Segunda Guerra Mundial: Resistencia Británica, Expansión del Eje y el Frente Oriental

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La Segunda Guerra Mundial: Resistencia Británica y Expansión del Eje

La Batalla de Inglaterra: Resistencia Inquebrantable

Tras la derrota de Francia, Alemania se concentró en la Batalla de Inglaterra, el único contendiente que no había sido vencido.

En Reino Unido se había formado un Gobierno de Concentración, presidido por Winston Churchill, que resistía con la ayuda de su Imperio. La primera tarea del nuevo gabinete fue repatriar al Cuerpo Expedicionario Británico, al que el avance alemán por Francia había dejado aislado en las playas de Dunkerque, al otro lado del Canal de la Mancha.

En contraste con Neville Chamberlain, el político del apaciguamiento, Churchill mostró desde el principio una voluntad de resistencia que sorprendió a los nazis. En un primer momento, la fuerza aérea alemana, la Luftwaffe, bombardeó las instalaciones militares para preparar un desembarco; pero, al ver que no lograban disminuir el poder de la aviación británica, la RAF (Royal Air Force), Hitler cambió de táctica y ordenó la guerra total.

Para aterrorizar a la población, ordenó entonces un bombardeo constante (el Blitz) que duraría desde el otoño de 1940 hasta la primavera siguiente.

La Expansión del Eje y el Frente Mediterráneo

Entretanto, aprovechando la derrota de Francia, Mussolini había entrado en la guerra para ocupar la Costa Azul francesa. A partir de este momento, se hablará de las potencias del Eje Roma-Berlín, al que pronto se sumaría Tokio. También se adhirieron a este pacto los regímenes dictatoriales de Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria.

Mussolini invadió Grecia, pero el ejército italiano fue incapaz de vencer la resistencia helena. Los alemanes acudieron en ayuda de su aliado; para ello debían atravesar Yugoslavia, que denegó el permiso y fue ocupada por la fuerza. Tanto aquí como en Grecia surgieron guerrillas que demostraban que no todos los europeos estaban dispuestos a doblegarse.

Operación Barbarroja: La Invasión de la Unión Soviética

La decisión de Hitler en junio de 1941 de invadir la Unión Soviética, a pesar del pacto de no agresión, fue un grave error táctico.

Convencido de la inminencia de la rendición británica, Hitler creyó que la URSS se derrumbaría al primer asalto. Esperaba así hacerse con las reservas de cereales de Ucrania y los pozos de petróleo del mar Caspio.

Los soviéticos retrocedieron, mientras los alemanes avanzaban hasta las inmediaciones de Moscú y cercaban Leningrado; pero el Tercer Reich había extendido los frentes más allá de sus capacidades logísticas.

Al igual que ocurriera durante la invasión napoleónica, la meteorología se alió con los rusos. La brutalidad de la ocupación alemana, que consideraba a los eslavos “infrahombres”, impidió a los nazis aprovechar el descontento de muchos soviéticos contra la dictadura estalinista.

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