San Agustín: El Origen del Mal y la Dualidad de las Ciudades

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San Agustín y el Problema del Mal

El problema del mal ha sido abordado de distintas maneras a lo largo de la historia. Una de las respuestas provino del maniqueísmo, una doctrina surgida en el siglo III d.C., que postulaba la existencia de dos fuerzas opuestas, el bien y el mal, en constante lucha tanto en el mundo como en el interior del ser humano. San Agustín, en su juventud, se sintió atraído por esta explicación, pero tras su conversión al cristianismo, rechazó el maniqueísmo, argumentando que su visión implicaba la existencia de dos dioses, lo cual contradecía el monoteísmo cristiano.

Para explicar el mal dentro del cristianismo, Agustín adoptó ideas de Plotino y distinguió entre dos tipos de mal: el mal físico y el mal moral. Según él, el mal moral no puede atribuirse a Dios, ya que proviene del mal uso del libre albedrío otorgado a los seres humanos. Dios nos hizo libres para elegir el bien, pero si optamos por el mal, somos los únicos responsables.

Respecto al mal físico, Agustín sostuvo que este no es una entidad real, sino una falta o ausencia de bien, como una enfermedad que es, en esencia, una privación de la salud. Además, creía que Dios permite estas carencias porque de ellas puede derivarse un bien mayor. En conclusión, todo lo que Dios ha creado es bueno, y el mal no puede imputársele a Él.

Las Dos Ciudades: Terrenal y Celestial

Tema: La diferencia entre lo terrenal y lo celestial

Tesis: San Agustín sostiene que la historia de la humanidad está marcada por la confrontación entre dos formas de vida y de organización social:

  • Ciudad Terrenal: Basada en el amor propio llevado al extremo, lo que implica ambición, autosuficiencia y búsqueda de poder y gloria mundana. Sus gobernantes actúan movidos por el deseo de dominio, y sus súbditos quedan sometidos a estas pasiones desordenadas.

  • Ciudad Celestial: Se fundamenta en el amor a Dios por encima de uno mismo. Sus miembros viven en entrega y obediencia a la voluntad divina, fomentando una comunidad donde gobernantes y gobernados se relacionan con caridad y servicio mutuo.

Para San Agustín, esta oposición se explica por la influencia del pecado original, que ha corrompido la naturaleza humana y dado lugar a sociedades injustas. Sin embargo, la salvación en Cristo permite que exista una comunidad guiada por el amor divino, representando el ideal de la Ciudad de Dios.

La Interpretación Cristiana de la Historia

San Agustín, en La Ciudad de Dios, ofrece una interpretación cristiana de la historia, explicando que los acontecimientos humanos siguen un plan divino, aunque a veces parezcan caóticos. Distingue entre dos tipos de comunidades: la Ciudad de Dios, formada por quienes aman a Dios por encima de todo, y la Ciudad Terrenal, compuesta por aquellos que buscan solo su propio interés y bienestar material. Según Agustín, la historia es una lucha constante entre estas dos ciudades. Aunque en ciertos momentos la Ciudad Terrenal parece dominar, como ocurrió con el saqueo de Roma, este triunfo es solo temporal, ya que al final de los tiempos la Ciudad de Dios prevalecerá, revelando el verdadero sentido de la historia.

Implicaciones y Legado

Aunque esta distinción no debe interpretarse como una simple oposición entre Iglesia y Estado, ya que ambas ciudades se definen por criterios morales y no institucionales, en la Edad Media la obra fue utilizada para justificar la supremacía de la Iglesia sobre el poder político. Se argumentaba que, dado que el bien espiritual es superior a los intereses materiales, la autoridad religiosa debía prevalecer sobre la terrenal.

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