San Agustín y Santo Tomás de Aquino: Dos Visiones Filosóficas sobre la Existencia de Dios y la Sociedad

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La Historia de la Humanidad según San Agustín

San Agustín, en su obra La Ciudad de Dios, expone su visión de la historia de la humanidad y su teoría política. El concepto de "amor" es fundamental en su pensamiento. Para él, el tiempo histórico es lineal: se inició con la creación y finalizará con el juicio final. No separa la ética de la política, ya que considera que la vida moral y la comunitaria están intrínsecamente ligadas. La sociedad está condicionada por el sentimiento íntimo del amor de cada hombre, que se sentirá vinculado a aquellos que amen lo mismo que él. Este amor divide a la humanidad en dos ciudades:

  • La ciudad terrenal: Formada por quienes se aman a sí mismos y desprecian a Dios, guiándose por los impulsos de la carne y los bienes materiales. Es simbolizada por "Babilonia".
  • La ciudad de Dios: Formada por quienes viven según el espíritu, por los justos que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos. Se simboliza por "Jerusalén".

Es importante destacar que no se puede identificar la ciudad terrenal con el Estado y la ciudad de Dios con la Iglesia. La separación definitiva de los ciudadanos entre una y otra ciudad tendrá lugar en el juicio final, cuando Dios separe a los "buenos" de los "malos". San Agustín sostiene que no hay justicia humana perfecta. La ciudad de Dios es el modelo de justicia, orden y paz verdadera, donde el egoísmo se sustituye por el amor de Dios. Esta ciudad no llegará a su culminación hasta el final de los tiempos, y para alcanzarla es necesario seguir los principios morales cristianos. San Agustín considera que la Iglesia es superior al Estado, ya que es la base del cristianismo y la sociedad perfecta, y que, por lo tanto, debe dirigir al Estado.

La Demostración de la Existencia de Dios según Santo Tomás de Aquino

Para Santo Tomás de Aquino, la existencia de Dios es uno de los preámbulos de la fe, lo que significa que debe ser posible demostrarla racionalmente. En el siglo XI, Anselmo de Canterbury —continuador de la corriente agustiniana— había formulado el argumento ontológico, que parte de la idea de Dios (el ser mayor que puede pensarse) y concluye con la necesidad de afirmar la existencia de ese ser (puesto que, si no existiera, caeríamos en la contradicción de que no sería el ser mayor; sería más grande el que existiera en la realidad).

Santo Tomás de Aquino rechazó el argumento ontológico y propuso sus cinco vías para demostrar la existencia de Dios a partir de la experiencia sensible, único punto de partida válido para el conocimiento del ser humano. Santo Tomás no podía aceptar una demostración que comenzaba por una idea y pretendía concluir con una existencia real, por lo que no parte del concepto de Dios —como San Anselmo—, sino de los hechos del mundo sensible, y de los efectos conocidos por los sentidos asciende hasta la causa. Así, todas las vías tienen el siguiente esquema:

  1. Parten de un hecho de la experiencia.
  2. Aplican el principio de causalidad.
  3. Niegan la posibilidad de ir al infinito en la serie de causas.
  4. Concluyen en una primera causa, que es Dios.

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