El Siglo XVIII en España: Cambio Dinástico, Reformismo Borbónico e Ilustración

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La Guerra de Sucesión y el Cambio Dinástico

La muerte de Carlos II de Habsburgo en 1700 sin descendencia provocó el inicio de un conflicto internacional conocido como Guerra de Sucesión (1701-1714). Este conflicto marcaría el comienzo de la Dinastía de Borbón y el fin de dos siglos de reinado de la casa de Austria (Habsburgo).

Tras el Tratado de los Pirineos (1659) y la Guerra de los Treinta Años, Luis XIV, rey de Francia, consiguió que su nieto Felipe de Anjou obtuviera los derechos sucesorios a la corona española. Derechos que también poseía el archiduque Carlos de Habsburgo. Carlos II, el último rey de la casa de los Austrias, nombró a Felipe de Anjou como su sucesor. Sin embargo, a nivel internacional, el miedo a la consolidación de la hegemonía francesa por la posible unión de la corona francesa y española llevó a la formación de un bloque antiborbónico: la Gran Alianza de La Haya, dirigida por Inglaterra, Países Bajos, Austria, Portugal, Holanda, Saboya y la mayoría de los estados alemanes, que luchaban por los derechos de la casa de Habsburgo. Así se inició la Guerra de Sucesión española, un conflicto internacional que pronto se convertiría también en una dura guerra civil en España. Los derechos de Felipe V fueron defendidos por la corona de Castilla y los señoríos vascos y Navarra, mientras que los derechos de la casa de Austria serían defendidos por la Corona de Aragón, especialmente por los condados catalanes.

Ambos candidatos representaban modelos políticos distintos. Felipe V, educado por Bossuet, representaba el absolutismo monárquico y la centralización del Estado, mientras que el candidato de Habsburgo representaba la opción foralista de respeto a los privilegios forales y la autonomía conseguidos en la época de la Unión Dinástica (S. XV).

Después de unos inicios poco favorables a los Borbones, a partir de las victorias en las batallas de Almansa (1707), Brihuega y Villaviciosa (1710), la iniciativa militar pasó al bando franco-español. En 1711, ante la muerte del emperador austriaco, Leopoldo I, el archiduque Carlos, hijo de este, pasaba a heredar el imperio austriaco, perdiendo interés por la Guerra de Sucesión. Además, Países Bajos e Inglaterra comenzaron a recelar de una posible unión entre España y la Austria imperial dentro de su defensa de la teoría del equilibrio continental, lo que llevaría a firmar en 1713 la Paz de Utrecht y el fin del conflicto, cuyos estertores llegarán hasta 1714 con la toma definitiva de Cataluña por los Borbones.

El Tratado de Utrecht reconocía los derechos de Felipe V a la corona española, pero a cambio renunciaba a la unión con Francia y sus derechos sobre esta. Flandes, Nápoles, Milán y Cerdeña pasaban a Austria (perdiendo España los territorios europeos que le quedaban), e Inglaterra conseguiría Gibraltar, Menorca y los derechos de asientos de negros y de navíos de permiso. El duque de Saboya recibe Sicilia, Portugal la colonia de Sacramento, y Holanda y Prusia plazas fuertes de tipo fronterizo. Felipe V también se comprometía a no tomar represalias con la Corona de Aragón, pero esto no se cumplió, ya que la promulgación de los Decretos de Nueva Planta impondría la extinción de sus privilegios forales, iniciándose así el proceso de centralización de la recién impuesta monarquía absoluta.

El Reformismo Borbónico en Galicia

Se denomina Reformismo Borbónico a los cambios realizados por la nueva dinastía reinante a partir de 1700, basados en el establecimiento de una monarquía absoluta, la centralización administrativa y, en la segunda mitad del S. XVIII, con el Despotismo Ilustrado, en la aplicación del ideario ilustrado con la intención de elevar el nivel cultural y científico-técnico del país con la intención de obtener mejoras en el campo económico. Destacan en este plano Fernando VI y Carlos III.

La posición estratégica de Galicia en la defensa del Imperio colonial hizo que los Borbones trataran de reforzarla como baluarte, principalmente contra los ingleses, a través de una serie de reformas:

  • Destaca la Ordenanza de la matrícula del mar del Marqués de la Ensenada, en la que se trataba de racionalizar el reclutamiento de marineros llevando un registro de la gente del mar según las funciones que dominaban y su nivel de experiencia. Su impacto fue bastante limitado y fue eliminada en 1802.
  • Se creó también la figura del Intendente de Galicia en la Coruña, como organizador de las reformas.

