El Sello Divino: Orígenes y Evolución del Bautismo y la Confirmación Cristiana
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La Experiencia de Dios y el Sello en los Primeros Creyentes
Para hablar de la experiencia de Dios, los primeros creyentes hablaban de un sello, como una experiencia en la que la persona quedaba marcada por lo que ha vivido.
Para Pablo, el bautismo era como ese sello, porque cuando pasa el Espíritu, cuando pasa el amor por nuestras vidas, sucede ese llamado antes y después.
El Espíritu es el amor de Dios en nuestra vida, a través de todas las personas de nuestro alrededor. Desde el comienzo de nuestra vida somos amados, y en ese amor Dios está escondido, amándonos.
El Bautismo: Iniciación y Pertenencia en la Iglesia Primitiva
Para los primeros creyentes, el bautismo era el primer paso dentro de todo un ritual de iniciación para ser miembro de la Iglesia, es decir, de esta familia donde todos somos íntimos; para ello, todos necesitamos un proceso.
El bautismo significa la pertenencia, el ser hijo, el comienzo de una larga historia de amor. Al principio, el bautismo se celebraba cuando la persona era ya mayor y había tomado bien la decisión de su vida y de su fe.
El bautismo tenía un significado muy profundo de pertenecer a Dios, a su plan de salvación. Los primeros cristianos, para realizar el bautizo, se introducían en una piscina de agua; significaba el quedar salvado, lavado para la nueva vida en Dios.
Evolución del Bautismo y el Catecumenado
Con el paso del tiempo, las comunidades fueron creciendo. Eran muchos los que veían en los cristianos una nueva forma de vivir y entender la vida. Estos aquí eran apasionados, dispuestos a dar la vida por lo que creían. El testimonio era la gran fuerza que les sucedía para comenzar un proceso de integración a la comunidad.
El proceso del catecumenado era exigente y consistía en un proceso que duraba mucho, en el que la persona se afianzaba muy bien a sus deseos profundos de seguir a Jesús, vivir de su palabra y entregarse a la Iglesia.
Del Bautismo de Adultos a la Confirmación: Un Cambio Histórico
Todo esto llegaba a su culmen con la celebración del bautismo, que se vio condicionado por el paso del obispo por la zona. Y cuando él llegaba, bautizaba a todos los que no estaban bautizados. Después, se fue relegando el bautismo a los niños (se pensaba que cuanto antes entraran en la familia de Dios, antes quedarían salvados).
El obispo tenía mucho trabajo, por lo que empezó a asumirlo los presbíteros (sacerdotes de cada comunidad). Cuando pasaba el obispo, confirmaba esos bautizos.
Así nació nuestro sacramento de la Confirmación, que cobró un significado propio y se convirtió en el segundo paso dentro del proceso del catecumenado.