Los sepultureros de instituciones: cuando la eficiencia mata la innovación

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Los Sepultureros de Instituciones

La gestión tecnocrática y sus consecuencias

La excesiva confianza en la racionalidad y la degradación económica han permitido el auge de un nuevo tipo de líder: el sepulturero de instituciones. Los empleados a menudo lo describen como "un matón". Este líder impulsa un enfoque tecnocrático extremo. Ante una realidad que se resiste, considera que el error está en la realidad misma, y que la salvación de la empresa pasa por las economías de escala, la racionalización de estructuras y la disminución de personal.

Su análisis frío de los datos le otorga una sensación de superioridad, permitiéndole responder a cualquier objeción y obligar a sus subordinados a operar bajo sus términos. Su ideal de gestión se asemeja al de un responsable de sala de control: gestionando datos a través de sistemas implementados por él mismo.

Cree poseer las medidas correctivas necesarias para la recuperación y rentabilidad de la empresa, anhelando un control absoluto. Sin embargo, le cuesta ir al terreno; cuando lo hace, no escucha ni dialoga. Prefiere su escritorio, explicando su visión ideal de la empresa y su estrategia.

El impacto en el clima laboral y los resultados

Encerrado en su universo artificial, este tipo de líder está desconectado de la realidad y muestra una crueldad particular en sus relaciones interpersonales. Convencido de poseer la verdad y de ser el guardián de los valores de la empresa, no siente remordimiento al despedir, desplazar o cambiar de puesto a empleados que no se pliegan a sus reorganizaciones.

Recurriendo a la doble presión, expone a su personal a directrices contradictorias. Verbalmente, valora la autonomía, la responsabilidad y la iniciativa; en la práctica, exige obediencia ciega y castiga el mínimo error. Este clima de violencia genera una atmósfera irrespirable, nerviosismo, malestar y, en última instancia, impacta negativamente en los resultados.

El engaño de la eficiencia a corto plazo

Como el pseudo-empresario, inicialmente genera expectativas positivas. Su activismo esconde, durante un tiempo, su verdadera naturaleza: la de sepulturero de la institución. Los aumentos de ganancias a corto plazo, gracias a reducciones drásticas de gastos, lo hacen destacar, atrayendo ofertas para repetir el proceso en otras empresas. En realidad, se trata de una demolición sistemática.

Tras su partida, se descubre la magnitud de los daños: pérdida de habilidades y originalidad. Como señala Patricia Pitcher en El artista, el artesano y el tecnócrata, este tipo de líder no tolera estilos diferentes al suyo, eliminando a quienes no se le parecen. Esta pérdida de variedad debilita la empresa, reduciendo su capacidad para resolver problemas y afectando los resultados económicos a corto plazo.

Conclusión

La gestión exclusivamente tecnocrática, aunque pueda mostrar resultados positivos a corto plazo, a menudo conduce a la destrucción de la innovación y el talento dentro de una organización. Es crucial encontrar un equilibrio entre la eficiencia y la preservación de un ambiente de trabajo saludable y creativo.

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