Agustín: Historia, Sociedad y Ética
Filosofía de la Historia y las Dos Ciudades
San Agustín es, probablemente, el primer pensador que propone una filosofía de la historia. El comienzo de la historia es la Creación. La Creación supone la posibilidad de que todo cuanto existe haya tenido un origen divino y no sea resultado de la organización de un caos eterno. El tiempo tiene una duración, es finito. Cuando acaba la historia, comienza la eternidad.
Según Agustín, lo más importante no son los hechos visibles, sino lo que ocurre en la intimidad de las personas. La humanidad se divide en dos ciudades:
- La Ciudad Terrena: Fundada en el amor propio, llegando hasta el desprecio de Dios.
- La Ciudad Celestial (o Ciudad de Dios): Fundada en el amor a Dios, llegando hasta el desprecio de sí mismo.
No sabemos con certeza quién pertenece a cada una de las dos ciudades; eso sólo lo conoce Dios. La historia concluirá con el Juicio Final, en el que se realizará la separación definitiva de las dos ciudades, que han coexistido mezcladas durante los siglos. Este juicio significará el triunfo definitivo del bien sobre el mal.
Ética Agustiniana
Para San Agustín, el mal es siempre la corrupción del bien; no exige ser causado por un principio positivo propio, sino que es la degeneración de algo bueno que existe previamente. El mal es la ausencia de un bien debido, es la falta de perfección de la naturaleza humana a causa del pecado. El mal moral procede de la libertad humana: Dios graba en el corazón humano su ley moral, pero respeta nuestra libertad de seguirla o no (el hombre solo puede actuar rectamente si lo hace voluntariamente). El pecado original conduce a un estado de naturaleza caída.
El fin último del hombre es la felicidad, que se identifica con la visión beatífica de Dios en la eternidad. Para lograr este fin último, es imprescindible restablecer la naturaleza caída mediante la gracia. La gracia es un don gratuito de Dios y una condición necesaria para la salvación. La gracia no suprime la libertad, sino que da a la voluntad la fuerza para querer el bien y realizarlo, rechazando el mal. Por tanto, puede decirse que la gracia opera sobre el libre albedrío. Referente a la gracia, San Agustín dijo célebremente: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Esto se explica resumidamente de la siguiente forma: Dios ofrece la salvación mediante la gracia, y la fe humana, ejercida en libertad, coopera con ella.
La virtud la define como “amor ordenado” (ordo amoris). Esta conduce al hombre a respetar el orden establecido por Dios en el universo y a conseguir la paz, entendida como la “tranquilidad del orden” (tranquillitas ordinis). La paz social viene garantizada por la justicia y el derecho, reflejos del orden divino.