Pero sin duda destaca la creación del arsenal de Ferrol y de los astilleros por parte del Marqués de la Ensenada, convirtiéndolo en la principal ciudad fortificada en el Noroeste peninsular. Tendrá un papel clave en la defensa de las rutas coloniales. Se creó la Academia de Guardia Marina y El Ferrol creció demográficamente de manera exponencial mediante un trazado hipodámico. La ciudad de A Coruña se vio también beneficiada por la apertura durante el reinado de Carlos III del Servicio de Correos marítimos y, sobre todo, por la autorización del comercio colonial con América dentro del proyecto de finalización del monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla por los Borbones. En este nuevo papel de baluarte del Imperio colonial, Galicia se vio asolada por los ataques ingleses durante esta época, destacando la Batalla de Rande durante la Guerra de Sucesión, la invasión inglesa de Vigo y Pontevedra en 1719 o el ataque a Ferrol de 1800.

Pese a todo, el impacto de la Ilustración fue bastante limitado y el reformismo se vio truncado por el brote de la Revolución Francesa y el miedo a la difusión de las ideas del liberalismo por parte de Carlos IV, limitando las reformas de manera muy significativa, incluso reaccionando contra los ilustrados de finales de siglo.

La Ilustración en Galicia tiene como principal representante a Benito Feijóo. Las propuestas en general fueron muy moderadas, poniendo el acento en el atraso económico y en la necesidad de modernizar Galicia potenciando la industria, la pesca y la agricultura y ganadería. El análisis del retraso económico llevó a la toma de conciencia por parte de estos ilustrados de la excentralización de Galicia respecto al conjunto del Reino, lo cual podemos afirmar que fue una de las primeras tomas de conciencia de la realidad diferencial de Galicia y la defensa de su lengua y de sus particularismos.

La Ilustración en España

Como movimiento intelectual, filosófico, político y cultural nace en Inglaterra y Francia, pero rápidamente difunde sus ideas por Europa. El racionalismo es su característica fundamental. Defiende el uso de la razón para averiguar los fenómenos naturales y a partir del estudio científico de la realidad elaborar leyes científicas sometidas a comprobación y crítica. La adopción del método empírico o del método hipotético-deductivo separa la ciencia de la religión.

Podemos decir que la Ilustración es la culminación del camino iniciado en el humanismo renacentista. El resultado de esta progresiva liberación de los dogmas de fe, que nada tienen que ver con el pensamiento científico, es el nacimiento de las diferentes disciplinas científicas. Todo este espíritu crítico estaba acompañado por un fuerte afán didáctico y pedagógico como vehículo para extender sus ideales.

En el plano social, la Ilustración debía conducir a una crítica del Antiguo Régimen y a un deseo de reforma de la sociedad, de la economía y de la política. Plantea la defensa de la libertad y de la igualdad jurídica que choca con el Antiguo Régimen, por lo que también se ponen en tela de juicio el absolutismo monárquico. Aparecen entonces conceptos como soberanía nacional o división de poderes, que van a socavar los cimientos del Antiguo Régimen. Esa ansia de libertad lleva a la Ilustración a defender la libertad de mercado y de producción, criticando el intervencionismo del Estado.

En España, esta corriente será reformista y acabará por influir en la monarquía absoluta de Carlos III, convirtiéndose este rey en uno de los mejores representantes del Despotismo Ilustrado. La Ilustración española impulsará la modernización de los sectores productivos. Con todo, debemos decir que fue un movimiento que sólo tuvo huella en una pequeña élite intelectual de nobles, clérigos y burgueses, y la mayoría del país siguió vinculado a los ideales tradicionales. En España, la Ilustración se aleja de los ideales revolucionarios y se limita básicamente a fomentar la aplicación de las ciencias útiles (La Enciclopedia) y mejorar el sistema educativo.

Las principales reformas de Carlos III fueron:

  • El fortalecimiento del Estado y del poder del rey (regalismo).
  • Mejoras en el sector primario aplicando las tesis fisiocráticas.
  • Fomento de la producción artesanal e industrial del Estado creando las manufacturas reales.
  • Potenciación de la industria popular.
  • Defensa del valor del trabajo.
  • Desarrollo del comercio, tanto interior como exterior.
  • La renovación de la educación como vía de consolidación y fomento de estas reformas.

