El Sembrador: Simbolismo del Esfuerzo y la Esperanza en la Poesía

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El Sembrador: Un Poema de Esfuerzo y Esperanza

Es el momento del crepúsculo.
Admiro, sentado bajo un portal,
ese resto del día que ilumina
la última hora de trabajo.

En las tierras inundadas de noche,
contemplo conmovido los harapos
de un viejo que arroja a puñados
la cosecha futura en los surcos.

Su alta silueta negra
domina las profundas tierras de labranza.
Se siente hasta qué punto él debe creer
en el fluir beneficioso de los días.

Él camina por la inmensa planicie,
va, viene, lanza la semilla a lo lejos,
vuelve a abrir su mano y recomienza;
y yo medito, oculto testigo,

mientras que despliegan sus velos,

las sombras, donde se mezcla un rumor,
parece dilatarse hasta las estrellas
el gesto augusto del sembrador.


Interpretación y Simbolismo en "El Sembrador"

Estrofa 1: La Admiración del Yo Lírico

En la primera estrofa hace su aparición el yo lírico, con un verbo en primera persona: «admiro». El sembrador está haciendo su tarea y el yo lírico lo admira, le hace una valoración positiva desde el portal de una casa. «Admiro, sentado bajo un portal» muestra una actitud pasiva y quieta, no interfiere con su actividad, y se observa un contraste entre la laboriosidad del sembrador y la pasividad del yo lírico.

El portal se puede interpretar como una etapa de nuevo comienzo, pero el yo lírico está quieto: no avanza ni retrocede. Este se puede ver como un momento para proyectarse hacia el futuro, emprender nuevos caminos.

La estrofa comienza con un verso que coincide con el enunciado «Es el momento del crepúsculo», jerarquizando el momento del día que es. Enfatiza esta idea dos veces más en el párrafo: «...resto del día...», «la última hora de trabajo». Le da importancia a esto porque se quiere mostrar que, aunque sea el final del día, el sembrador sigue trabajando, siendo un ejemplo de laboriosidad. El hombre no se deja llevar por la pereza y hace su trabajo hasta el final. A nivel alegórico, el yo lírico muestra su admiración por las personas altruistas que actúan incansablemente para hacer el bien a los demás sin buscar beneficio propio.

Estrofa 2: El Sembrador y el Avance de la Noche

La segunda estrofa comienza con el verso «En las tierras inundadas de noche», haciendo imaginar al lector la manera en que las sombras invaden el campo, indicio de que cada vez es más tarde. Se puede identificar una metáfora, ya que el verbo «inundar» se utiliza para líquidos, pero en esta ocasión el autor lo usa para mostrar los cambios que están ocurriendo en el paisaje. La idea de que está anocheciendo se expresa a lo largo de todo el poema.

«contemplo conmovido...» En este verso se puede ver cómo aumenta el involucramiento del yo lírico, que se ve más interpelado por lo que está sucediendo. Primero admira (estrofa 1) y luego se conmueve; la tarea del sembrador cada vez le resulta menos ajena.

En esta estrofa, el autor da algunas características del sembrador: «...los harapos / de un viejo...». Nombra primero los harapos (ropa sucia y en mal estado), utilizando un recurso literario llamado metonimia. Una metonimia consiste en nombrar una parte de algo para referirse a su totalidad; en este caso, habla de los harapos y de la edad para referirse al sembrador. A nivel alegórico, los harapos del hombre se pueden interpretar como una vida desgastada, dedicada al trabajo. Está en los últimos momentos de su vida y trabajó tan arduamente que desgastó su ropa y a él mismo. Se distingue la idea de los héroes silenciosos, que son aquellos que trabajan por los demás y no son reconocidos como se lo merecen.

«...arroja a puñados / la cosecha futura...». El sembrador hace su trabajo, siembra. Pero el autor lo describe de forma poética con un circunloquio. Hace un rodeo lingüístico: dice «cosecha futura» en lugar de decir sencillamente «semilla». Con esto hace énfasis en la manera en que la acción está orientada hacia el futuro, porque en un futuro la siembra va a ser cosecha. Además, no solo siembra semillas, sino que metafóricamente lanza el futuro, como si tuviera poder sobre el tiempo y el destino, como un titán que moldea el porvenir. Aquí se ve reflejada la idea del titanismo, la cual exalta al ser humano como una figura heroica, desmesurada, capaz de enfrentarse a fuerzas superiores como lo es la naturaleza. Esta idea es típica del romanticismo.

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