Santo Tomás y San Agustín: Filosofía y Teología Comparada

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Santo Tomás de Aquino: Filosofía y Teología

Santo Tomás: Para Santo Tomás, la filosofía y la teología son ciencias que poseen objetos, métodos y criterios diferentes, y cada una de ellas, en su campo, es autónoma y autosuficiente. Sin embargo, como la filosofía y la teología, cuando se ocupan de un mismo tema, necesariamente tienen que decir lo mismo, ya que Dios es el autor de la revelación y también de la razón. Por tanto, defiende la autonomía de la razón frente a la fe y la coherencia y armonía entre las verdades que enseña la fe y las que descubre la razón.

La posición que mantiene con respecto a la filosofía lo lleva a plantearse como primer problema filosófico el de demostrar la existencia de Dios. Demostración que le parece necesaria y posible, y que realiza a través de 5 vías, partiendo de 2 elementos distintos: la constatación de una realidad sensible que necesita una explicación y la afirmación de una serie causal que tiene por base dicha realidad sensible. Además, y basándose en las mismas 5 vías, Santo Tomás habla, también filosóficamente, de la naturaleza de Dios y de sus atributos, aunque reconociendo las deficiencias y limitaciones de este lenguaje.

Si en la demostración de la existencia de Dios se ve la influencia de Aristóteles, en el resto de su filosofía esa influencia es mucho más clara. Concibe al hombre como una unidad sustancial en la que el alma y el cuerpo se relacionan como "materia" y "forma", aunque estos términos poseen un sentido diferente al que poseían en Grecia, puesto que el alma humana, la "forma" del hombre, es inmortal y, por lo mismo, posee una independencia relativa del cuerpo, de la "materia".

Afirma también, que el conocimiento sensible es la base del conocimiento intelectual. El entendimiento agente desmaterializa la imagen sensible e individual y abstrae la forma, que pasa al entendimiento paciente, donde se produce el conocimiento intelectual, que es universal. En cuanto a su ética, se centra en el concepto de ley natural. La ley natural es, por un lado, la parte de la ley eterna que atañe al hombre y que por ser libre puede cumplir o no la ley, y por otro, es expresión de las exigencias de la naturaleza humana y en consecuencia, todo hombre la conoce espontáneamente, siendo evidente, universal e inmutable.

Al igual que Aristóteles, ve al hombre como un animal social (político) y mantiene que como tal es natural que el hombre viva en comunidad con otros muchos, por lo que entonces, tiene que haber un Estado, una institución basada en la naturaleza de los hombres, cuya tarea es conducir al pueblo a una vida justa y virtuosa, preservando la paz y el bienestar común.


San Agustín: La Filosofía Centrada en Dios

San Agustín: Dios es el objeto fundamental de la filosofía de San Agustín. La existencia de Dios en San Agustín es la presencia en el hombre de verdades universales, necesarias e inmutables puesto que son ellas las que exigen la existencia de un ser necesario, inmutable y eterno para explicar su origen. San Agustín sitúa en la inteligencia divina las “ideas ejemplares” de todas las cosas del mundo. Dios introdujo en la materia informe lo que San Agustín denomina “razones germinales” (las cosas no preexisten, sino que cada una lleva en si la semilla).

Propone un dualismo antropológico, cuerpo y alma son sustancias distintas aunque inseparables. El alma es una sustancia autosuficiente, unida al cuerpo. Así, establece el valor superior de lo espiritual sobre lo material. San Agustín afirma que el hombre es imagen de Dios: memoria, inteligencia, y voluntad. En el conocimiento, además del sensible, hay que destacar el conocimiento intelectual; en el que distingue el conocimiento por ideas, fruto de la razón inferior, y el conocimiento de las verdades eternas, razón superior, en la que se produce la iluminación que hace posible alcanzar la sabiduría.

Piensa que fe y razón se complementan, ya que ambas buscan la verdad única, la verdad cristiana. El objetivo del hombre es la comprensión de la verdad cristiana “Entiende para que puedas creer. Cree para que puedas entender”. El entendimiento ayuda a creer y la fe ilumina al entendimiento.

Pero el hombre sólo puede encontrar la felicidad en Dios, pero libremente puede elegir, y elige los bienes mutables, así, se aleja del objetivo de su felicidad, es una decisión personal. En estas actuaciones del hombre se encuentra, además, el origen del mal (ausencia de ser), por lo que no puede tener su origen en Dios.

El hombre ejerciendo su libertad da lugar a dos tipos de personas y de sociedades: los que se mueven por el amor a sí mismos y aquellos que se mueven por el amor divino. Los primeros constituyen la ciudad terrena: los segundos, la ciudad de Dios.

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