Los principales medios de difusión del ideario ilustrado fueron, en el campo de la promoción estatal, la creación, principalmente bajo el reinado de Carlos III, de las reales academias (de la Lengua, Historia, Medicina, etc.), así como la creación de grandes museos y la renovación de las universidades y la creación de instituciones de Enseñanza Secundaria.

Pese a todo, el impacto de la Ilustración fue bastante limitado y el impacto del reformismo se vio truncado por el brote de la Revolución Francesa y el miedo a la difusión de las ideas del liberalismo por parte de Carlos IV, limitando de manera muy significativa, incluso reaccionando contra los ilustrados de finales de siglo.

El Papel de la Mujer en la Edad Moderna

En la Edad Moderna, además de las desigualdades socio-estamentales, existía una honda desigualdad entre hombres y mujeres. La sociedad era fuertemente patriarcal, tanto en su estructura organizativa como en la ideología dominante, caracterizada por la misoginia. En ella, los varones, en todos los estamentos, ejercían la autoridad y el dominio sobre las mujeres y el patrimonio familiar. Desde su nacimiento, las mujeres estaban destinadas a tener un papel secundario, siempre supeditadas a sus padres, maridos o hermanos. Los hombres tenían el control sobre su vida y su futuro. Su destino era matrimoniar, formar una familia y tener descendencia. En la mayoría de los casos, los matrimonios eran concertados e impuestos, escogiendo el padre al marido, de acuerdo con las posibilidades económicas que tenían. Dentro de esa realidad, su condición legal, su honorabilidad, las funciones o trabajos que podían ejercer, las pautas de comportamiento de las mujeres dependían, primero, del estatus y riqueza de su familia, y después del estado en que se encontraban: doncella, casada, soltera, viuda, monja, concubina, prostituta, mendiga, etc.

Las mujeres de los grupos no privilegiados tenían como principal objetivo el matrimonio y apenas tenían capacidad de decisión en las familias. Tenían que colaborar en el trabajo familiar, siendo los principales cometidos la agricultura, la artesanía (textil principalmente) o el servicio doméstico de familias adineradas o nobles. Raramente se retribuía económicamente su labor. Las familias burguesas podían, a diferencia de las campesinas o de los artesanos, permitir de manera excepcional a las mujeres acceder a una educación con la que poder aprender las normas de la lectoescritura. Debemos recordar que el acceso a la educación en la época era ya de por sí muy limitado y las tasas de analfabetismo elevadísimas, siendo muy superiores en el caso de las mujeres.

En el caso de las familias nobles, las tasas de alfabetización podían ser algo más altas. Las mujeres nobles tenían mayor acceso a la educación, que era siempre en el ámbito del hogar, cuidando la educación religiosa, a veces las artes y la música o los idiomas. Eran excepcionales los casos en los que las mujeres, por ausencia de la figura del varón, gestionaban el patrimonio de la casa nobiliaria. Eran empleadas principalmente como moneda de cambio en las redes de alianzas entre las casas o para fines económicos a través de los casamientos. Otra opción de las mujeres era la de ingresar en el clero como monjas. En este caso, pasaban a vivir bajo las reglas de las órdenes religiosas o del clero en general. Algunas mujeres podían llegar a obtener cierto poder e influencia si llegaban a escalar en la jerarquía eclesiástica, llegando a abadesas de algún monasterio, aunque debemos recordar que la estructura eclesiástica era un mundo dominado por los hombres, donde la relevancia de las mujeres era totalmente marginal.

En el s. XVIII, aunque el pensamiento dominante siguió siendo patriarcal, en el contexto de la Ilustración surgieron las primeras críticas en defensa de las mujeres, en la refutación de los tópicos misóginos, en el rechazo de los tópicos concertados y en la reivindicación de su derecho a la educación y al trabajo en los oficios. Destacan los ensayos de fray Benito Feijóo, en “Defensa de la mujer” de 1726, y “Apología de las mujeres” en 1798 de Inés Joyes y Blake. En ellos acusan a los hombres de ser los causantes de la ignorancia femenina, reivindican el derecho de educación de las mujeres y la capacidad de las mujeres para la vida pública.

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