Sistema Inmunitario: Linfocitos, Anticuerpos y Enfermedades
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El Sistema Inmunitario: Linfocitos y Anticuerpos
Linfocitos B y Anticuerpos
Los anticuerpos son proteínas (inmunoglobulinas) que se unen a los antígenos. Los microorganismos cubiertos de anticuerpos quedan marcados para que otros glóbulos blancos los destruyan.
- Por nuestra sangre circulan muchos linfocitos B, cada uno puede reconocer un antígeno específico.
- Cuando un linfocito B encuentra al antígeno se activa y comienza a dividirse para aumentar su número.
- Los linfocitos activados liberan anticuerpos que se unen al antígeno.
- Los microorganismos cubiertos de anticuerpos son eliminados por glóbulos blancos.
- Cuando desaparece la infección, algunos linfocitos quedan como células de memoria, para volver a responder en caso de nueva infección.
Linfocitos T
Cuando un virus infecta una célula, deja fuera las proteínas que forman su envoltura. Cuando los linfocitos T reconocen estas proteínas, destruyen las células en las que los encuentran. Así, el virus no se reproduce. Los linfocitos T regulan el funcionamiento de elementos del sistema inmunitario, por eso son claves en la defensa del organismo.
Trastornos del Sistema Inmunitario
Enfermedades Autoinmunes
Se producen cuando el sistema inmunitario reconoce como extraña alguna molécula de nuestro organismo (ej. esclerosis múltiple, diabetes).
Alergias
Aparecen cuando el sistema inmunitario responde a antígenos a los que no debería responder en condiciones normales (ej. polen, ácaros del polvo).
Tratamiento de las Enfermedades Infecciosas
Tratamiento contra Enfermedades Causadas por Protozoos y Hongos
Para el tratamiento de estas infecciones se emplean antiprotozoarios y fungicidas. Estos fármacos no siempre son tan efectivos como los antibióticos y pueden resultar algo tóxicos.
La Malaria
La malaria causa anualmente tres millones de muertes. Al picar a una persona sana, la hembra del mosquito introduce en la sangre los protozoos que van hacia el hígado. Allí se multiplican rápidamente dentro de las células hepáticas y después regresan al torrente sanguíneo para infectar la sangre y destruir los glóbulos rojos.
El primer tratamiento eficaz para la malaria se introdujo en Europa en 1640. Se extrajo la quinina de un árbol tropical, el quino.