Simone de Beauvoir y su impacto en el feminismo
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Principales aportaciones de Simone de Beauvoir
1) Situó la reflexión sobre el cuerpo en el centro del feminismo: si toda existencia humana es definida por su situación, la corporalidad de la mujer y los significados sociales que se le atribuyen condicionan su existencia. Esta máxima tan sencilla era revolucionaria hace 70 años y lo sigue siendo hoy, pues la mujer todavía se realiza en el mundo como un cuerpo sometido a tabúes y estereotipos que sirven como excusas para legitimar las discriminaciones sociales. 2) Al hacer de la reflexión sobre el cuerpo un tema central, anticipaba ya el famoso “lo personal es político” del feminismo de la Segunda Ola en los años 70. “Lo personal es político” quiere decir que cualquier práctica social es susceptible de convertirse en un tema adecuado para la reflexión, discusión y expresión públicas. La desestabilización de la división entre lo público y lo privado sirvió para abrir esos espacios de libertad e igualdad para las mujeres, pero nuestro pensamiento sigue formateado por una vieja presunción ideológica que siente como un ataque todo aquello que desnaturalice lo que nunca debió naturalizarse. 3) Si hay algo que define al feminismo, es la reivindicación para la política de temas tabú u olvidados, de importancia capital para entender la situación de desigualdad y subordinación de las mujeres. La biología, los usos amorosos, la iniciación sexual, las implicaciones para la mujer del matrimonio o incluso de la vejez… son algunos de los asuntos, de apariencia mundana pero incuestionable trascendencia, que perfilan una nueva sensibilidad política puesta sobre el tablero de juego. 4) Si la experiencia corporal condiciona la forma en la que nos enfrentamos al mundo, en el caso de la mujer esto tiene un efecto mayor, pues son las significaciones sociales dadas a esa forma de relacionarnos con nuestros cuerpos y su importancia para desarrollarnos como personas las que estructuran una sociedad profundamente desigual. En sus propias palabras, mientras “el hombre percibe su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo, la mujer tiene ovarios”. Desde la infancia, la mujer experimenta su cuerpo como una cosa que tiene que proteger, atenta siempre a que sus movimientos no entren en contradicción con la feminidad que se espera que proyecte en todo momento. ya que existe “una base común que subyace a cada existencia individual femenina en el estado actual de educación y costumbre
5) La palabra “patriarcado” no implica nada más (y nada menos) que el reconocimiento de que, por debajo de la pluralidad de sus vidas, de la diversidad y creatividad de cada mujer, hay una unidad que puede ser identificada y narrada de forma inteligible y clara, una línea de experiencias compartidas subyacente a cada vida particular que nos hace un poco más desiguales frente a los hombres. Esa forma tan sencilla de definir el patriarcado supuso, de hecho, un gran paso histórico hacia adelante: huir de los esencialismos al describir a las mujeres, pero también de ese nominalismo estéril que niega toda diferencia. Por eso señalaba Simone de Beauvoir que decir que “todos somos seres humanos” es algo tan hueco que carece de relevancia como punto de partida para explicar nada. De ahí que Simone de Beauvoir defina a la mujer como alteridad, como ese segundo sexo en situación de subordinación respecto al primero.
6) Hoy nos resulta casi intrigante cómo nadie se había preguntado jamás con esa claridad sobre la evidente injusticia de que “hombre” sea la palabra que designe a la vez a la parte masculina de la humanidad y a la humanidad entera como género. Mientras, la experiencia femenina se ha declinado siempre en singular. La mujer representa a la mujer (o a las mujeres), pero nunca a toda la humanidad. Beauvoir nos lo recuerda: “Él es el Sujeto, es el Absoluto: ella es la Alteridad”.
7) Su famosa sentencia es “No se nace mujer: se llega a serlo”. Regalaba con ella al feminismo, y a toda la humanidad, una de las formulaciones más revolucionarias de todos los tiempos, hasta el punto de que todo lo que ha venido después casi es una nota a pie de página de su pensamiento.
Nacería en ese momento la idea del género como categoría analítica, como base para explicar por qué esa diferencia entre hombres y mujeres no es natural sino accidental. Aparece entonces la famosa distinción sexo/género, la construcción de lo femenino como un hecho cultural. El feminismo de Beauvoir se reivindicaba, así, como humanismo, reclamando para las mujeres la energía creativa y las capacidades que le habían sido negadas históricamente.