San Agustín de Hipona: Pilares del Pensamiento Cristiano y la Filosofía Occidental
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San Agustín de Hipona, filósofo cristiano y máximo representante de la Patrística, inició su trayectoria intelectual con "la lectura de Hortensio". Esta obra influirá decisivamente en la configuración de su pensamiento y en su aproximación al problema del origen del mal. Inicialmente, San Agustín aceptará el Maniqueísmo, doctrina que abandonará al encontrar inaceptables sus consecuencias morales. Posteriormente, se dedicará profundamente a la filosofía y al estudio del Neoplatonismo.
Relaciones entre Razón y Fe
La propuesta agustiniana establece su conocido aforismo: "Entiende para creer, cree para entender" (Intellege ut credas, crede ut intellegas). A partir de este lema, entendemos la afirmación de que la filosofía solo puede ser cristiana y que, al proceder de Dios, el verdadero saber y el contenido de la Revelación tienen que coincidir. La búsqueda de la verdad conduce al reconocimiento de la limitación humana. Junto a esto, aparece una verdad fundamental: "Si me equivoco, existo" (Si fallor, sum). El planteamiento agustiniano otorga a Dios el papel superior que en el Platonismo tenía la Idea Suprema del Bien.
La Creación y el Tiempo
La ontología agustiniana rechaza el modelo ontológico que Platón expone. Hay dos puntos esenciales acerca del origen del universo y la Revelación cristiana:
- El mundo griego rechaza la noción judeocristiana de creación ex nihilo.
- El tiempo es entendido como una sucesión de ciclos idénticos, mientras que el Cristianismo necesita un tiempo que permita el progreso de la humanidad hacia la salvación.
El Origen del Mal
Un elemento característico del pensamiento agustiniano es la explicación del origen del mal: ¿cómo puede haber mal en un mundo que ha sido creado por un Ser en quien recae todo el Bien? Respecto a la imperfección de las criaturas, San Agustín afirma que este mal no es una cualidad o sustancia, sino una privación del bien (privatio boni). El Bien Absoluto solo está en el Bien Supremo (Dios).
Una forma de expresión del mal es el mal moral. Para explicar esto, San Agustín acude a la noción del libre albedrío, que es la posibilidad de actuar según lo que dicta la conciencia.
Filosofía de la Historia: La Ciudad de Dios
La historia de la humanidad se entiende, según San Agustín, como un progreso y el cumplimiento de un fin: desde el origen hasta la salvación. Esta comprensión es entendida por San Agustín como una tensión dinámica donde el pasado nos ofrece la memoria, el presente la experiencia y el futuro la esperanza de la salvación.
La historia es, para San Agustín, una sucesión de acontecimientos en los que se manifiesta el conflicto entre «la Ciudad de los Hombres», organizada en torno al amor propio (amor sui), y «la Ciudad de Dios», constituida por el amor al prójimo y a Dios (amor Dei).